- DOMINGO SELAT. "Alquimia de Hoy y Ayer". «Azogue», nº 2, Julio - Diciembre 1999, URL: http://www.revistaazogue.com

 

Domingo Selat

ALQUIMIA DE HOY Y AYER

 

«Ha sido mi propósito hacer un cuidadoso estudio de la naturaleza; y una de las cosas que he investigado es la hipótesis de los alquimistas. La mayoría de los estudiosos y eruditos eran opuestos a las opiniones de esta gente y declaraban que sus hipótesis no tenían fundamento. Como filósofo no tuve otra alternativa que investigar los argumentos de ambas partes.

Al examinar los escritos de los que reivindican este arte los encontré desprovistos de todo razonamiento lógico, que es la base de cualquier conocimiento, mientras que la mayor parte de sus contenidos eran casi necedades.

Luego consulté las obras de sus oponentes, pero no encontré nada, excepto una débil refutación apoyada en razonamientos tan pueriles que con ellos ninguna ciencia podía ser desaprobada.

Tras meditar sobre el asunto largo tiempo, me dije: "Si este cosa es posible, ¿qué hace que lo sea? Y si es algo que no puede ser, ¿por qué es este el caso?"» (1)

 

 

Sean o no de Avicena, estas palabras tienen mil años, siglo más o menos, pero aún nos sirven para situar la cuestión en la actualidad. Verdadera o falsa, la alquimia existe. Y como método de investigación podemos empezar considerándola como un conjunto de hipótesis que unos defienden y otros rechazan.

En el presente trabajo nos proponemos hacer un recorrido, no demasiado sistemático ni exhaustivo, por textos y contextos, para intentar averiguar algo sobre esas hipótesis. La visita a la alquimia esotérica actual será breve y superficial, nos detendremos algo más en la alquimia antigua en su fase griega, la árabe la veremos sólo de lejos, con más detalle la medieval y clásica.

 

METAFÍSICA, RELIGIÓN Y TRANSMUTACIÓN.

Si se visita el website Contrapoints, gestionado por la libreria-editorial La Table d'Émeraude, página Alchimie, nos encontramos con un lema que es a la vez una definición: Alquimia: una Metafísica en acción.(2)

El concepto de alquimia como "metafísica" está hoy bastante extendido. Seguramente el inspirador directo de esta expresión ha sido G. Béatrice, quien como rechazo de la correinte puramente "espiritualista" que la consideraba como «una especie de acercamiento figurativo a las realidades arquetípicas del hombre y su pensamiento», escribió:(3) «La Alquimia no es en absoluto una teosofía, sino bien una metafísica experimental, una "filosofía" natural manipulatoria.»

Mientras la expresión filosofía natural (aunque sin comillas) nos llevaría a los viejos alquimistas medievales, como veremos más adelante, el término metafísica en esoterismo remite a Guénon y de él tanto a la filosofía vedanta como al sufismo. Claude d'Ygé(4), respetuoso con «el conjunto de la obra de Réné Guénon» -disentía en cuanto a la alquimia- consideraba que «no hay Alquimia verdadera sin el perfecto conocimiento de los principios metafísicos, y sin oratorio; pero no hay Alquimia verdadera posible sin una comunión cotidiana del alquimista con la naturaleza, con su Materia (su Beatriz, la dama de sus pensamientos) y sin la experiencia de laboratorio. [...] La Alquimia verdadera, espiritual, operativa natural, es una de las vías más completas para la conquista de la Luz divina.»

Un año antes, R. Alleau(5) había expuesto conceptos muy similares: «Aunque positiva, experimental y concreta, la alquimia toma sus principios de la "metafísica tradicional", de la que representa una de las aplicaciones en el dominio "formal", así como de las relaciones de la "forma" y de la "luz".» Unas páginas más adelante escribe: «De alguna manera, conviene considerar sobre todo la alquimia como una religión experimental, concreta, cuyo fin era la iluminación de la conciencia, la "liberación del espíritu y del cuerpo".» Habría para sorprenderse por la expresión «religión experimental», sobre todo proviniendo de un estudioso de la historia de la religiones. ¿No son acaso experimentales todas las religiones? Lo novedoso, lo específicamente alquímico, consiste en que esa "experimentación" se realiza a nivel de laboratorio, según Alleau: «[...] está fuera de duda que las manipulaciones alquímicas servían de soportes materiales a una ascesis interior». Y precisa aún más: «Así la alquimia pertenece más bien a la historia de las religiones que a la historia de las ciencias.»

Entendida así, la alquimia es una mezcla de metafísica trascendente guenonista, experiencia metalúrgica sacra inspirada de Eliade, liberación hinduista e iluminación taoísta. Tal parece ser la tendencia mayoritaria de la alquimia de finales del siglo 20.

 

Preguntémonos ahora qué lugar ocupa en ese edificio parametafísico la transmutación. E. Michelena(6) replicaba así a la antigua definición de la Academia de la Lengua («es un arte con el que se pretendía hallar la piedra filosofal y la panacea universal»):

«Esa piedra no constituye en sí misma el objetivo supremo de la Alquimia. Ni siquiera de la Alquimia Operativa, que es la más concretamente encaminada en esa dirección [...] En este Arte Hermético, la transmutación metálica, con la obtención de oro (crisopea), o plata (argiropea), a partir de los llamados "metales innobles" (plomo, estaño, mercurio), no es en modo alguno el objetivo final del proceso, sino solamente una de las etapas finales del Magisterio, con finalidades verificatorias definitivas, en unas pruebas que hoy denominaríamos test de eficacia y comprobación final».

El autor no nos dice qué es lo que pretendían «verificar y comprobar» los alquimistas. Para encontrarle un sentido quizás habría que recurrir a la teoría del perfeccionamiento paralelo materia-alquimista, idea muy común expresada ya por d'Ygé: «La práctica de la Gran Obra sigue paso a paso la accesis espiritual del hombre».

En el website de Contrapoints mencionadoAndreae , J. Valentinius (?) da un paso más y afirma que «la materia no puede ser transmutada sin que el sujeto no sea él mismo también transmutado». Aunque la Transmutación no es sino nombre para designar la Síntesis última «otro en la que la materia se regenera en el misterio de su origen.»

Este menosprecio, cuando no desprecio, de la ayer soberbia, hoy humilde transmutación metálica, que recorre casi todas las concepciones alquímicas actuales no es nuevo, naturalmente. Tiene su más genuino predecesor en la alquimia paralcesista, mística y antipapista, y más concretamente en la presentada por su producción más llamativa, la Fraternidad Rosacruz, que distingue entre los "impíos" hacedores de oro y los "verdaderos" filósofos:

«los hacedores de oro incita a una multitud El gran éxito actual del arte impío de de bribones escapados de la horca a a cometer grandes canalladas abusando de la buena fe y de la ingenuidad de numerosas personasde ellas están . Algunas honestamente convencidas de que la transmutación metálica es la cima de la filosofía y su resultado y que hay que consagrarse enteramente a ello porque la fabricación de grandes masas de lingotes de oro agrada a Dios especialmente [...] Lo que proclamamos al respecto es lo siguiente: estas concepciones son erróneas. Los verdaderos filósofos opinan que la fabricación de oro no es sino un trabajo preliminar de escasa importancia, uno más entre los miles de ellos que tienen que realizar, la mayor parte de ellos de bastante más envergadura. Repetimos el dicho de nuestro bienamado C. R. C.: ¡Uf! ¡Oro! ¡Nada más que oro! Aquel ante cuyos ojos se abre la naturaleza entera no se alegra por poder hacer oro para, según palabras de Cristo, cebar a los diablos. Se alegra por ver cómo el cielo se desvela, cómo suben y bajan los ángeles del Señor, y de que su nombre esté inscrito en el Libro de la Vida.» (7)

La reivindicación de la filiación de las ideas propias con lo genuino, auténtico y verdadero puede seguir derroteros curiosos. Así, sobre la cuestión de si los autores de la Fama eran o no los "verdaderos Rosacruces", remitimos al lector esoterista a la obra de Fulcanelli y de Guénon(8).

Pero ya les pareció a los rosacruces -tan auténticos no los hubo antes ni los habría después, en nuestra opinión- que habían exagerado la nota, y la Confessio pone de nuevo el velo al cielo, quita la escalera de Jacob, y deja a la alquimia otra vez en sus límites naturales, metálicos y medicinales:

«Acerca del juicio emitido por la Fama sobre los impostores en cuestión de transmutaciones metálicas y de medicina suprema en este mundo, esto es lo que queremos decir: no queremos en absoluto arruinar ni disminuir este don divino de una excelencia semejante. Sin embargo, como no siempre aporta enseñanzas y revelaciones suficientes sobre la transformación de los metales, sobre la medicina y sobre una infinidad de otros misterios y maravillas naturales, pensamos que es justo consagrar lo esencial de nuestros esfuerzos a adquirir la comprensión y ciencia de la filosofía. Por ello debe evitarse iniciar en la tintura metálica a excelentes espíritus que no tengan una buena práctica anterior del conocimiento de la naturaleza

 

En general ya no se puede acusar a los "científicos" de poca sensibilidad respecto a los puntos de vista esoteristas. Así opinaba John Read:

«Mucha gente que en el momento actual piensa sobre la alquimia (y no hay muchos que lo hacen) la despacha como el pretendido arte de transmutar metales no nobles, como estaño o plomo, en los nobles plata y oro. [...] Sin embargo, en su interpretación más ancha la alquimia fue un grandioso sistema filosófico que se propuso penetrar y armonizar los misterios de la creación y de la vida. Buscaba poner en relación el microcosmos del hombre con el macrocosmos del universo. Situada en este contexto más amplio, la transmutación de una forma de materia inanimada en otra fue simplemente un objetivo marginal de la alquimia, cuyo propósito era suministrar pruebas en el plano material de sus principios más amplios, en particular de la esencial unidad de todas las cosas.» (9)

F. S. Taylor es algo más prudente e indeciso:

«No es fácil definir la alquimia. Algunos querrían limitar su significado al de "Transmutación de los metales"; otros querrían incluir dentro de su alcance todo lo perteneciente a las nociones de exaltación y regeneración, tanto de los metales como de la mente humana. La alquimia no es idéntica ni al misticismo ni a la metalurgia. Uno de los textos alquímicos más tempranos, el Fusika kai Mustika de Demócrito (hacia el año 100 de nuestra era), expresa sucintamente con su título la naturaleza del Arte que describe -que puede definirse como: -Un Arte que pretende estar relacionado con la transmutación de los metales, y descrito con una terminología a la vez Física y Mística». (10)

 

Todas las visiones anteriores son bien conocidas y, exceptuada la de Taylor -cuyo defecto es el de la generalización-, tienen en común que exponen conceptos nacidos, no tanto de la lectura de textos alquímicos como del análisis de lo que podríamos llamar el fenómeno alquímico desde un punto de vista social.

Nos acercaremos ahora a la alquimia del pasado, pero para delimitar la materia, inmensa, leeremos y comentaremos algunos términos y sobre todo definiciones relativos al arte.

 

NATURAL Y MISTERIOSA.

El texto griego considerado más antiguo es el atribuido a Demócrito, Cuestiones naturales y místicas (Phusikà kaì mustiká), cuyo título seguramente tardío es casi un programa que llamó la atención del fundador de Ambix, como hemos visto.

El apelativo natural nos lleva directamente al núcleo mismo del debate sobre el propósito de la alquimia alejandrina. Aparentemente, la obra de Demócrito trata los mismos temas que los recetarios conservados en los papiros de Leiden y Estocolmo: imitación de metales preciosos, tinturas y gemas. Sin embargo hay una diferencia esencial: a partir del intento de producir estas sustancias o simplemente de dotar a los cuerpos de cualidades más nobles, en el Phusiká hay un interés evidente por descubrir cuáles son las leyes naturales que rigen estas combinaciones y cambios. Según son presentados por los textos, quienes investigan los procedimientos de transformación de las sustancias no son simples artesanos, imitadores o falsarios, sino sacerdotes, profetas y filósofos, es decir, aparentemente, detrás del análisis de las recetas está la filosofía, que se pregunta sobre los mecanismos que sigue la naturaleza para alcanzar la perfección de sus producciones, sean metales, gemas o pigmentos. Las conclusiones de Demócrito parecen ser las siguientes: combinando adecuadamente las sustancias, pueden obtenerse cuerpos perfectos, o similares en cualidades a los perfectos. Para que esta mejora sea real, hay que conseguir «armonizar las naturalezas» aplicando sus leyes: «La naturaleza se deleita en la naturaleza, la naturaleza vence a la naturaleza, la naturaleza domina a la naturaleza».(11) Las recetas no parecen en definitiva más que una demostración de la operatividad de esta ley.

Desde sus inicios por tanto, la auténtica física es considerada como un conocimiento místico o misterioso. Es probable que en sus orígenes la alquimia se transmitiese a la manera de los misterios, es decir, de forma cerrada y reservada a unos pocos; pero en general pronto se entiende que los textos ocultan verdades no comunes y que han de leerse de manera alegórica, de ahí que el corpus alquímico, como el religioso, esté constituido en su mayor parte por exégesis más o menos autorizadas. Los que acceden a los textos de forma vulgar, dice Demócrito, quedan decepcionados y terminan negando la ciencia, «pues creen que transmitimos enseñanzas míticas [falsas] en lugar de místicas». (12)

 

ARTE SAGRADO.

Otro texto considerado de los más antiguos es el de La profetisa Isis a su hijo Horus. Aquí, la alquimia aparece designada con su nombre más frecuente, «arte hierático de Egipto (hierà tékhne Aigúptou)»

En un sentido restringido, el término tékhne (latín ars) designa en general la habilidad manual para realizar algo útil, adquirida por el estudio o la experiencia. En este sentido se opone a epistéme (latín scientia) y sobre todo a filosofía, en los que el conocimiento no tiene finalidad práctica. Pero exceptuada la filosofía, que quedará como designación genérica, los demás son generalmente sinónimos.

En Isis encontramos por primera vez el enunciado alquímico de otra ley natural, "genética" esta vez, que asimila los tres reinos naturales: «El que siembra trigo recoge trigo, el león engendra al león, el hombre al hombre y el oro al oro». Aunque atribuyéndola a Hermes, también Zósimo transmite esta máxima, que será repetida multitud de veces por los alquimistas europeos, siempre en relación con la necesidad de buscar la "simiente" metálica.

De las finalidades del arte, "Isis" sólo menciona la «fabricación del oro y de la plata (khrusoû kaì argúrou kataskeué)». El calificativo hierático abarca los sentidos de sacerdotal y sagrado. Según Zósimo(13), en Egipto la explotación de minas y el tratamiento de los minerales y metales era monopolio de los reyes y su control un privilegio de la casta sacerdotal. Entre los sacerdotes estos conocimientos estaban rodeados sin duda de un halo sagrado, como todo saber monopolizado, pero no hay que pensar que la metalurgia tuviese un auténtico carácter religioso, como podía tenerlo, por ejemplo, un rito sacrificial. Es poco probable que los sacerdotes se interesasen por las leyes naturales que transcienden la operación metalúrgica; es un paso que encaja mejor con la racionalidad de la mentalidad griega. De hecho, en las reliquias de la literatura alquímica griega que nos han llegado, no hay autores egipcios propiamente dichos e incluso la figura de Hermes Trismegisto aparece desvaída: los fragmentarios textos conservados pertenecen todos a "filósofos" griegos. Sin embargo la tendencia a enraizar con el pasado, común en cualquier doctrina nueva, llevó a los alquimistas a rodearse de antepasados fabulosos: sacerdotes, profetas, filósofos. Hay que descartar sin embargo a los dioses; cuando aparecen, como es el caso de Isis, Hermes o Agatodemón, están evemerizados y esta será una constante de la alquimia que la diferencia claramente de la magia. Entre estos antepasados, los sacerdotes egipcios tienen un lugar de privilegio, pues, desde al menos el siglo 5 aC, son los únicos a los que los griegos cultos admiran, creyéndolos depositarios de venerables conocimientos antiquísismos. Los griegos de principios de nuestra era, apasionados por los conocimientos "misteriosos", siguen mostrando gran respeto y admiración por los antiguos, pero, con todo, la leyenda de Ostanes y Demócrito aleccionando a sacerdotes egipcios muestra que algo ha cambiado. Esta degradación conceptual de la sabiduría sacerdotal es ya un hecho en el siglo 3, pues Zósimo se burla de los métodos de un sacerdote que intenta impresionar a Teosebia. El comentario de Sinesio es también una enseñanza dirigida a un sacerdote de Serapis.

Es difícil que las recetas de imitación, auténtico material de investigación sobre el que trabajan los alquimistas, hayan salido de los talleres y fábricas de los templos egipcios; lo verosímil es que haya sido en el exterior donde se produjesen las imitaciones fraudulentas, en talleres de orfebres tal vez judíos. Sea como sea, lo importante es que estos procedimientos gozaron de un alto prestigio al ser atribuidos por los quimeutas alejandrinos y bizantinos a antiguos sacerdotes egipcios y a sabios de otras nacionalidades. "Demócrito" menciona textos persas(14), Zósimo da nombres de autores judíos y cita con frecuencia a María.

Según la leyenda transmitida por el Libro de Enoc (¿siglo 2 aC?), los ángeles "rebeldes" se enamoraron de las mujeres y tuvieron relaciones con ellas, enseñándoles agradecidos las artes; es la versión judía de la creencia común a otras culturas de que las "artes" (agricultura, metalurgia, etc.) tienen un origen divino. En el texto de "Isis" los ángeles (o demonios) se enamoran también de las mujeres, a las que ofrecen conocimientos a cambio de un momento placer; pero los misterios de la alquimia son de un carácter tan elevado que ni siquiera todos los ángeles lo poseen, por ello "Isis" tiene que esperar a ser iniciada por uno de los primeros ángeles.

La aportación a la alquimia de egipcios, judios, iranios o babilónicos, es de la misma naturaleza que la de las corrientes gnósticas: sincretismo, a nivel simbólico, de leyendas y mitos divergentes. Relacionar a Isis con los ángeles caídos tiene el propósito evidente de armonizar los orígenes egipcio y judío; sin duda debió haber una cierta polémica sobre este tema, pues también Zósimo alude a estos dos orígenes.

 

ARTE DIVINO.

El arte es calificado también de divino (theía)(15), término que no debe inducirnos a engaños prematuros: divino es sinónimo de admirable, extraordinario, poco común; es un adjetivo que los griegos usan con banal frecuencia: lo vemos igualmente aplicado a los filósofos y al algunas sustancias. Sin embargo, las leyendas de "Isis" iniciada por el ángel Amnael o "Demócrito" invocando el espíritu de "Ostanes" muestran que ya existía una cierta conciencia de que los conocimientos alquímicos eran de carácter "inspirado". Sin duda el calificativo "divino" fue el que propició que en la alquimia árabe y europea sea Dios directamente el inspirador.

El arte busca ennoblecerse adoptando también otras denominaciones menos "manuales", como filosofía excelente o hermosa (aristé, kalé philosophía); obra divina (theîon érgon); ciencia (epistéme), ciencia de la crisopeya o simplemente crisopeya (khrusopóiia), aunque ésta no es de hecho más que uno de sus objetivos, la fabricación de oro.

 

FILÓSOFOS Y POETAS.

En la época más antigua, los practicantes del arte no parecen tener ningún nombre especial; se les nombra por el rango social que se les atribuye en razón de su origen: los egipcios son "sacerdotes", los griegos "filósofos", los persas "profetas". El término filósofo será el que prevalecerá, algo comprensible desde el punto de vista griego. Para los alquimistas alejandrino-bizantinos, el "filósofo" por antonomasia es "Demócrito", de la misma manera que para los árabes es Hermes y para los europeos medievales "Aristóteles". Los adjetivos laudatorios no son infrecuentes. Sinesio llama divino a Demócrito y grandea Ostanes; Zósimo llama divina a María; el mismo adjetivo aplica Olimpiodoro a Zósimo. Hermes es grande, mil veces grande o tres veces máximo (mégas, muriómegas, trismégistos).

En ocasiones los alquimistas reciben el nombre de poetas (poietés, el que hace). Entre los considerados "poetas" por los bizantinos destaquemos aquellos que también podemos encontrar en Europa: Platón, Aristóteles, Hermes, Demócrito, Zósimo, Esteban, Ostanes, María, Cleopatra, Heracleo y otros. Los lugares especialmente mencionados en los que se practicaba el arte eran Egipto, sobre todo en el templo de Menfis, Tracia y Chipre. Casi no hay que mencionar que Egipto destaca también por la magia y Tracia por sus brujas.

 

KHUMEÍA.

Es difícil decidirse por la primera aparición conservada del étimo de alquimia. Jorge el Sincelo, un cronista bizantino del siglo VIII, hace una cita de un libro de Zósimo en la que éste explica a su "hermana" Teosebia que el nombre chêma (variante: chemeía) aplicado al "arte más excelente", está tomado del título del libro en el que los ángeles caídos transmitieron a los humanos las "obras de la naturaleza".

Olimpiodoro designa la alquimia como el «arte oculta de la química» (kekruméne tékhne tês khumeías); variantes ortográficas (16): khimeías, khemeías). También atribuye a Agatodemón, a quien considera de origen egipcio,(17) un «libro quiméutico» (bíblos khemeutiké).

Estos dos libros son, sin duda, el mismo visto desde dos ángulos diferentes, el judío y el egipcio, es decir, reproducen el doble origen visto en Isis.

Un fragmento inconexo, que por el contexto parece referirse a un libro de Zósimo, pero que igualmente podría ser el de "Demócrito", dice así:

«Este libro es llamado libro metalliké khumeutiké; trata de la crisopeya, la argiropeya, la fijación del mercurio; contiene sublimados, tinturas [...] de piedras verdes, granates y de todos los demás colores y de perlas; los teñidos con rubia de pieles destinadas a los reyes. Todas estas cosas se producen con aguas marinas, con huevos, por medio del arte metalliké

Si no hay error de copia, metalliké y khumeutiké son casi sinónimos y designan en ambos casos tanto al libro como al arte. Es probable que khumeía designe más bien a las aleaciones, lo que se correspondería bien con el significado de "sustancia metálica" y de "masa", término este último que ha pasado también a la tradición latina, según veremos más adelante. En textos más tardíos aparece un derivado aplicado al alquimista: chumeutós.

La etimología del término ha sido relacionada desde el Renacimiento con el copto kéme o chémi, transmitido por Plutarco (18): «Como Egipto es una tierra negra, tan obscura como la niña de los ojos, los egipcios dan a este país el nombre de Khemía» Si se admite esta interpretación, habríamos de considerar idénticas las expresiones de Olimpiodoro, téchne tês khumeías, y la de "Isis" téchne tês Aigúptou (19). Podríamos podríamos traducir bíblos metalliké khumeutiké como "libro egipcio sobre los metales".

R. Halleaux escribe:

«Se puede suponer con Jack Lindsay que un término originalmente griego, que designaba las operaciones de los metales en estado fundido, haya sido, en la escuela de Alejandría, puesto un poco artificialmente en relación con una familia léxica egipcia rica en armónicos diversos.»

El término "química" se impuso en época bizantina y aparece en autores no alquimistas; el léxico Suda (o de Suidas, siglo 10) la recoge con la grafía khemeía y la define como la «fabricación de oro y plata (he toû khrusoû kaì argúrou kataskeué. Es exactamente la definición que hemos encontrado en Isis. Del griego pasó al árabe, transcrito con artículo al-kimiya. En el paso del árabe al latín aparecen diversas variantes: alkimia, alquimia, alchimia, alchemia.

 

CLASIFICACIONES.

A mediados del siglo 12 Europa empezó a interesarse por las ciencias árabes, entre ellas la alquimia. Gonsalbo, traductor de la escuela de Toledo, compuso un tratado de carácter filosófico titulado Sobre la división de la filosofía (c. 1140), en el que hacía una clasificación de los conocimientos, siguiendo el Catálogo de la ciencias de Alfarabi traducido quizás por él mismo. Gonsalbo dividía la Filosofía en Teoría y Práctica y estas en diferentes ciencias, que a su vez pueden ser universales o particulares; entre la universales está la scientia naturalis:

«La ciencia natural es universal porque en ella hay contenidas ocho ciencias, a saber, la ciencia de la medicina, la ciencia de los indicios, la ciencia de la navegación la ciencia de los espejos, la ciencia de la alquimia, que es la ciencia de la conversión de las cosas en otras especies; y estas son las ocho especies de la ciencia natural».

Gonsalbo parece considerar la alquimia como una suma de conocimientos prácticos desprovistos de teoría propia; si la hace depender de la Física es por lo que aporta de útil al conocimiento de la naturaleza.

Un siglo después Vincent de Beauvais clasifica la alquimia entres las artes mecánicas, valorándola sobre todo por la ayuda que presta a otras ciencias como la metalurgia y la medicina. La aplicación en medicina de técnicas alquímicas, tales como "sublimaciones, destilaciones y soluciones", es de origen árabe también, pues aparece en el Vademecum de Abulcasis (Abu-l-Qasim, s. 10-11), obra médica traducida al latín por Gerardo de Cremona a finales del siglo 12.

En esa misma época, Miguel Scot, que fue alquimista al parecer, unificó los dos criterios anteriores haciendo corresponder a cada parte de la Física teórica una ciencia práctica; la alquimia queda en este autor equiparada a la medicina, agricultura o navegación.

 

SUSTANCIA METÁLICA.

Se atribuye a Robert de Ketton la primera traducción de una obra alquímica del árabe al latín, realizada en Toledo en 1144. El traductor le antepuso un un prólogo explicativo en el que cita una definición de alquimia:

«Este libro se llama Libro sobre la composición de la alquimia. El filósofo Hermes y otros que vivieron después que él definen así este vocablo, como en el libro Sobre la transmutación de las sustancias: "Alquimia es una sustancia corpórea, compuesta de uno y por uno, que une entre sí por consanguinidad y efecto las cosas más preciadas y que, en la misma mezcla natural, mejora de manera natural sus cualidades".»(20)

El título del libro y la definición aluden con la palabra alquimia a una sustancia, no una actividad o ciencia. Es más que probable que el calificativo corpórea indique su cualidad metálica, lo que nos llevaría al sentido de aleación o mezcla. Esta sustancia compuesta de uno y por uno nos remite al axioma griego de la unidad, atribuido a diferentes autores y que veremos más adelante.

El resto de la definición hace referencia a su aplicación y modo de actuar. Aunque no queda muy claro, puede entenderse lo siguiente: esta sustancia sirve como medio para unir sustancias diferentes que tienen entre si una cierta afinidad, o bien para unir de manera irreductible (por consanguinidad y efecto) las partes más puras de un mismo compuesto; en todo caso, la sustancia resultante es de una condición cualitativa superior a la de sus componentes.

Una propuesta de etimología relaciona este significado de alquimia-sustancia con un origen chino. Esta hipótesis, que Halleaux califica de "acrobática!, se debe al erudito paquistaní S. Mahdihassan y la apoya y amplía H. H. Dubs(21). Según estos autores, el árabe kimia podría derivar de la pronunciación en un dialecto antiguo de la palabra ahora pronunciada jin-yi , que significa jugo o esperma de oro, un nombre usado con cierta frecuencia en el siglo 7 para designar el elixir chino de inmortalidad. Para Dubs:

«Esta identidad se ve reforzada por la circunstancia de que la palabra kimia en árabe no denota una abstracción, como la palabra inglesa "alquimia", sino que denota una sustancia, por medio de la cual se efectúa la transmutación de los metales. Este es el significado de la palabra china jin-yin, y no el de la palabra inglesa "alquimia".»

 

PROLONGACIÓN DE LA VIDA.

Receloso en un principio de la alquimia, Roger Bacon la tomó después como ejemplo supremo de su nuevo enfoque del saber en el que la práctica, el experimentum, es el único criterio de conocimiento objetivo, frente a aquellos que, como Tomás de Aquino, consideraban superior y suficiente el razonamiento. Bacon distingue dos alquimias, una especulativa y otra práctica:

«La alquimia especulativa [es] la que especula sobre todo lo inanimado y toda la generación de las cosas a partir de los elementos. Hay sin embargo una alquimia operativa y práctica que enseña a hacer metales nobles y colores y otras muchas cosas artificialmente, mejor y en más abundancia de lo que se producen por la naturaleza. [...] enseña a encontrar otras que pueden prolongar la vida humana.»(22)

Elevada a la categoría de Ciencia experimental por antonomasia, la alquimia no parece tener límites en aquello que es capaz de conseguir. Aunque lo atribuye a otros, parece que es un desarrollo propio de Bacon el extender a las propias sustancias producidas para la transmutación valores medicinales:

«Los sabios consideran que aquella medicina que quita todas las inmundicias y corrupciones del metal más vil, para convertirlo en plata y oro purísimo, puede eliminar también las corrupciones del cuerpo humano, en tal grado que puede prolongar la vida durante muchos siglos.»(23)

«Las obras de esta ciencia contienen los máximos secretos, de tal manera que alcanzan el secreto de los secretos, a saber, el que es causa de la prolongación de la vida, y por ello no deben ser escritos abiertamente.» (24)

El Rosario arnaldiano, obra de principios del siglo 14, describe los efectos curativos del elixir en las enfermedades humanas. Según esta obra, la alquimia permite

«acabar y transformar todo cuerpo no perfecto en verdadera plata u oro, según haya sido preparado el elixir. Y digo que tiene tal virtud y eficacia sobre todas las otras medicinas de los médicos, para sanar todas las enfermedades, tanto calientes o frías, sean cual sean, pues es algo muy oculto y de sutil naturaleza. Por ello conserva la salud, reafirma la fuerza y la virtud, al viejo convierte en joven y rechaza del cuerpo toda enfermedad, rechaza todo veneno, purifica todos los miembros del cuerpo, los sana y mantiene sanos, purga la sangre y purifica y purifica y conserca limpias todas las partes de los espíritus sensibles. Y si la enfermedad ha sido muy larga, se cual sea, la cura en un mes.» (25)

 

ELIXIRES Y MEDICINAS.

En un texto atribuido a R. Bacon, posiblemente pseudepigráfico, encontramos reunidas varias definiciones:

«Hermes dice de esta ciencia: alquimia es una ciencia corpórea compuesta simplemente de uno por uno [...] Algún otro dice: Alquimia es una ciencia que enseña a transformar una especie de metal en otra. Y esto por medio de una medicina propia, como aparece evidente en muchos libros de los filósofos. Por ello, alquimia es una ciencia que enseña a hacer y generar una cierta medicina, llamada elixir, la cual, cuando es proyectada sobre los metales o cuerpos imperfectos, los perfecciona completamente en el momento de la proyección.» (26)

La primera definición ya la hemos visto. Destaquemos únicamente la sustitución de substantia por scientia, que muestra de paso cómo puede afectar a un texto un error de copista. ¿Cómo entender lo de "ciencia corpórea", acaso "ciencia de los cuerpos" o "ciencia de los metales"?

Hemos visto que los árabes daban el nombre de "alquimia" a la sustancia capaz de dar la perfección a los metales, pero su nombre más corriente en la Edad Media es el de medicina o elixir(27). Ar-Razi define el elixir como «medicina que proyectada sobre un cuerpo en fusión lo convierte en plata u oro, o sea, cambia su color a blanco y amarillo». (28)

En la alquimia yabiriana (siglo 9-10) cada cuerpo, como cada enfermedad, necesita un elixir propio que lo mejora, que puede obtenerse a partir de muchas sustancias procedentes de cualquier reino de la naturaleza; con todo hay un "elixir mayor" que sirve de medicina universal para todos los metales (29) y que hay que considerar como el antepasado más directo de la piedra filosofal.

Un autor de árabe de mediados del siglo 13, al-Iraqi (30), hace un análisis teórico del modo de actuación. El hombre enferma cuando se ve afectado por una cualidad accidental; la medicina rechaza esta cualidad y restaura la salud. De la misma manera, los metales, exceptuado el oro, se ven afectados en sus menas por cualidades accidentales: o bien son demasiado calientes o demasiado fríos; el elixir que se administra a los metales es como la medicina que se aplica a los hombres para restaurarles la salud. Al-Iraqi reduce los elixires a dos clases, uno cálido y rojo, que sólo se aplica a la plata para convertirla en oro, otro frío y blanco, que se aplica a todos los demás metales para convertirlos en plata.

Algo más tardía, de finales del siglo 13, es la Summa perfectionis magisterii de Géber. Según este autor, la medicina ha de ser capaz de eliminar de los cuerpos las superfluidades y de suministrar el color blanco o amarillo, según la intención del operador. Géber clasifica las medicinas en tres clases u órdenes: las de primer orden aportan unas mejoras inestables que no impiden ni el cambio de color ni la corrupción; las de segundo orden son capaces de aplicar un color fijo, pero no impiden la corrupción; de tercer orden sólo hay una medicina, y es la que consigue dar la perfección total; esta medicina se identifica por tanto con el elixir mayor de Yabir.

Géber llama a los procedimientos para adquirir estas tres medicinas obra menor, obra media y obra mayor, división que se encuentra ya en la alquimia árabe yabiriana. Otras obras, como el lapidario de Alfonso X o el Diálogo de Calid y Morieno, usan "mayor" como calificativo de la obra; la obra árabe atribuida a Artefio tiene el título de Clavis maioris sapientiae (31), Llave de la sabiduría mayor, denominación a veces incomprendida que algunos han corregido en Llave mayor de la sabiduría.

H. H. Dubs (artículo citado) propone como origen etimológico del árabe al-iksir la frase china yi-jzh, que «denota la sustancia de una secreción fluida, es decir, el agente activo en el elixir».

Una definición en la que interviene el concepto de "enfermedad" metálica es la del Lilium de spinis evulsum (32):

«[...] la intención del presente arte es cómo llevarlos [los metales] de la enfermedad a la salud, de disminuidos a su plenitud, añadiendo o eliminando a cada uno aquello les fue adjudicado por la naturaleza de más o de menos».

 

ALCHIMO EL INVENTOR.

Un tratado atribuido a Alberto Magno da la siguiente definición:

«Alquimia es un arte inventada por Alquimo, y toma su nombre de archimos en griego, que equivale a massa en latín. Mediante este arte son llevados a la perfección los metales que en sus minas son corruptos e imperfectos.» (33)

En una obra traducida del árabe atribuida al príncipe Khalid (siglo 8), se encuentra, con toda seguridad interpolada, esta variante más "culta":

«Alquimia es el arte de las artes, la ciencia de las ciencias, inventada por Alquimo. En efecto, chimia en griego se dice massa en latín; por este arte, los metales, que en la mina son imperfectos, son llevados a la perfección, de corruptibles a incorruptibles.» (34)

Esta definición mezcla los significados de "arte" y "sustancia" y además ofrece dos etimologías. La primera recurre a un autor epónimo, Alquimo. Este autor aparece ciertamente citado por autores griegos, con las variantes Chúmes, Chímes, Chémes, aunque allí no se le atribuye la invención del arte. Zósimo y Olimpiodoro lo citan como autor del famoso principio del hen tò pân (35), fórmula relacionada con la serpiente ouróboros. El término todo (pân), que también aparece en "Demócrito", aunque con cierto aire de interpolación, no tiene en los textos más antiguos ningún valor cosmológico. Es la misma substantia ex uno, per unum, que hemos visto en la cita de Roberto Castrense.

El autor Chimes, el libro Chêma escrito por los ángeles rebeldes, el "demonio" que inicia a "Isis" en el arte, el libro chumeutiké escrito por Agathodaímon, es decir, el "buen demonio" identificado por los árabes con Enoc-Hermes, parecen diferentes interpretaciones e intentos de síntesis de leyendas acerca de la transmisión de los conocimientos a los hombres.

La equivalencia entre chimia (archymos es una variante de transcripción) y massa (griego mâza) nos lleva a otro posible étimo: chúma. Según la interpretación corriente ambos términos designaban en metalurgia a los lingotes, pero según Estefánides(39) chúma designaba las masas o montones de pequeñas partículas de oro obtenidas en los depósitos arenosos de los ríos o en las minas; la preparación a que se sometía este oro recibía el nombre de chumeía y el epónimo Chúmes no sería, en su opinión, más que una personificación del oro en pepitas u oro puro.

El termino mâza aparece también en la alquimia griega. En el papiro de Leiden hay una receta (séptima) titulada anékleiptos mâza "masa inagotable", que trata de una aleación que imita a la plata y que puede multiplicarse en cantidad indefinidamente. Zósimo(36) menciona una máza Móseos, que podría ser también el título de un libro, refiriéndose a esa masa inagotable que Moisés obtuvo «por la palabra del Señor». Zósimo interpreta que la mâza es el cobre, en un contexto en el que hay que entender a este como la sustancia que procura el íos(37), símbolo que estaríamos tentados de relacionar con una sustancia que aparece continuamente en los recetarios medievales, el cardenillo o verdín, de demostrada toxicidad.

En una versión griega de la obra citada de "Alberto Magno", conservada en un manuscrito de mediados del siglo XV, la definición dice así: «Alquimia es una cosa descubierta por los antiguos; se dice chimia en latín, en francés maza(38)». El traductor o copista griego ha hecho varias correcciones: el término alchimia (traducido archemia) se conserva como si fuera griego, Alchimo pasa a archaíon, chimia se hace latín y masa francés. Un buen lío.

 

MAESTRÍA.

El Lapidario de Alfonso X (traducido hacia 1250) nos lleva a una época árabo-persa en cuanto al lapidario mismo. En la descripción de algunos minerales se menciona su uso en alquimia y pertenece seguramente al original; hay sin embargo un comentario a propósito del oro que nos parece que refleja la opinión de los traductores, y que además puede ser una buena definición:

«Los que se ocupan de alquimia a la que llaman obra mayor, deben parar mientes que no dañen el nombre del saber, pues alquimia tanto quiere decir como maestría para mejorar las cosas, que no empeorarlas.»

Más adelante comentaremos el calificativo de mayor aplicado a la obra.

 

ALQUIMIA Y FILOSOFÍA NATURAL.

En el Testamento luliano, de mediados del siglo 14, se encuentra la siguiente definición:

«Alquimia es una parte celeste [var celada] y la más necesaria de la filosofía natural oculta; constituye y hace un arte y ciencia que no es conocida por todos, y enseña a limpiar y purificar todas las piedras preciosas, no las perfectas sino las defectuosas, y llevarlas a su verdadero temperamento; también enseña a restituir todos los cuerpos humanos caídos y enfermos a su verdadero temperamento y óptima salud; también a transmutar todos los cuerpos metálicos en verdadera luna, luego en verdadero sol; esto mediante un cuerpo medicinal universal, al cual todas las medicinas son y han sido reducidas.» (40)

El Testamento luliano, como el Rosario arnaldiano, se adapta a la división escolástica de Teórica y Práctica; la definición citada se encuentra al comienzo de esta última y designa propiamente sólo a la práctica. Esta definición fija ya casi definitivamente el objetivo supremo de la alquimia: la obtención de una «medicina universal», capaz de mejorar también las piedras preciosas, aplicación que había sido prácticamente dejada de lado desde la alquimia griega.

El Testamento admite la dependencia de la alquimia respecto a la filosofía natural, como habían hecho enciclopedistas, filósofos y también la Suma de Géber, quien la califica ba de «excelentísima y noble parte de la Filosofía».

 

LA CIENCIA DE LOS CUATRO ELEMENTOS.

De finales del siglo 14 o principios del 15 es un texto que ofrece una definición que se aparta de la normal visión metálica y destaca su aspecto de filosofía de los elementos.

«Sabe que nuestra ciencia es la ciencia de los cuatro elementos, de los tiempos, de las cualidades y su conversión mutua, y en esto están de acuerdo todos los filósofos.» (41)

Este enfoque se adapta parcialmente a la definición, ya vista, que Roger Bacon aplica a la alquimia especulativa o teórica, como ciencia que «especula sobre todas lo inanimado y toda generación a partir de los elementos». Sin embargo, en este texto el término "elemento" tiene un sentido más práctico que teórico.

Una variante se encuentra en la versión del Désir désiré atribuido a Flamel. Pero mientras que aquella la "conversión" va referida a los elementos (eorum), lo que está de acuerdo con la teoría corriente de la rotación, en ésta, por un pequeño error de traducción, lo que cambian unas en otras son las cualidades:

«Sabed pues que nuestra ciencia consiste en el conocimiento de los cuatro Elementos, cuyas cualidades son cambiadas recíprocamente las unas en las otras; sobre ello todos los filósofos tienen una opinión semejante.»

 

TRANSMUTACIÓN DE PIEDRAS PRECIOSAS.

Nicolás Grosparmy, destaca la importancia de comprender la teoría antes de iniciarse en la práctica, y, al igual que Nicolás Valois, aconseja leer los libros de "Lulio", especialmente el Testamento (Teorica y Practica) y el Vademecum o Codicilo. La semejanza de su definición con la de "Lulio" es evidente (42), pero en la traducción se ha deslizado un pequeña variante: las piedras preciosas también pueden ser transmutadas, en lugar de sólo mejoradas.

«[...] El arte de alquimia es la más sutil parte de la filosofía natural, que trata y enseña la muy perfecta transmutación de los metales y de las piedras preciosas, y cómo todo cuerpo enfermo puede ser devuelto a la salud.»

 

IMITAR A LA NATURALEZA.

De la misma época es el gentilhombre Zachaire que no es especialmente lulista:

«Esta ciencia (comúnmente llamada Alquimia) [...] es una parte de la filosofía natural, que muestra la manera de perfeccionar los metales sobre la tierra, imitando a la naturaleza en sus operaciones lo más cerca que le es posible.»

«[...] Hemos de convenir, con todos los filósofos, que nuestra ciencia está comprendida bajo la parte de la filosofía natural que han llamado con bastante propiedad operativa, equiparándola asimilándola así a la medicina.» (43)

Esta definición incide sólo en el aspecto metálico de la alquimia y destaca la necesidad de imitar a la naturaleza, máxima ésta antigua que, tal como la expone Zachaire, se remonta a la Suma de Géber.

La asimilación de la alquimia la medicina, en cuanto ciencias operativas se remonta a la clasificación de Tomás de Aquino. Durante el Renacimiento hubo más desacuerdos en su clasificación (44). El humanista Gesner (1545) la sitúa entre las artes operativas porque «se trabaja sobre todo con hornos, como otras artes metalúrgicas, y es realizada sin destreza por hombres casi ignorantes e iletrados». Sin duda Zachaire intentaba huir de esta incómoda clasificación, que confunde "filósofos" y "sopladores".

Comparando esta definición con la del Testamento vemos que ha desaparecido el término"oculta" aplicado a filosofía. Puede deberse a que, a raíz de la publicación del De occulta philosophia de Agripa (1531), esta apelación se aplica casi exclusivamente a la magia natural.

 

VOARCHADUMIA CONTRA ALCHIMIA.

El sacerdote veneciano Giovanni Agostino Pantheo publicó en 1518 una obra obra titulada Ars transmutationis metallicae en la que designaba la obra como Cabalisticum archimicae artis magisterium ("magisterio cabalístico del arte arquímico"). Es quizás el primer autor en relacionar cábala y alquimia, introduciendo un uso tímido de nombres hebreos, el tetragrámmaton en especial, y de la guematría. En 1530, con el título Voarchadumia, ars distincta ab Archimia et Sophia, publicó una refundición de esta misma obra con importantes añadidos y ciertos cambios a nivel teórico. Panteo reconsidera sus opiniones acerca de la alquimia y ofrece un intento de clarificar el confuso panorama de los métodos y objetivos de ésta.

En esta segunda versión, distingue cuatro vías que persiguen la transmutación metálica. La primera es la alquimia, cuyo nombre procede del autor Alchemo, el oro y plata que fabrica son fraudulentos, es una actividad que ha sido condenada, es condenable y debe ser totalmente erradicada. Vemos por tanto que en Panteo aparecen ya totalmente degradados los términos alquimia, alquimista, que en muchos autores pasarán a designar al ignorante a nivel teórico, al estafador a nivel práctico.

La segunda vía es la arquimia, cuya etimología explica a partir del griego arché (principio) y mía (uno) y lo interpreta como "principio de la unidad". Esta es la ciencia que han cultivado muchos hombres excelentes, que esperaban confeccionar elixires capaces de transmutar en plata y oro casi hasta el infinito. De estos hay multitud de tratados, por ejemplo de «Tubalcaín, es decir, Hermes, Géber, Alfidio, Avicena, la Turba, Hortulano, Rosino, Alberto, Arnaldo, Raimundo, María la profetisa, Morieno, Cristóbal Parisiense y de otros muchísimos árabes, caldeos, griegos, hebreos, hindúes y latinos». La dificultad de esta práctica es tal, que se le puede aplicar lo que el Filósofo dijo de la cuadratura del círculo: es cognoscible, pero no conocida. Aunque la considera una ciencia noble, Panteo no deja de mostrar su decepción afirmando que «las promesas de la arquimia son mayores que sus realizaciones». (45)

 

SAL FUSIBLE.

En la segunda mitad del siglo 16 aparecen algunos autores eruditos que buscan la etimología del prefijo al- no en el árabe sino en el griego. Al igual que Panteo, Crisipo Faniano (46), intenta poner un poco de orden en las teorías distinguiendo tres artes relacionadas con los metales: una trata del laboreo de minas, otra de su fusión, «que se llama también metalurgia y química, derivada de chemeía»; ambas son artes mecánicas.

«La tercera [arte trata] de la metamorfosis [metálica] y es llamada alquimística de alquimia; en efecto, los griegos llaman háls a la sal, chemeía a la fusión: y este arte versa particularmente sobre una cierta sal fusible. [...] Es una parte de aquella Filosofia que trata de la naturaleza de las cosas y sus causas. En efecto, [la alquimia] enseña las naturalezas y las causas de los metales y también de las otras cosas que están unidas con estos por algún vínculo de la naturaleza.»

Unos treinta años más tarde Gastón Duclo retoma la etimología de Faniano, con una explicación añadida. Según él, alquimia proviene de «háls y chemeía, como si el fin de este arte no fuese otro que enseñar por qué método y razonamiento puede confeccionarse una sal aurífica y fusible». Esta sal peculiar, fusible, aurífica y metamorfoseadora de los metales no es otra que la medicina o elixir, es decir, la piedra de los filósofos o piedra filosofal.

El nombre de metamorfosis metálica gozará de una cierta fama; medio siglo más tarde Filaleteo aún lo elige como título de uno de sus tratados.

 

FILÓSOFOS POR EL FUEGO.

Como hemos visto, Chartier relacionaba Chemia con Cam, el hijo de Noé a quien correspondió la tierra de Egipto. Según este autor, Cham proviene de la raíz árabe chammon que significa fuego. Esta curiosa relación etimológica la encontramos incluida en una definición en el anónimo del siglo 17, Instrucción de un padre a su hijo acerca del árbol solar, definición seguida también por Vauquelin (47):

«L'alchimie, qui en arabe veut dire "feu", nous enseigne l'art de parfaire les pierres les plus imparfaites, de convertir tous les métaux en pur or et de donner la perfection et la santé à tous les corps vivants, par un medicament universel.»

 

Desarrollar el acróstico del término alchimia es un virtuosismo al que no se han sustraído algunos alquimistas. El primero que encontramos es el de Constantino de Pisa, autor de finales del siglo 13:

«Qué es la alquimia lo especifica ella misma por el significado de sus letras. A, actividad; L, ligera; C, que confiere; H, honor; I, infinito; M, suministrando; I, por el fuego; A, plata y oro y piedras preciosas, las tres cosas en las que consiste todo tesoro perpetuo.» (48)

Pero el acróstico más conocido es seguramente el del grabado Alchimia de Barent Coenders (1693), desarrollado así:

«Ars Laboriosa Convertens Humiditate Ignea Metalla In [símbolo gráfico del Argento vivo] (Arte laborioso que convierte, por la humedad ígnea, los metales en mercurio)».

A propósito del apelativo laboriosa, escribe E. Canseliet: «¡Laboriosa! El epíteto no es excesivo, el cual, al igual que GRANDE en su aposición, expresa bien los cuidados y fatigas inmensas exigidos por una OBRA sin otro ejemplo sobre la tierra.» (49)

La necesidad del esfuerzo es un tópico que se encuentra ya en un autor bizantino tardío, el monje Cosmas: «Esta química verdadera y misteriosa exige mucho trabajo, pero poco gasto». Es por tanto posible que la actio leuis de Constantino se refiera, no al esfuerzo, sino al gasto.

Ambas definiciones, la de Constantino y Barent, insisten en la el papel del "fuego". Mientras que la primera sigue los conceptos transmutatorios vistos repetidamente, la segunda pone el acento en una operación intermedia:la solución, cuya interpretación e importanica depende de los autores. La Suma da este nombre a una de las operaciones que dotan a la medicina de las cualidades requeridas. Por su parte, el Rosario (2, 2) arnaldiano llama así a la operación que realiza la reducción de los metales en "materia prima", condición sine qua non, según "Aristóteles-Avicena", para que la transmutación fuese posible.

El "disolvente" es uno de los grandes secretos del arte y recibe numerosos nombres. El Rosario le llama argento vivo, confundiéndole así expresamente con la materia prima metálica. Con el nombre de "humedad ígnea" Barent hace referencia a su composición o preparación, asimilándolo a la preparación del baño del rey.

Pontano (finales siglo 16) fue el primero en llamar la atención sobre la importancia capital de ese fuego "filosófico", aunque su breve opúsculo no das más información y remite al Libro secreto de "Artefio", falsificación reciente medievalizante y que no aportaba nada a la solución del problema suscitado por Pontano. Este enfoque del fuego tuvo una repercusión extraordinaria y casi todos los autores trataron de integrarlo en sus respectivas visiones de la alquimia, multiplicándose las exégesis que lo relacionaban ya con la sal, ya con el mercurio, bien con el azufre. Antes de Pontano la dificultad del fuego parecía residir en el "régimen" o aplicación de la temperatura adecuada; después de Pontano el misterio girará sobre su origen y su carácter celeste, casi mágico, con el que la alquimia reemprende su aspecto astrológico, omnipresente hoy, pero casi totalmente marginado desde los árabes.

 

EL HERMES DEL NUEVO MUNDO.

Cerraremos esta exposición cediendo la palabra al más celebrado de los adeptos después de Hermes, Eireneo Filaleteo, para que nos hable del arte y sus adeptos:

Sobre la metamorfosis de los metales, capítulo 2, "Del origen del arte y de sus escritores":

«Hermes, de sobrenombre Trismegisto, ha sido introducido en la escena de los Filósofos como Padre de este Arte; los Autores muestran diversas opiniones sobre su identidad; no faltan quienes afirmen que fue Moisés; todos convienen al menos en que fue un filósofo perspicacísimo nacido en Egipto. Es llamado Padre de esta Filosofía, por ser el primero (cuyos libros nos han llegado) en tratar de la Filosofía. Sin embargo algunos arguyen que esta ciencia deriva de Enoc, el cual, previniendo el diluvio, escribió en unas tablillas las siete artes liberales (entre las cuales está la Química) y las dejó a la posteridad. Al entrar Hermes en el valle Hebrón encontró aquellas tablas que hoy se llaman Esmeraldinas y de allí extrajo su sabiduría. Otros defienden con energía que Noé poseyó este arte y lo llevó en su arca. No pocos se afanan en establecer el arte a partir de algunos lugares de las Escrituras, y escriben que Salomón la poseyó. Algunos la hacen remontar desde Adán mismo a Abel y luego a Set. A mí, que tengo intención de escribir sobre la simplicidad de la naturaleza, no me agradan estas sutilezas, pues no ilustran el Arte, sino más bien lo oscurecen, de manera que parece Fanático, y quienes así escriben sólo suministran un motivo de risa a los atrevidos Misoquímicos(50). [...] Bernardo Trevirensis (muy venerado por mí) es de gran candidez en este arte; también el inglés Ripleo, el francés Flamel, Sendivogio, autor de la Nueva Luz, el autor anónimo del Arcano Hermético, quien dio su nombre en un doble anagrama, spes mea est in agno en el libro titulado Enquiridión de la física restituida, y penes nos unda Tagi en su Arcano Hermético. No quiero dejar pasar aquí la Escala de los filósofos, el Rosario magno, la obra de Arnaldo, el Juego de niños, el opúsculo de Dionisio Zacarías, Egidio de Vadis, la obra de Morieno, los poemas de la Chrysopoeia de Augurelli, los cinco tratados del Rosario abreviado, la obra de Pedro Bueno Ferrarense; mi voluntad sería incluir todos los libros que están de acuerdo con los mencionados y excluir a los que están en contra.»

 

Breve guía al rubí celeste:

«La piedra de los filósofos es una cierta sustancia celeste, espiritual, penetrativa, fija, perfeccionadora de todos los metales en verdaderos oro y plata (según la cualidad de la medicina) expuestos a toda prueba; y ello por imitación de la Naturaleza y de sus operaciones, lo más aproximado que puede hacerse. El Arte Químico versa sobre esta sustancia, tratando el modo y manera de perfeccionarla.»

 

 

ILUSTRACIONES.

1. La lucha de los dragones, sugestivo símbolo creado por "Flamel" en el Sumario, es también una imagen expresiva de la Alquimia y sus contradicciones. (Abraham Eleazar, Uraltes chemisches Werk, 1760).

2. La "escalera de los sabios", imaginada por el rosacruz Robert Fludd. (Utriusque cosmi historia, 1619).

3. El uróboro o serpiente que se muerede la cola es (según Horapolo, siglo 5) un jeroglífico usado por los antiguos egipcios para representar el universo. (Ilustración de un códice alquímico bizantino del siglo 11).

4. El baño regenerativo del rey, asimilado al bautismo de Jesús. (Ilustración de un manuscrito del Splendor Solis, siglo 16).

5. Interpretación del uróboro como samsara: Neither Beginning nor End. The End is swalowed up by the Beginning. (D. A. Freher, Paradoxa emblemata, ms siglo 18).

 

NOTAS.

1. Tratado sobre la oculta sabiduría, escrito por el sayj Abu Ali Sina al sayj Abu l-Hasan. Traducción inglesa en H. E. Stapleton y otros, «Two alchemical treatises attributed to Avicena», Ambix, 10-2 (1962), p. 53. Hay una traducción latina en Theat. Chem. 4, p. 836.

2. Alchimie: une Métaphysique en action. http://www.contrepoints.com/alchimie/index.html (enlace activo en octubre-99).

3. En la revista La Tourbe des Philosophes, 2, 1 (1978), p. 63.

4. Claude d'Ygé, Nouvelle Assembée des Philosophes Chymiques (1954; París: Dervy-Livres, 1972). Capítulo "L'Alchimie".

5. Réné Alleau, Aspects de l'Alchimie traditionelle (Paris: Les Éditions de Minuit, 1953; 1970). "Introducción".

6. E. Michelena fue un colaborador asiduo de la antigua revista Karma-7. El artículo que citamos se titula "Qué es la alquimia", de mediados de los setenta, pero no tenemos la referencia exacta de número y año.

7. Fama Fraternitatis (1614). Citamos de la traducción de Biblioteca Esotérica, 1983.

8. Guénon ha tratado el tema en L'ésotérisme de Dante, cap. 3; Le roi du monde, cap. 8; Aperçus sur l'initiation, cap. 37 y 38. Por su parte Fulcanelli lo trata en Las moradas filosofales, cap. "Luis d'Estissac".

9. John Read, Throug Alchemy to Chemistry (New York, 1957). "The nature of Alchemy".

10. F. S. Taylor, "The origins of Greek Alchemy", Ambix, 1 (1937), pág. 30.

11. «He phúsis têi phúsei térpetai, kaí he phúsis tèn phúsin nikâi kaì he phúsis tèn phúsin krateî». El mismo "Demócrito" y otros autores griegos posteriores amplían esta excesivamente sintética exposición. El axioma ha pasado a Europa, generalmente atribuido al Parménides de la Turba y el varía según las versiones.

12. «dokoûntes gàr hemâs muthikòn, all' ou mustikòn apaggéllein lógon».

13. To prôton bíblion tês teleutaías apochês, en CAAG, 3, 51. Citado también por Olimpiodoro, 2, 4, 35. Cf. F. S. Taylor, The alchemists (1949), cap. 3.

14. En el Quinto libro a Leucipo, una atribución posterior al Phusiká.

15. Por ejemplo, en dos de los manuscritos, la obra de Olimpiodoro lleva el siguiente título: Del filósofo Olimpiodoro al rey de Armenia acerca del arte divino y sagrado de la piedra de los filósofos (... perí tês theías kaì hieràs tékhnes toû líthou tôn philosóphon).

16. En griego tardío la eta, hípsilon, iota (e, i, u) y los diptongos ei, oi, se pronuncian como i, de aquí las variantes ortográficas que se encuentran en los manuscritos.

17. Cf. Cf. H. E. Stapleton, art. cit., pág. 26. Se conserva un texto árabe atribuido a Agatodemón en el que se declara discipulo de Hermes. Un autor árabe del siglo 13 le hace discípulo de Enoc, a quien lo árabes identifican con Hermes. Para F. S. Taylor es un dios-serpiente fenicio.

18. Sobre Isis y Osiris, 33, 364C. Plutarco es un autor griego del siglo 1-2.

19. Esta relación etimológica aparece en J. Chartier, La science du plomb sacré des sages (Paris, 1651). Chartier consultó a un químico oficial la razón de escribir Chemie y no Chymie; éste le respondió, siguiendo al parecer a Kircher: «CHEMIA ou ALCHEMIA signifioit LA SCIENCE D'EGIPTE, que l'on avoit ignoré jusqu'à present que la diction CHEMIE venoit de XEMI, Chemi, ancienne diction des coptites; tiré de Cham fils de Noé.»

20. «Hic autem est liber qui nominatus est Liber de compositione alchymiae. Hermes vero philosophus et alii qui post ipsum fuere hoc vocabulum ita definiunt, ut in libro De substantiarum mutatione: Alchymia est substantia corporea ex uno et per unum composita, preciosiora ad invicem per cognationem et effectum coniugens, et eadem naturali commixtione, ingeniis melioribus naturaliter convertens.» Ref. Chrysopoeia, 4 (1990-1991), pág. 6.

21. "The origin of alchemy", Ambix, 9 (1961), pág. 33 ss.

22. Opus tertium, 12: «[...] alkimia speculativa, quae speculatur de omnibus inanimatis et tota generatione rerum ab elementis. Est autem alkimia operativa et practica, quae docet facere metalla nobilia et colores et alia multa melius et copiosius per artificium quam per naturam fiant. [...] docet invenire talia quae vitam humanam possunt prolongare.»

23. Opus maius: «Nam illa medicina quae tolleret immunditias et corruptiones metalli vilioris, ut fieret argentum et aurum purissimum, aestimatur a sapientibus posse tollere corruptiones corporis humani in tantum, ut vita per multa saecula prolongaret.»

24. Opus tertium: «Opera huius scientie continent maxima secreta, ita etiam ut secretum secretorum attingant, scilicet illud quod est causa prolongationis vitae, ideo non debent scribi in aperto.»

25. Seguimos la lectura del Rosarius alchimicus Montipessulani, editada por Antoine Calvet (Paris: Presses de l'Université Paris-Sorbonne, 1997), capít. 31: «[...] tot quant es necesari ad acabar et transformar tot coprs non perfieg en veray argen o veray aur, segon que l'elixir sera preparat. Et dic que el a aytaben vertut et efficassia sobre totes las autras medecinas dels mejes a sanar totas malatias tant caudas com frejas, quals que sien, quar es cuasa recosta et de sotil natura. Per que conserva sanetat, confirma forsa et vertut, del viel fa jove et gieta del cors tota malutia, tot veri cassa, mondifica toteas las causas que son dins lo corps et sana et conserva las en sanetat, purga lo sanc et mondifica et totas las causas, que dins los speritz sensuals son, mondifica et conserva en netesa. Et si la malautia es estada mot longa, qual que sia, el la geris dins un mes.»

26. Speculum alchemiae (en Theatr Chem, 2): «Hermes de hac scientia dicit: alchemia scientia corporea ex uno et per unum simpliciter composita, preciosiora ad invicem per cognitionem et effectum conjungens et eadem naturali conmixtione in genus melioris convertens. Alius quidam dicit: Alchemia est scientia docens transformare omne genus metalli in alterum. Et hoc per medicinam propriam, sicut patet in multis philosophorum libris. Quare alchemia est scientia docens facere et generare quandam medicinam, quae elixir nuncupatum, quae, quando projicitur super metalla seu corpora imperfecta, perficit ipsa complete in momento projectione.»

27. Del árabe al-iksir, a su vez del griego xerós, "seco", nombre dado a un polvo curativo, de ahí "medicina".

28. En Kitab al-Asrar. Ref. H. E. Stapleton y otros, art. cit.

29. P. Kraus, Jabir ibn Hayyan. Contribution à l'histoire des idées scientifiques dans l'Islam (1942-43).

30. Abu'l-Qâsim Muhammad ibn Ahmad al-Irâqî, (c. 1250). Edición y traducción de E. J. Holmyard , The book of the knowledge acquired concerning the cultivation of gold (Paris, 1923).

31. Esta obra también ha sido atribuida a Alfonso X, lo que tal vez sea indicio de que proviene de su equipo de traductores.

32. En Theat. Chem., 4: «[...] praesentis artis intentio est, quomodo ab infirmitate ad sanitatem et a diminutione ad complementum reducantur, adiungendo vel auferendum singulis ideo quod a natura magis minusve est adhibitum.»

33. "Alberto Magno", De Alchemia (= Libellus de alchimia, en Theat. Chem., 2): «Alchemia est ars ab Alchimo inventa, et dicitur ab archymo graece, quod est massa latine. Per hanc enim artem reducuntur metalla quae in mineris sunt corrupta et imperfecta, ad perfectionem.»

34. Liber trium verborum: «Alchimia est ars artium, scientia scientiarum ab Alchimo inventa: chimia autem graece massa dicitur latine: per istam enim artem metalla, quae in minera imperfecta, reducuntur ad perfectionem, de corruptione ad incorruptionem.» Esta obra también es atribuida a Rasis.

35. CAAG, 2, pág. 169.

36. CAAG, 3, 24, 4 y 3, 43, 6.

37. Zósimo, CAAG, 3, 24, 4 y 3, 43, 6.

38. CAAG, I, p. 209: «Arkhemía éstin prâgma parà tôn arkhaíon euriskoménen [sic], khimía dè légetai rhomaisté, phraggikà de mâza.»

39. Ref. P. D. Zacharias, artículo citado.

40. «Alchymia est una pars naturalis philosophiae occultae coelica, magis necessaria, quae constituit et facit unam artem et scientiam quae non omnibus est nota, et docet mundare et purificare omnes lapides preciosos, non perfectos, sed decisos, et ponere ad verum temperamentum, et omnia humana corpora lapsa et infirma restituere et ad verum temperamentum reducere ad optimam sanitatem et etiam transmutare omnia metallica corpora in veram lunam, postea in verum solem per unum corpus medicinale universale, ad quod omnes medicinae reductae sunt et fuerunt.»

41. Thesaurus philosophiae (en Theat. Chem., 3): «Scito quod scientia nostra est scientia 4 elementorum et temporum et qualitatum et eorum ad invicem conversio: et in hoc omnes philosophi conveniunt.» Esta obra es una versión del Flos florum arnaldiano (también conocido como Lumen luminum), con ampliaciones y más aparato de citas.

42. Le trésor des tresors, ed. de B. Roger (Paris: Retz, 1975). «[...] l'art d'Alchymie [...] est la plus subtile partie de philosophie naturelle, qui traite et enseigne la très parfaite transmutation des métaux et des pierres précieuses; et comme tout corps malade peut estre ramené en santé.» D. Kahn (Alchimie, art, histoire et mithes) ha mostrado que las dos partes de esta obra son resúmenes más o menos reelaborados del Testamento luliano y de la Clave de Artefio.

43. Opuscule très excellent de la vraie philosophie naturelle des métaux (1567). pág. 47: «Ceste science (communement appellée Alchimie) [...] c'est [...] une partie de la philosophie naturelle, laquelle demontre la façon de parfaire les metaulx sur terre, imitant nature en ses operations au plus pres que luy est possible». pág. 49 «[...] il nous fault accorder avec tous les philosophes que nostre science est comprise soubz la partie de la philosophie naturelle qu'ilz ont appellée assez proprement operative, la conjoindant en cela avec la medecine.»

44. J.-M. Mandosio, artículo citado.

45. «Archimiae vero maior est promissio quam operis executio.»

46. De arte metallicae metamorphoseos ad philoponum (1576): «Tertia metamorfoseos [...] vocaturque Alchemistica ab Alchemia; hála enim Graeci salem apellant, chemeían fusionem: et haec ars circa fusibilem quendam salem peculiariter versatur. [...] Una pars est Philosophiae eius, que circa rerum naturam causasque vertitur. Docet enim et metallorum et caeterarum quoque rerum, quae cum his aliquo naturae vinculo coniunctae sunt, naturas atque causas.»

47. De l'arbre de vie, texto editado por S. Matton en Chrysopoeia, 1 (1987).

48. «Per significationem litterarum specificat seipsam quid sit alchimia. Igitur A, id est actio; L, id est, leuis, C, id est, conferens; H, scilicet, honorem; I, id est, infinitum; M, id este, ministrans; I, id est, igne; A, id este, argentum et aurum et lapides pretiosos, in quibus tribus consistit omnis perpetuus thezaurus.»

49. Alchimie (Paris: J. J. Pauvert, 1964; 1978), pág. 13.

50. Aunque de un siglo posterior, aquí va un ejemplo que le hubiera encantado a Filaleteo: «Moisés había aprendido todas las ciencias de los egipcios, es por ello que los sacerdotes decían que era un segundo Hermes, viéndole explicar todos los jeroglíficos. Adán recibió de Dios mismo los principios de todas las ciencias; Adán instruyó a Noé, éste instruyó a Set, cuyos descendientes comunicaron los mismos conocimientos a Abraham; Abraham enseñó a los caldeos, los caldeos instruyeron a los egipcios y los egipcios instruyeron a Moisés. Canaam significa el antiguo Hermes y nada más; Misraim era hermano de Cam. Hermes enseñó la medicina universal a Isis, que curaba todas las enfermedades, según los antiguos. Isis es la luna y Osiris el sol, o el oro y la plata. Tubalcaín fue el primer Vulcano antes del diluvio; Cam es el Júpiter de los antiguos; el niño egipcio es la tierra de Cam; esta tierra de Cam, según Plutarco, es la Química; el anciano hebreo es el mismo que se llama Zeus. Saturno es Noé, que descubrió a su padre; Vulcano fue Misraim, después del diluvio y Mercurio inventó todas las artes entre los egipcios; este mismo Mercurio era hermano de Misraim». (Sabine Stuart de Chevalier, Discours Philosophique).


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