- DIEGO TORRES VILLARROEL, "Viaje Fantástico del Gran Piscátor de Salamanca", texto presentado y editado por Pedro Rojas García, «Azogue», nº 2, Julio - Diciembre 1999, URL: http://www.revistaazogue.com

 

Diego de Torres Villarroel

VIAJE FANTÁSTICO DEL GRAN PISCÁTOR DE SALAMANCA

 

Este tratado está incluido en: Diego Torres Villarroel, "Conversaciones Physico-Médicas y Chímicas de la Piedra Filosofal". Hemos utilizado la edición de: Salamanca, 1752.


 

VIAJE FANTÁSTICO

DEL

GRAN PISCÁTOR DE SALAMANCA

JORNADAS POR UNO Y OTRO MUNDO

DESCUBRIMIENTO DE SUS SUSTANCIAS,

GENERACIONES Y PRODUCCIONES.

CIENCIA, JUICIO Y CONJETURA

del día 22 de mayo de este presente año de 1724 (del cual han escrito los astrólogos del Norte), las reglas generales para judiciar de todos los eclipses que puedan suceder hasta la fin del mundo.

DEDICADO AL SEÑOR D. ALEJANDRO NAVARRETE

caballero del hábito de Santiago, Pagador y Tesorero general de juros y mercedes.

POR SU AUTOR

EL BACHILLER DON DIEGO DE TORRES

profesor de Filosofía y Matemáticas, sustituto a la cátedra de Astronomía de Salamanca, etc.



Al señor D. Alejandro Navarrete Caballero de hábito de Santiago, pagador y tesorero dejuros y mercedes.

     Mano sobre mano el alma, sin tener que acudir al empleo de los exteriores sentidos, y la razón en brazos del ocio sin taras, dejaron sobre su palabra a la fantasía, y corriendo los espacios de la imaginación, recitó en su teatro esta historia. En el taller del sueño se abultaron todas sus ideas y figuras; y si de los hombres es el errar, yo, hombre y dormido, tantos errores habré dictado al escribirla, cuantos desaciertos al soñarla. Piedad fue del sueño volverme el juicio antes de hacer la Dedicatoria, que durmiendo pudiera errar la elección; pero luego que (por cortesía del letargo) recogí mis potencias, ofrecí con la de la voluntad, a usted señor don Alejandro, mi dueño, esta memoria. Dormido pudiera faltar a mi obligación y fuera disculpable la ofensa; pero despierto, si faltara, no tuviera perdón el delito.

     Lo que yo debo, y lo que a usted se le debe, son estímulos que borran cualquiera otra idea; mi duda la dejo a la consideración de quien supiere mi fortuna; pues confesando yo que soy un honrado mozo, que vivo en la corte, sin más capellanía que un mal ingenio, conocerá las infelicidades a que me tiene sujeto esta mal seguida carrera; con que debiendo yo a usted la aplicación y remedio de muchas, se deja conocer cuánto será el débito.

     Por caballero prudente, afable y perpetuo honrador de los pobres ingenios, se le deben a usted ésta y otras dádivas de mayor sustancia de justicia (y puede el más vano escritor prometerse el mayor crédito, si merece su obra el juicioso sentir de usted) luego por esta general deuda, y tantas particulares mías, no sólo con la gran voluntad, que yo me ofrezco, sino precisado de obligación, debo rendir a usted este trabajo, y en esta carta confesar las honras, favores y atenciones que le he debido; por lo que suplico a usted encarecidamente se sirva de esta pequeñez, en que va, como en cifra, todo lo superior de mi afecto, y si Dios me da vida, serviré a usted en cuanto alcance mi poco valor, y pediré le conceda buena salud, muchos dones y bienes. De mi posada, hoy 5 de agosto de 1724.

     Señor D. Alejandro Navarrete.

Servidor y fiel, leal A. de V

Q. S. M. B.

Diego de Torres Villarroel



Prólogo a quien leyere

     El doctísimo Atanasio Kirquerio escribió con notable extensión y dulzura este Viaje en un libro, que después intituló Camino extático; y en él dice, que fue llevado del ángel a registrar todas las oficinas del orbe. Otro (de cuyo nombre no quiero acordarme) hizo pacto con el demonio, porque le descubriese las maravillas de esta cósmica máquina. Yo no soy tan bueno como el uno, ni tan malo como el otro; porque ni ha querido guiarme el ángel, ni yo quiero que me lleve el diablo. Los dos escribieron como espíritus, y yo como pobre hombre, con que se discurre la diferencia que habrá de sus papeles a este borrón. Sin más lazarillo que mi fantasía, y durmiendo a pierna suelta, he concluido las mismas jornadas; es verdad que ha corrido la posta mi pensamiento. Los dos, como llevaban compañía de su gusto (y que les haría el gasto), pudieron detenerse en él; pero yo, como llevaba pocos cuartos, no pude detenerme sin irreparable atraso y descomodidad. Yo, lector de mi alma, te doy compendiadas en estas cortas hojas las maravillas de una y otra esfera, no omitiendo sustancias que no ponga en tu noticia. Por Dios, que te contentes por ahora, mientras con más extensión, y hoy, más despierto, puedo poner en tu mano mejor escrito este asunto, y si no me quieres aguardar a mí, libros discretos hay para todos; búscalos y diviértete, si tienes que comer, y si no, ni los leas, ni te acuerdes de ellos, que te hurtarán el tiempo y morirás de hambre. Pero si tú, Mercurio, te arrastrara a ser estudiante, ponte a letrado, médico o poeta (que ya son ricos), que son oficios fáciles y que valen dinero; porque nunca faltan pendencieros, glotones, ociosas, y en sus vicios tendrás sobrado patrimonio. Con notable gusto me he dedicado a escribirte en ocho días (que no nos han dado más lugar los astrólogos del Norte) este librito; y te aseguro que sólo me queda la aflicción de saber que escribo para la curiosidad y no para la ambición; y como es más el número de ambiciosos que de curiosos, con razón temo que vayan mis hojas a ser estrado de empanadas y hojaldres; pero tendré paciencia, porque es imposible enmendar el mundo. Y en fin, lector amigo, si te cuesta dinero leer mi obra, échala las blasfemias que quisieres, que tendrás razón; por si te la regalo yo, o viene a tus manos en balde, disimula lo malo que en ella halleres, calla y déjala correr, pues no te cuesta nada, y vivamos todos; que otras cosas peores tragarás al fin del día; y ya que te agasajo yo en mis Prólogos, no me injuries, que si logro el fin para que escribo (que esto sólo te callará mi amistad), puede ser que no te contemple tanto; y aunque no lo logre, también me reiré de ti, si eres mordaz, como te tengo dicho en mis Pronósticos. Y ahora, adiós, amigo.



Introducción y provisiones precisas para el viaje

     Amortajado en un raído ropón, media melena en el bonete y la otra porción a trechos enredada, los ojos acostados y todo yo a escuras, buscando al tiento mis potencias, salí (sin saber si salía) de mis tablas una de las tardes de el Julio a despedir las modorras de una siesta; y fuese el estar todavía sin alma, o durar en el cerebro los humientos filigines del narcótico; sin tino me tiré en una silla, y un muslo sobre otro, mordiéndome las uñas de la mano izquierda, me volví a quedar con la fantasía entre dos luces y el entendimiento a buenas noches. Con la quietud de mi solo retiro, y en el nuevo descanso de mi silla, se volvió a morir la tercera parte del alma, la memoria se reclinó en las orillas de sus cavidades, y la razón perdida entre la multitud de espíritus y confusión de especies, dejó correr a la fantasía por las espesas mansiones del seso, soñando a instantes y delirando a momentos. Y como los sueños del animal son los que vulgarmente ocurren, y dependen de la disposición del primer sensorio, siendo fantasmas de su idea las frecuentes cogitaciones del día. Yo había leído aquella mañana en el Camino extático de Atanasio Kirquerio, o poco anta había oído leer el Entretenimiento ocioso político de la Gaceta del día 13 de Junio, que en el Capítulo de París y Londres expresaba las altas cavilaciones y conjeturas que los astrólogos y observadores hacían del eclipse de 22 de Mayo de 1724. Y sin duda la lección de Kirquerio o las novedades de la Gaceta, o uno y otro pensamiento barajado, despertaron en la imaginación la siguiente burla.

     Persuadíme que, sin tocar la puerta, se entraron de tropel unos cuantos amigos a mi cuarto, y sin otra salutación, ni más Deo gratias que su despecho, el más hablador me decía: «¿Cómo, vuestra merced, señor Cachiastrólogo, en un eclipse cuya naturaleza y efectos tienen alborotado al Norte, y sus menos perezosos observadores están escribiendo, vuestra merced no hace más que apuntar en su Pronóstico el simple cálculo del día y la hora?» Que en los minutos hay sus más y sus menos, amigo mío, déjese de coplas, que bastantes perdularios tiene la corte dedicados a este chacorrero estudio. Un pronóstico debe ser una efeméride y así es trabajo útil; cortéle el hilo, porque no me pusiese como un trapo, y dije: «Si los astrólogos del Norte y de Francia tuvieran tan fatal estrella como nosotros, los viera vuestra merced más dados al vicio de la poltronería. ¿Parécele a vuestra merced poca honra la de Corsini y Miraldi, que fueron llamados a Trianón de su rey para que le explicasen la naturaleza de este eclipse? Por menos honra y menos provecho me hubiera yo dado veinte noches malas, y hubiera espiado todos los posibles movimientos de la esfera. Demás, que el legista come fiado en el enredador y litigioso; el médico tiene su patrimonio fundado en nuestra intemperancia y desorden; el poeta vive con nuestra ociosidad; el sastre con nuestras vanidades; el arrendador con nuestra soberbia, que es una gran finca, y la más segura, la de los vicios. El pobre astrólogo fundó su mayorazgo en la curiosidad, y apenas se supo en España que era virtud, la echaron de sus territorios. Dios ha repartido los bienes con toda igualdad en los hombres, y no quiso darlos todos a uno, porque no hubiese uno que no tuviese que pedir y mendigar los otros, y así nos debemos cambiar nuestras mercadurías. Si Dios o el diablo le dio a vuestra merced dineros, y no le dio astrología, cambie parte de sus doblones por mis juicios, y atropellémonos todos; y si no, ya que vuestra merced quiere tener llenos sus talegos, estése con la cabeza vacía, que yo no quiero trabajar de balde, que necesito la vida pará buscarla por otra parte menos desdichada que este camino; y estos Pronósticos, sepa vuestra merced que los escribo sólo porque me gastan quince días al año, que si me hurtaran un día más, los dejara, y eso lo tomo como entretenimiento, no como estudio; y a lo que me dice, que debía ser una efeméride, respondo, que la ignorancia de vuestra merced y el aborrecimiento a las dignas curiosidades saca de quicio las esencias y trabuca todas las cosas: ¿qué entendiera vuestra merced ni otros, si le pusiéramos en el Pronóstico sola la figura celeste? ¿Qué filosofía ha leído vuestra merced para judiciar de sus disposiciones? Conténtese con saber en el día que vive, y rece al santo y sepa los cuartos de la luna, y si quiere más, cuéstele su estudio y su dinero, que el oficio ajeno, ya sabe vuestra merced lo que sucede.» Más bien a decir, pero otro mozo más modesto dijo: «Tiene razón el señor astrólogo; si su facultad está en los últimos calabozos del desprecio, si los papeles que hablan de sola su profesión los arrinconan, ¿por qué han de poner al público obras que desprecie nuestra ignorancia? ¿Por qué han de gastar caudales en sus impresiones? ¿Y por qué han de perder el tiempo?» «Dejemos esas impertinencias -dijo otro de los perillanes- y sepamos a lo que venimos.» «Yo bien sé -les volví a decir- que vuestras mercedes son hombres que tienen negocios por aquellos países, y quizá sus corresponsales les habrán escrito que se ha de morir medio mundo en este eclipse, y curiosos viene a saber cómo miento yo, para cotejar después juicios.» «Es así», respondieron todos. «Pues con el alma y la vida -dije yo- explicaré a vuestra merced lo poco que yo puedo haber observado, y lo que hubiere leído en tal cual librillo, que por roto, quizá se escapó de las especierías; pero para que vuestras mercedes (que no tienen principios meteorológicos) puedan informarse, es preciso que tengan paciencia y se vengan conmigo, que hemos de hacer un viaje por este mundo elemental y parte del otro, que quiero que lo registren con los ojos, y aun se cansen. Yo sé que al cabo de la jornada no les pesará, porque se han de alegrar de saber la fábrica de este globo que pisamos, así exterior como la interior. En ella hemos de ver las generaciones de los tres tesoros con que se enriquece, mineral, animal y vegetable; y atravesando por la vasta región del aire y fuego, en uno y otro notaremos sus impresiones, y cómo la sagaz naturaleza congrega, dilata, cuece, condensa las lluvias, los granizos, los truenos, etc., y después subiendo a los montes de la Luna y esfera del Sol, veremos su fábrica, materia, el motivo de perder sus luces y restaurar sus resplandores; y descansando de este viaje otra vez en esta superficie, sabremos estas impresiones eclípticas, así las de este eclipse, como de cuantos pueda haber hasta la fin del mundo.» Todos, sin más reflexión que mi propuesta, dijeron: «Vamos»; y tomando yo las de Villadiego, y ellos las de Juan danzante, dimos principio a la primer jornada.

 

 

Jornada primera

Descubrimiento del mundo subterráneo, noticia de sus generaciones, metales, piedras ymedios minerales, y de toda su fábrica y oficinas interiores.

     ¡Válgame Dios, con qué viveza abulta la fantasía imágenes y copia figuras en el taller del sueño! ¡Con qué libertad vuela sin el freno de la razón por espacios nunca descubiertos! Estaba yo, sin duda, padeciendo la primera fuerza del letargo, cuando más vivamente, y a mi parecer, más despierto, creí que me hallaba con mis amigos a la boca de una cueva (que es gran cosa el sueño para cabalgadura, que en un abrir y cerrar de ojos se halla uno mil leguas de su casa) y que uno de los caminantes traía en la mano un mechón de trapos almidonados de resina, pez, azufre, cera y otros ingredientes, que daban pabilo a una crecida y durable llama, sin saber cuándo ni dónde compuso ni encendió tal engerto (aunque los trapos ya discurro que los sacaría de mi posada), y dijo él: «Esto de ver con el entendimiento es bueno para los metafísicos; yo, si no me informo con los ojos, me río de toda la Filosofía. Yo iré delante, y vuestra merced me mandará parar donde hubiere que ver, para que todo lo registremos a mejor luz. Y ahora, díganos vuestra merced, ¿qué tierra es ésta?» «Ésta es -le dije- mi patria, esta cueva es aquella universidad donde enseñaba el diablo, y donde hurtaron la sombra a aquel marqués que se volvió jigote.» «Antes que pasemos adelante -dijo uno-, sepamos por vuestra merced, que es de Salamanca, qué verdad tiene esta historia.» «Yo sólo sé, por noticia nocional desde mis abuelos, que esta cueva era morada del santo varón San Cebrián, y su penitencia la hizo en una ermita, cuya arquitectura componían esos destrozos y ruinas que veis allí; y ésta tenía comunicación a la cueva; y después, con el tiempo, se ha vuelto a cegar; de los otros cuentos no hay más noticia que la que trae el cardenal Aguirre en el libro que intituló Ludi Salmanticenses, y en unos manuscritos que tenía la librería(1) de la compañía de Jesús de esta ciudad, están apuntadas estas historias. Esto no es del asunto. Otras advertencias tenía que hacer a vuestra merced más del caso, pero en el camino las diré, que temo si nos detenemos, nos falte la luz al mejor tiempo.» Guió el del mechón, y los demás iban divertidos en mirar los varios colores de las venas que se descubrían en la tierra; otros se maravillaban de ver las piedras y pedazos de peñas de varia dureza y vario colorido; pero lo que más les horrorizó fue el estruendo y ruido con que por otra de las roturas de la tierra se desguajaba un inmenso golpe de agua, y que ésta, por otras venas y acueductos, se esparcía por todo el reino interior de la tierra. Tiré de la ropa al de la luz, paróse, y dije: «Muchas cosas han visto vuestras mercedes ya de especial consideración; y así antes de desnudarnos para pasar al otro lado (que nos será preciso), vamos averiguando y descubriendo estos fenómenos. Es la tierra un vaso y recibimiento de los cuerpos sólidos y celestiales movimientos, pues a la circunferencia de su centro se dirigen todos sus influjos, llevando por natural inclinación a su punto todos los cuerpos graves, menos aquellos que, por el beneficio de la solidez, son retenidos en la superficie, y todos los cuerpos leves huyen de su centro; y así, estos vapores que sentimos son unos alientos nitrosalinos y sulfúreos, que, como forasteros de este centro, los arroja y eleva; así el calor del Sol, como el fuego subterráneo que cuece en estas entrañas, y ellos, buscando los poros de la tierra, se penetran hasta encontrar el aire, y los que en aquella esfera endureció y condensó la frialdad de aquella región, bajan más térreos a buscar su centro, de tal modo, que continuamente suben vapores y bajan, siendo el calor y luz del Sol, y la humedad de la Luna, y el especial influjo de los demás cuerpos etéreos, universales agentes que producen en la disposición de esta materia elemental estas formas y especies. Díjolo Hermes en su Tabla Smaradigna: Rei unius pater est Sol mater vero Luna portavit ventus hanc rem in suo ventre (est rursus quod prius) nutrix eius terra est.» «De modo, señor astrólogo -dijo uno de los compañeros-, que la naturaleza, a quien llaman los filósofos principium motus, et quietis eius in quo est, viene a ser un ejercicio del cielo con los elementos, y a lo que llaman materia prima o subtantia receptiva phomarum, es toda la región elemental; y a lo que dicen phorma, o certatotius corporis singularumque partium dispositio, es una acción y potencia de aquella etérea región en esta elemental.» «Sí, señor -le dije-, y estos son los principios del ente natural y los de cualquier compuesto físico. De suerte, caballeros, que ya que estamos o, quiero (pues la Filosofía no es otra cosa que un conocimiento de las cosas naturales) hacerles a vuestras mercedes filósofos, sin gastar tres años en hacer silogismos, sin pasar por los rudos principios del Barbara Celarum, y las demás impertinentes disputas; y supuesto ya esto, como prenotable a nuestro intento, oigan vuestras mercedes: Todas las materias que oculta este mundo subterráneo son tres: piedras, metales y medios minerales. Estos géneros se engendran de la proporcionada mixtión de tierra y agua, manteniendo también en sí porciones de los cuatro elementos, pues es indudable que cualquier sulfur y licor retiene en su cuerpo el aire oculto. Esas piedras, que vuestras mercedes ven, las fabrica la sagaz naturaleza de mixtión de mucha tierra y poca agua; y el motivo de que unas sean más cristalinas, otras más lúcidas, otras más duras y otras más suaves, es la mayor o menor cocción que hace en ellas el fuego, ya de los celestes cuerpos, ya el que está encerrado en estas cavernas. La generación de los metales es de mucha agua y poca tierra; esta poca porción se convierte en sulfur, y la mayor cantidad de agua en argento vivo o azogue, y condensada y unida el agua al sulfur en la diuturna decocción, la tierra se clarifica, y destruidas las partes más térreas, queda el metal. En los colores, que vuestras mercedes vieron, digo, que toda materia preparada para metal, como otra cualquiera materia cocida, es negra, al principio; en la segunda decocción se hace blanca, y de la tercera resulta el color rubro, que es el más perfecto, y el último que hace el fuego en los metales. Vámoslo viendo en el oro, que en el más puro, y que tiene menos porción térrea. El influjo del sol y el calor subterráneo encuentran en la tierra proporcional mi mixtura de ella y el agua; únense con la diuturna decocción estos cuerpos, y resulta el argento vivo, y después en la tercera preparación falta la bellísima criatura del oro, que fue a los principios negro sulfur, después blanco argento, y al último pálido oro, siendo la tierra y agua su remotísima materia, el vitriolo la remota y la inmediata el argento vivo y el sulfur. Los químicos, consultándose con su siglo, y con la posterioridad, han intentado a fuerza de tragar humo y gastar carbón, considerando el temperamento y materias del oro, hallar el temperamento fingido del oro, juntando partes vegetables y minerales, y queriendo hallar un calor material que pueda suplir el del Sol; pero es locura, porque no puede haber fuego material de aquel especial influjo, ni puede haber humano conocimiento que pueda conocer entre las térreas materias cual sea la más dispuesta para esta transformación.» «Hemos entendido -me dijo uno- su doctrina de vuestra merced, y discurro yo también que no habrá metal que no esté empreñado del azogue; y que todos los metales vienen a ser oro imperfecto o no bien cocido, o ya por sobra o falta de preciso calor.» «Es así -respondí-, pero además destas precisas materias y decocciones, que hemos dicho, es de advertir que en cada metal trabaja con especialidad un cuerpo celeste; y así el Sol es el que purifica el oro; la Luna es el que trabaja en la plata; Saturno en el plomo; en el hierro Marte; en el estaño Júpiter, y en el latón Venus; y esta impresión y especial influencia, la deducen los filósofos por la similitud que en las cualidades tienen estos metales con aquellos astros; y así como Saturno es frío y seco, y el plomo tiene la misma cualidad, de aquí es que dicen los filósofos que es necesario el especial influjo de estas estrellas en cada metal. Los medios minerales son los que ya del todo preparados se descubre en ellos porción lapídea y metálica; estos son la magnesia, la tutia, el oro pimento, antimonio, estibio, arsénico, alumbre, sulfur y otras infinitas sales.» «Basta esto acerca de los metales (que puede acabársenos la luz) y ahora volvamos -dijo uno- al asunto de las piedras, y díganos vuestra merced, ¿en qué consiste esta hermosura de los diamantes, esmeraldas y demás piedras preciosas?» «Digo, pues, que la generación y materias de éstas es la misma que la de las otras; pero también por la semejanza de sus cualidades las cuece especial influjo con proporcionada mixtura; de suerte que el carbunclo se forma de tierra del Sol y de su influjo; el diamante del cielo de la Luna y de su tierra; el zafiro de tierra y cielo de la Luna y tierra de Júpiter mezclados, y la esmeralda de tierra e influjo de Marte; y así de las demás, y esto lo experimentan los químicos en sus transmutaciones; pues tomando posesión de estas tierras y añadiendo varios vegetables, con proporcionado calor material, fingen semejantes piedras, y fabrican en breve (aunque con notable imperfección y poca existencia) metales y piedras, en cuya creación arda más de mil años la sagaz naturaleza. Cuando yo estaba acabando este discurso, ya se habían desnudado algunos, y aún iba nadando el del mechón; echaron los demás conmigo ropa fuera, y cogiéndola al hombro, pasamos al otro lado de aquel brazo horroroso de mar, y mientras nos enjugábamos y nos vestíamos, les dije: «Este río que hemos pasado, que se precipita con soberbia furia por esas cavernas, es el agua del mar; de manera, que en sus suelos y fondos se experimentan varias y diversas roturas y bocas, por donde sus aguas se despeñan a estas entrañas; y la de este río es la mayor, y es una horrorosa garganta, que está debajo del polo Ártico, y dividiéndose esta agua por ocultas sendas y conductos, se va repartiendo por todo este globo interior, y luego se vuelve a unir y salen por otra puerta o rotura que está debajo del Antártico, siendo esta circulación de las aguas subterráneas el motivo de perpetuarse en la superficie de la tierra las fuentes, ríos y lagunas, volviendo también éstas a entrarse en el mar; y esta es la causa de no salir el mar de sus límites, porque cuanta agua recibe de sus caudalosas corrientes de ríos, y fuentes la vuelve a arrojar por estos conductos subterráneos, y con esta perpetua circulación no da lugar a exceder sus límites.» «Poco a poco -me replicó uno de los camaradas-, por dónde sabremos ser cierta esta circulación, y que en los fondos del mar hay esas roturas; y aunque yo había oído decir que uno que hizo pacto con el diablo, guiado su espíritu del otro infernal, fue llevado a registrar todas estas maravillas, y después las dejó comunicadas, ni a él ni al diablo creo, mientras no me den razón en la misma naturaleza.» «La prueba de esto es -le respondí- porque debajo del Ártico y Antártico jamás han podido llegar naves, porque es tan precipitada la furia con que se despeña el agua a estas bocas y roturas, que arrebatadas de su corriente se sorbe también las naves; y esto sucede en muchas partes del mar, pues la causa de tantos remolinos como hacen las aguas es sola esta desigualdad y cisuras de sus fondos.» Íbamos caminando, y no sin notable horror vieron mis amigos diferentes cavernas y profundidades, unas llenas de fuego, otras de aire, y otras (éstas eran las más) de agua. «Estas profundidades -les dije- con oficinas, donde la nunca ociosa naturaleza labra con la virtud de esos elementos las hermosas sustancias y especies con que llena y adorna los tres reinos, mineral, vegetable y sensitivo, continuando sus operaciones con inagotable fatiga. Las salobres aguas del mar, llena y preparadas de los celestes influjos, se desguazan por dichas roturas y corren por varias partes de este cuerpo terráqueo. Llénanse estas cavernas (a quienes los filósofos llaman abismos o hidrofilacios), y éstas, por la virtud del fuego, que está en estas vecinas cavidades que veremos, se cuece y se altera; y separando lo sutil de lo craso, rompe y penetra los poros y cisuras de la tierra, y sube en alimentos y vapores; éstos, parte se consagran en nubes, parte se convierten en fuentes, cuando entran en los huecos de los montes; y a las porciones más salitrosas, las prepara el fuego; y según los disposición y mixtura, lo cuece y convierte, ya en plata, y en ese oro que han visto vuestras mercedes. Así, pues, penetrando estos poros la parte sutil de aquellos hálitos, a las orillas de las cisuras por donde pasan, se van dejando lo más bituminoso y sulfúreo; y de eso se engendran esos medios minerales que vuestras mercedes ven repartidos por esas venas, como el arsénico, oro pimente y muchas sales y venenos; y éstos, con los días y siglos, hacen una física transmutación. La porción de agua que está cerca de esas venas se conserva cálida, por la cercanía de este fuego subterráneo; y rompiendo la tierra, y llevándose consigo estas cuantidades de alumbre, vitriolo, azufre, etc., hace las aguas saludables; y a estos conductos llaman baños y termas, cuyas aguas son maravillosas y medicinales; al contrario, cuando pasa dicha agua por el adusto, adusto betún, arsénico calcinado, son venenos, por las malignas y retostadas cualidades que en sí tienen aquellas térreas porciones. El origen también de las lagunas es esta agua, que por las roturas y poros de la tierra, por secretos conductos las comunican estas cavernas o hidrofilaciones; y hay algunas cuyas aguas están estancadas, debiendo sólo a los hidrofilaciones su copia y manutención; porque ni entra en ellas, ni sale río. Otras reciben ríos y fuentes, y no sale ninguno de ellas; pero por canales secretos vuelven a entrar en la tierra, y despiden tanta agua como reciben; y otras, sin recibir corriente alguna ni río, son nacimiento de muchos caudalosos ríos; y éstos reciben el agua por los arcaduces ocultos de estos hidrofilacios.»

     Reparó el del mechón que se le humedecían demasiado sus trapos, y medio espantado dijo: «¡Vive Dios, que llueve!; pues ¿qué nubes puede haber debajo de la tierra?» «No se asusten vuestras mercedes -les dije a todos- de ver lluvia en estos abismos, que es muy natural. Estas aguas despiden de sí copia de vapores, el fuego las eleva y calienta, penetran las grutas frías de la tierra; y apenas han llegado a tocar a las piedras se endurecen dichos vapores, y entonces se deshacen en agua, como en muchas cuevas habrán visto vuesas mercedes, que sus petrosos techos se derraman algunas gotas, a quienes el vulgo llama manantiales, y son sudores de aquel congelado humor. También hay truenos y relámpagos, y aún más fuertes que los que oímos en la tierra exterior; y es la causa de ellos este nitro y sulfur, que inflamado en sus cavernas forma estruendos y luces, del modo que veremos en el aire. Aquel, ya frío, ya caloroso viento que hemos sentido al entrar por las gargantas de estas cuevas nace de los espíritus salitrosos que se mueven y dilatan por la virtud del fuego. Estos espíritus corren por las entrañas y profundidades de este globo, hasta hallar puerta. Cuando la encuentran presto, como viene todavía el calor en aquellos espíritus, sale cálido el aire; y cuando se azota por entre las cuevas, deja lo más nitroso y ardiente, y sale por las gargantas más frío y más puro.»

     Así, instruyéndolos en santa conversación, llegamos a las orillas de otra caverna llena de aire. «Válgame Dios -dijo el del mechón-, ¿por dónde habrá entrado este elemento aquí?» «De suerte -dije yo- que cuando de golpe vertemos agua en alguna piedra o losa, sentimos aire; pues, precipitándose el mar con furia en esos hidrofilacios, levanta aire, y éste es el que está encerrado en esta caverna. Éste sopla por secretos fuelles y canales en los hidrofilacios y cavernas del fuego, y avivan la llama de unos y agitan el agua de los otros; y así facilitan el ascenso de las aguas a las fuentes y ríos; y esto se ve claramente en las cuevas y montes; pues, estimulado el aire, rompe impetuosamente por las primeras cisuras que encuentra, y a estas profundidades llaman los filósofos «aerofilacios».

     -Señores -dijo uno-, salgamos de aquí, que yo siento un calor a mis espaldas sin haber visto luz alguna; que creo que, si nos detenemos mucho, hemos de salir fritos.

     -Ese fuego -dije yo- sale de esa otra caverna que se llama pirofilacio. Arrímense a este lado, les diré a vuestras mercedes lo que en sí encierra. Esa es la principal oficina donde se preparan y labran a fuego innumerables materiales que sirven para la producción de tantas sustancias como vemos. Este es un calor y ardentísima materia, sin luz, a manera del de la cal cuando le echan agua, pero de mayor actividad y fuerza; y el pabilo con que se mantiene es la misma tierra preparada. Como para la generación de estas sustancias, además del calor es precisa el agua, ésta se dispone en estos pirofilacios; y para que este fuego se conservase mejor, sabia la naturaleza, le tiene abierta bocas y respiraderos en los montes y otras partes, por donde vierta sus llamas y desahogue sus humos; y estas llamas son los volcanes que vomitan fuego en Sicilia y en Nápoles; y como en lo más central de los montes están las minas de azufre, carbón y sal, con la mixtura de éstas se enciende este fuego subterráneo, y, ayudado del viento, que está en los aerofilacios, revienta en llamas con temblor ruidoso de la tierra, abriendo muchas veces nueva boca, por donde el fuego se introduce; y como la halla cargadas de estos materiales, apenas llega el fuego, cuando resolviéndolos, como la pólvora, forman nuevo desahogadero de sus llamas. Mas, porque comunicándose este fuego por algunos conductos a las minas de azufre, cal, etc., los convierte en viento; y como el viento no puede estar encerrado, busca su violencia por donde salir, y abre los fundamentos de los montes por las partes más superficiales. Ya, amigos, que he explicado a vuestras mercedes las partes más principales y más insignes cavidades de este orgánico cuerpo; vamos a su superficie, que ya con estas breves noticias podrá su buen discurso deducir otras consecuencias; y ahora, busquemos la más pronta boca por donde podamos volvernos.

 

 

Jornada segunda

De la tierra y su estabilidad, y situación del agua y de sus vientos y meteoros ygeneraciones de lo vegetable y animal, y causas del flujo y reflujo y otras crecientes y menguantes del mar.

     En ceniciento carbón se iban transformando los torcidos trapos de la mecha, y, agonizando su llama, daba en su pausada moribunda luz nuevo horror en aquellas tinieblas; y mis amigos, queriendo atropellarse y correr, les detuve yo, diciendo:

     -Vamos poco a poco, no suceda que pisemos en tierra falsa y superficial o tropecemos en algún boquerón, que sea garganta de los tristes calabozos de los precitos; y para no ir a parar a sus lobregueces, es menester asentar el pie; que, aunque es lo común irse todos los hombres por sus pasos contados al infierno, es porque caminan a ciegas y sin guía. Yo vengo con vuestras mercedes, y no quisiera que, por su poco cuidado, se me desgraciase alguno, y se quedase a ser infeliz tizón de estas moradas.

     A todos se les erizó el cabello; y uno más animoso, aunque zancajoso de pronunciación, dijo:

     -¿Pues qué? ¿Está por aquí el Infierno?

     -Sí -le dije-, pues ¿dónde ha de estar, sino en las entrañas de la tierra? Y aunque allí hay sus cavernas destinadas a proporción de las culpas. Y en este lugar hondo sin fondo, tenebroso, de hedor incomparable y de insufrible ardor, padecen las almas de los que se apartaron, a su voluntad, de la divina. En estas entrañas está también el Limbo y el Purgatorio; de suerte, que la general situación y orden de estos calabozos es el que sigue: Tierra y agua juntos, más abajo el Limbo. En éste hay tres estancias: la primera, aunque oscura, con mucha luz, que fue la que dejó Cristo, nuestro Bien, a los Santos Padres, que estaban en él; y estos son los Infiernos a que bajó Cristo; la segunda estancia es habitación de los que, sin el santo bautismo, mueren en pecado original; la tercera es el Purgatorio; no del todo lóbrego, pues tienen viva esperanza de la gracia y de la gloria las almas que allí se purgan; y el lugar donde totalmente no hay esperanza es el de más abajo, donde están los perezosos; debajo de éstos, los vanagloriosos, lujuriosos, iracundos, avaros, soberbios; y en la más horrorosa y última mansión, los traidores.

     De esta suerte hablando, yo y ellos caminando, con tal tiento como si pisaran por vidrios, salimos a ver la luz del Sol, muerta ya del todo la de los trapos, y nos hallamos en la superficie de la tierra, ignorando mis amigos el terrazo. Yo les dije:

     -Esta tierra es Sicilia; esa rotura por donde hemos salido es una de las muchas que abre el fuego subterráneo, que acabamos de ver. Y pues estamos a la orilla del mar, y hay nave a propósito que nos conduzca a los puertos de España, y vuestras mercedes han visto ahora y antes esta superficie de la tierra, y nos es preciso hablar de este agregado total de tierra y agua, fletemos, que dentro de la nave hablaremos de todo lo perteneciente a este globo total.

     Dímonos a la vela, y prestándome su atención mis compatriotas, dije:

     -Maravilloso es Dios en todo; pero en las obras de la naturaleza, sin duda resplandece a todas luces su poder. Dispuso su infalible sciencia esta cósmica máquina, en número, peso y medida, dándole la figura más perfecta, que es la redonda; y amasando con su divina mano los dos elementos de tierra y agua, hizo un perfectísimo globo; pues no hay parte de la tierra donde no hayamos visto agua, ni hay profundidad en el mar donde no se encuentre con la tierra. No pierde la figura de su esfericidad estas cuestas, eminencias y llanuras que hemos pasado; porque, respecto de un todo tan vasto, son de ninguna insensibilidad estas eminencias y quebraduras; y, aunque a la vista se oculte lo convexo, es porque los ojos descubren siempre una muy leve parte; y siendo bola de tal magnitud, oculta su globosidad al sentido. Es la prueba de ser rotundo este cuerpo, la positura de su situación en medio del Firmamento, y desde cualquier otro sitio de este globo descubrimos siempre medio cielo; y a no ser esférica esta máquina terráquea, no pudiéramos desde cualquier lugar descubrir iguales semicírculos del cielo. En los eclipses de la Luna se registra mejor; porque siendo la sombra de la tierra la que le quita las prestadas luces del Sol, ésta circularmente se las encubre; conque siendo indubitable, según buena perspectiva, que el cuerpo opaco, herido del cuerpo luminoso, guarda en su sombra la figura de su cuerpo; luego, quitándole redondamente a la Luna sus luces, se sigue que sea también como su sombra esférica la tierra. Otras infinitas razones hay, que prueban nuestro intento; pero basten éstas. Poca consistencia tuviera la tierra si le faltara el riego y unión del agua; ni pudiera retener en sí los cuerpos sólidos, ni menos alimentar al reino vegetable; pues crece, y se aumenta, después del beneficio del Sol, con las humedades del terrazo. Además de esta consistencia, está firme y estable; y aunque no han faltado filósofos que le dieron tres movimientos, además de los que padece con la violencia de los terremotos. Nicolás Copérnico puso dos movimientos: el uno anuo, como si fuese uno de los planetas, diciendo que se movía alrededor del Sol por la eclíptica, con el orden de los signos, desde Aries a Tauro, cumpliendo su revolución en espacio de un año, conservando lo paralelo de su eje en cualquier situación de la eclíptica. El otro movimiento, que le dio era diurno, moviéndose sobre su centro, y con respecto a la equinoccial de Poniente a Levante, en espacio de veinticuatro horas. No hay duda que, aceptada como hipótesis esta opinión, es maravillosa para conocer y explicar mejor los fenómenos de los cuerpos celestes; pero en darle real movimiento, nos oponemos a muchos lugares de la Sagrada Escritura, en donde se prueba el movimiento del Sol y estabilidad de la tierra; pues en el Libro de los Reyes(2) leemos: «Reversus est Sol decem lineis per gradus, quos descenderat», y en el Eclesiastés(3): «Gleneratio praeterit, et generatio abit; terra autem in aeternum stat.» Y más sensiblemente, vemos moverse al Sol para sí solo, que a la tierra con nosotros; pues en un movimiento de veinticuatro horas, aunque su periferia sea de tan insigne magnitud, algo habíamos de sentir. Contiene, pues, este agregado de tierra y agua partes flojas y débiles, sustancia lapídea y montuosa; así lo dispuso el soberano Autor, para que dicha sustancia sirviese de escudo y trabazón a la fábrica de este globo; pues en esta defensa, el repetido flujo y reflujo del mar sacara de su lugar la tierra más floja; y sorbiendo su furia estas partículas, dejaría sin habitadores el globo. Los montes sirven para defender estas partes débiles y superficiales; pues quebrándose en su región la furia de los vientos, deja mantener en sus sitios estas porciones más flojas, y también sirven para que el agua salitrosa del mar, azotada en sus cumbres y arrastrada por sus cuestas, dejando en ellas la salitrosa piel, se nos contribuya dulce y potable, para general beneficio de los vivientes.

     Así les explicaba mi cariño, cuando uno, que había hablado bien poco en todo el camino, me cortó el hilo, y dijo:

     -Señor astrólogo, vamos enmendando tanta prosa como vuestra merced gasta, y juntemos y atemos cabos. ¿De modo, que esta tierra, que poco ha pisamos, es un globo total de tierra, y agua? Éste es firme y estable; ¿y desde cualquier situación de este globo que nos pongamos hemos de descubrir medio cielo? ¿La tierra se compone de sustancia petrosa, débil y montuosa? ¿No es así?

     -Esta es mi opinión -le respondí.

     -Repítolo -repitió él-; porque, a nosotros sólo se nos han de quedar estos generales principios.

     -Prosiga vuestra merced, señor astrólogo -dijo otro-, que nos los dice con tanta claridad, que aunque hay sujeto dentro del vaso, que no saben a musa, musae, todos lo entienden; y sin sentir los va vuestra merced vistiendo de filósofos.

     -Vamos adelante, que el tiempo es breve. Consta, por las navegaciones, que enteramente han dado vuelta al orbe terrestre, dividirse todo él en dos continentes o partes de tierra firme. El uno comprende toda la parte polar ártica y las cuatro partes principales del mundo, Europa, Asia, África y América; y la otra parte, o continente, incluye toda la tierra meridional incógnita; y hace la separación de estas partes o continentes, el Océano que media entre una y otra. El continente que incluye la tierra meridional es incógnito; pues sólo se saben algunas costas, y se duda si consta de muchas islas o ser todo tierra firme. Las costas que hoy están descubiertas son: la Nueva Holanda; la Guinea, que está en derecho de las Molucas; la Nueva Zelandia y Tierra de Sancti-Spiritus. El otro continente contiene todas las cuatro partes del mundo. La Europa tiene de extensión, de Poniente a Levante, mil y cincuenta leguas; y desde el Mediodía al Septentrión, se extiende setecientas y cuarenta y nueve. Por el Septentrión termina en el mar helado; por el Poniente con el mar Atlántico; por el Mediodía en el Estrecho de Gibraltar; por el Oriente en el mar Egeo. Las mayores y principales provincias, fuera de sus islas, son catorce: España, Francia, Italia, Alemania, Países Bajos, Polonia, Hungría, el Ilírico, la Romanía, Bulgaria, Servia, Tartaria menor, Moscovia, Moldavia, Valaquia y Escandinavia. Asia tiene de longitud dos mil leguas y de latitud mil y cuatrocientas. Por el Oriente termina en el Océano Indico; por Poniente en el mar Bermejo; por, el Septentrión en el mar de Tartaria. Divídese en cinco partes principales, que son: Tartaria, China, India oriental, Persia y Turquía. África tiene de largo mil doscientas y treinta leguas, de ancho mil ciento y cuarenta. Termina por el Septentrión en el mar Mediterráneo; por el Poniente en el Océano Atlántico; por Mediodía en el Índico, y por Levante en el mar Bermejo. Divídese en siete partes principales: Egipto, Berbería, Biledulgerid, Sarra, Nigricia, Guinea y Etiopía. América se divide en dos partes: en meridional y septentrional; la meridional es una península que tiene del Septentrión al Melodía mil ciento y cuarenta leguas, y de Levante a Poniente novecientas y treinta. Divídese en ocho partes principales: Perú, Paraguay, Tucumán, Chile, Tierra Magallánica, Tierra Firme, Brasil y región de las Amazonas. La América septentrional tiene de Largo mil y cien leguas, de ancho ochocientas; su término al Septentrión no está descubierto. Divídese en cinco partes: Nueva España, Nueva Méjico, Virginia, Florida y Canadá. Además de esto, se cuentan en la tierra infinitas islas, cabos, promontorios, etc., que el detenernos a contarlas era proceder sin fin; baste esta general noticia del globo y sus divisiones.

     »El agua es solamente una, y por consiguiente, hay sólo un mar con distintos nombres, que le dan por las costas donde corre. Es, pues, el mar un espacioso vaso donde se desaguaban las aguas sublunares; estaban antes todas las aguas sobre la tierra, ocupando su superficie, y al mandato de su eterno Criador, Congregantur aquae in unum locum, obediente su curso se dirigió a llenar las profundidades y cavernas, que sirvieron para la formación de los montes, y al irse desguazando el agua (con la presteza que se puede discurrir) iba dejando áspera y desigual la superficie y redondez de la tierra, no destruyendo (como dije antes) del todo su figura. Al separarse y desunirse estas aguas, unas a una parte y otras a diversas, dejaron formados tan vastos mares como vemos. Comunícanse estas aguas, unas con otras, en perpetua circulación, por los estrechos, como se unen por Gibraltar el Mediterráneo y el Océano, y por los ocultos conductos que acabamos de ver en las entrañas de la tierra; que a no verterse algunos mares y a no tener éstos desaguaderos al globo interior de la tierra, sin duda la inundaran. De los varios movimientos que hemos visto en el mar, lo que ha que vamos flotando sobre sus olas, unos provienen de causa interna, y otros de externa. Cuando corren vientos encontrados que alborotan el mar en olas, y éstas forman grandes remolinos, este movimiento que procede de causa externa se llama vertiginoso. Otro hay también así llamado; pero éste procede de entrar aguas y volverse a introducir por las roturas y bocas que vimos en las profundidades, y éstos con los más peligrosos remolinos, y de los que con tanto cuidado procuran guardarse los náuticos. Cuando el Sol resuelve en vapores copia de aguas de la tórrida zona, como en dicha zona es más fuerte el calor y actividad, enflaquece sus olas, con que las aguas, que están al Ártico y Antártico se mueven, y llegan a llenar aquel vacío de la tórrida zona; y a este movimiento llaman Nottobóreo. Cuando el Sol camina de Levante a Poniente, disminuye las aguas hacia el Poniente, y van caminando a llenar los vacíos del Levante; a este camino o movimiento llaman los náuticos Eurocefíreo. Y en fin, estas corrientes y remolinos de las aguas, unos los forma el viento, que de una y otra parte las agita; otros nacen del movimiento de Levante a Poniente; otros, de la concavidad o convexidad de los sucios y fondos del mar; y comunicándose, como hemos visto, estas aguas, ya por estrechos, ya por roturas, para esta comunicación es preciso el movimiento, y éste será vario, según la disposición del profundo de los mares; el más grave, más sensible y más continuado movimiento que experimentamos en las aguas del mar es el flujo y reflujo. La causa de éste, dicen los más de los filósofos que es la Luna; porque al movimiento diurno y menstruo de este planeta siguen las crecientes y menguantes, o el flujo y reflujo de las aguas, como nos lo dice la experiencia; de suerte, que cumple la Luna su movimiento menstruo en un mes. En este tiempo cumple su revolución y hace todos sus aspectos; y en la conjunción y aposición que hace en este mes sinódico, suceden los mayores crecientes y menguantes, y en los cuartos, o aspectos cuadros, los menores; con que es cierto ser la Luna la que causa este flujo y reflujo del mar. En el modo, cómo lo causa, han variado mucho los filósofos y astrónomos. Pero el más racional sentir y el más seguido es el que voy a decir a vuestras mercedes. Es la Luna un cuerpo opaco y húmedo, y parecido (como veremos después) en las cualidades a este elemental mundo, por su vecindad y por su ser; su influjo hace la más grave impresión en las partes nitrosas y sulfúreas, dilata y extiende con su influencia estas porciones salitrosas y sulfúreas, de que abundan las aguas del mar; y de esta dilatación y hervor en los corpúsculos nitrosos se sigue el movimiento; con que, cuando perpendicularmente vierte sus rayos hace la mayor extensión de corpúsculos, y entonces la mayor creciente, cuando hiere de cuadrado la menor; y así en espacio de veinticuatro horas suben por dos veces y vuelven a bajar las aguas, continuando siempre este movimiento.

     »Compónese esta agua del mar de átomos, partículas o corpúsculos sulfúreos, crasos y salitrosos, y de otros átomos más sutiles, flexibles y dulces; y penetrándose y torciéndose unos cuerpecillos con otros hacen las aguas salobres, mordicantes y nada apetecibles para el gusto. El calor del Sol es el que dispone en el agua estas partes; porque con su influencia y rayos continuamente está recociendo y levantando en vapores las partes más sutiles; y como éstas son más raras que las de la sal, elévanse aquéllas al aire, y éstas, quedándose en el agua, la hacen más salobre. Consta por experiencia por qué en la tórrida zona y en el verano están más sulfúreas estas aguas, y es, porque en este tiempo, y en aquella zona, es cuando el Sol vierte su mayor actividad, fuerza y luz.

     Dije a mis amigos:

     -He reparado que a vuestras mercedes no se les ofrece razón de dudar, y ha rato que callan.

     -Nosotros -dijeron- entendemos poco o nada de esto; y así en esta buena fe le creemos a vuestra merced lo que nos dice; demás, que fuera salirnos del intento mezclar impertinentes disputas.

     -Divídese, pues, el mar (ya que vuestras mercedes no tienen réplicas que poner a esta doctrina) -dije yo-, en otros mares, ríos y fuentes. El Océano circuye y abraza toda la tierra por varias partes, y se reparte a formar otros océanos, senos y estrechos.

     »El primero es el Océano Atlántico, entre las costas occidentales de África y Europa y las orientales de la América; llámase mar del Norte. El segundo es el mar Pacífico o del Sur. Contiénese entre las costas occidentales de la América y Asia. El tercero es el Hiperbóreo, cerca del Ártico. El cuarto hacia la tierra incógnita, llámase Océano Austral. Cuando el mar entra en la tierra forma unos senos, ya máximos, ya menores, ya grandes. I. El mar Mediterráneo recibe las aguas del Océano; y además de este seno, consta de otros menores que son noventa y seis, y recibe muchos ríos, además de los dos principales: Nilo y Danubio. II. El seno Mejicano es formado del Océano Atlántico, y desaguan en él muchos ríos. III. El mar Báltico, o Codano, contiene en sí al Fidnicio y Livonicio. IV. El seno Índico, y éste forma al Pérsico, recibe algunos ríos. V. El seno Gangético, y en éste desagua el Ganges y otros ríos. VI. El seno Lanchidot, procede del mar Índico. VII. El seno Hudson nace del Océano Septentrional. VIII. El seno Davis, en la tierra Ártica.

     »Los senos más pequeños son: I. El mar Bermejo. II. El Ponto Euxino. III. El Pérsico.

     »Los menores, son: I. El seno Bótnico. II. El Fidnicio. III. El mar Adriático. IV. El seno de Naquín. V. El mar Blanco. VI. El golfo Dulce. VII. El de Panamá. VIII. El de Berín.

     »Otros senos hay infinitos, que por pequeños no los refiero, ni todos tienen nombre. Los estrechos de mar son catorce: el de California, Magallanes, Maire, Manilas, Gibraltar, Báltico, Aden, Hudson, Davis, Cales, Bósforo, Cimerio, Helesponto y el Mamertino.

     Todos divertidos, ellos en oír y yo en parlar, cuando menos discurrimos nos hallamos en el puerto de Cádiz. Allí besamos la amada tierra; pero mis amigos, con tanta furia, que se la querían comer. No me maravillo, porque pasaron fieros sustos, así en los horrendos calabozos del Abismo, como por las furiosas olas del mar.

     -Ya que, gracias a Dios, hemos llegado a ver la tierra, vamos -les dije yo- averiguando las generaciones destos vegetables y sensitivos que produce, mantiene y abriga, como universal madre. En esta superficie de la tierra se mantienen estas vegetativas y sensitivas plantas; las vegetativas reciben el alimento y suco nutricio por sus troncos y raíces. Tres diferencias hay de estas plantas: herbales, arbales y plantales. Las herbales son un género vegetable, cuya vida no la guarda la tierra más que un año; porque secas después sus hojas, y vertida en la tierra su simiente, vuelve a propagarlas la naturaleza por putrefacción. Las arbales son las mayores, y éstas por sólidas raíces en troncos y ramas, se extienden y conservan por muchos años en la tierra. Las plantales son un medio entre las dos; mayores que las hierbas y menores que los árboles. Toman la forma de unos y otros; pero mueren más presto que los árboles. La generación de éstas es su determinada semilla, y aunque algunos filósofos han dicho que muchas hierbas han producido en esta semilla, atribuyendo al putre su generación, otros al Cielo y al Sol, y otros inmediatamente a Dios; con todo eso no hay hierba alguna que no nazca de su semilla, que, o por casualidad se derramó, o porque desde el principio del mundo estaba oculta en la tierra, o entre las partículas de los demás elementos; porque la tierra tiene en sí la virtud de engendrar, y esta virtud es lo mismo que el semen de la planta. El motivo de estas no conocidas generaciones es, que quemada la tierra, o calcinada con copiosas lluvias, engendra muchas plantas; porque en fuerza del calor, aquellas sales o semillas ocultas salen de sus cárceles y laxándose los poros, su humor vertido sube fácilmente, y humedeciéndolas las prepara y dispone. Después de algunas grandes inundaciones de ríos se ven salir nuevas plantas en la tierra, porque trayendo la corriente porción de sales seminales, después de retiradas las aguas, crecen y se aumentan en la tierra. En los tejados vemos a veces algunas plantas; y es la razón, que las lluvias vienen mixtas con estas sales, y en cualquier porción térrea prorrumpen en plantas. Maravillosa es la organización de cada vegetable; pues en el menor se contienen varios conductos, donde cuecen, filtran y percolan el suco nutricio que por sus raíces reciben de la madre, distribuyéndolo después con singular circulación por su médula, leño, tronco, hojas, flores y corteza, que estas son las partes más principales de que consta el vegetable. Digna es esta república de toda consideración y estudio; pero compendiar sólo sus secretos, naturaleza y virtudes era intentar lo infinito; conténtense vuestras mercedes con estas escasas noticias, y el que curioso se quisiere dedicar a saber esta maravillosa estructura, lea a Julio César, Scalígero, Laguna, Malpygio y otros.

     »Los animales son los que moviéndose por sí, toman el nutrimento por la boca. Tres son los movimientos que tienen, según los químicos, corrumpente, generante y animante, a quienes los filósofos llamaran movimiento per se o per accidens. El movimiento per se, es el natural; es el que tiene el animal por sí, como el del primer móvil o zodíaco. El per accidens, es causado de la generación o corrupción. Sólo el hombre tiene un movimiento más, y éste es perpetuo y continuo, que es el del alma racional. Tres son las diferencias de animales: reptiles en la tierra, volátiles en el aire y nadadores en el agua. La generación de los animales, comúnmente la dividen los filósofos en ovípara y vivípara; llaman ovíparas aquellos animales quien primero conciben un huevo y después paren; y con el incúbito de la madre, o con otro calor o fomento se engendra el animal, y pasando cierto término de días, rota la corteza del huevo, sale el animal. Los vivíparas son los que dentro de sí conciben y crían al animal, y después de crecido, a determinado tiempo sale a gozar la luz. Todos los animales se engendran de dispuesto semen, que éste es su cuerpo orgánico, en el cual, como en un breve compendio, está el orden y figura del animal. Pero mi sentir es que no hay animal alguno en la tierra cuya generación no sea del huevo. La diferencia que hay es que las ovíparas engendran el huevo y lo paren; y con el exterior fomento crían el animal, y las vivíparas le conciben dentro; pero sin parirle, en su clausura y vientre se rompe; y empezando por la generación del hombre, lo mismo que diga de ésta, deberán vuestras mercedes entender de las demás. Kerkeringio, en su Tratado anatómico, hablando de la generación del hombre, dice: «In ovo hominum non minus, quam avium reperiri prima incunabula; ex ovo enim homo producitur.» Dice, pues, que se hallan estos huevos en los testículos de la hembra, no sólo de aquellas que, por el uso de la conjunción, están fecundadas, sino también de las doncellas, del mismo modo que las gallinas que ponen los huevos. Afírmalo la sagacidad de Falopio en sus Observaciones, cuando dice: «Vidi quidem in ipsis quadam velute vesicas aquae, vel humore aqueo alias luteo, alias vero limpido turgentes.» El uso de estos huevos para la generación y cómo se disponen, lo trae el doctísimo Tomás Wartano, al capítulo treinta y tres de su Adenografía. Pero, aunque sea largo, lo diré, porque es precisa esta digresión. El semen del varón, guiado por las tubas falopianas, llega a los testículos, y allí con el huevo (del mismo modo que las demás ovíparas) se junta; y el huevo así fecundado pasa al útero por el vaso circulatorio; y en espacio de dos o tres días crece y se pone del tamaño de una cereza negra, y así va creciendo. Han notado los nuevos anatómicos que las vírgenes y las casadas muchísimas veces arrojan y despiden con la sangre menstrual, o cuando se sienten acosadas de la lujuria, insensiblemente estos huevos, que no guardan la rotundidad, porque son laxos y suaves; pero tratándolos y manoseándolos se atientan; y es una membrana que no puede ser semen, porque es demasiado duro, ni otra cosa. Esto no se opone a la generación en común, que es producir ex praesupposito subiecto, sea el semen por sí solo la sustancia de la cual próximamente se engendra el feto, animal, o sea humor contenido en los testículos, siempre es precisa la conjunción de macho y la hembra. Las serpientes y los peces del mismo modo se forman en el huevo, el cual, ayudado del calor, echa de sí nueva serpiente y nuevo pez, porque sepultándolos en lo interior de la tierra, y cubriéndolos, a manera de un horno, el mismo aliento caliente de la tierra los incuba y va dando vida, por no poder dichos animales dar calor a sus huevos. Pero en los peces, cuando las hembras sacan a luz sus huevos, el macho los riega, humedece y fecunda, habiendo precedido antes el coito. Los animales cuya generación es el putre de la tierra también echan sus huevos, siendo incubados, ya por porciones pútridas, ya por sus madres; pues ¿quién duda que, echando sus huevos un viviente tan abreviado como la hormiga, tengan la misma ovaria generación los demás animales?

     »Baste esto por breve noticia, y aunque esto no es del asunto para las impresiones del aire, como son entes que nos los hallamos en el camino, me pareció útil dar a vuestras mercedes noticia de ellos, y más cuando vuestras mercedes vienen sólo a ver el mundo, y ahora vamos caminando, que esto sólo ha sido un paseíto por la superficie.

 

 

Jornada tercera

Del aire, del fuego, de las lluvias, granizo, nieve, rocío, truenos y relámpagos, y los demásmeteoros e impresiones en una y otra región.

     Si otro me contara semejante sueño, lo tuviera por imposible, porque en un cuerpo no pueden caber tan encontradas cualidades que de un instante a otro elevasen al cerebro tantas materias, dispuestas a tales locuras. Unas veces atemorizando la fantasía en las lúgubres profundidades de la tierra, otras veces alegre, registrando las vidas y generaciones del mundo, y ahora sutil, leve y pronta para subir por esos aires; no hubo humor en mi cuerpo que con pródiga demasía no ejercitase su abundancia y mientras de sus copias nuevas fantasmas al pensamiento. ¡Yo no sé qué narcótico, qué beleño o qué almendrada (gastando yo para mi sustento un guisado de vaca muerta, con que doy lo preciso al estómago, y a Dios las gracias) se apoderó o levantó a mi fantasía tan raros humos y sales! En fin, con este sosiego, ligados todos los sentidos exteriores y sin movimiento el más mínimo, llevándome detrás a mis compatriotas, me subí a esos aires; y pareciéndome que era ya dueño de sus esferas, empecé a decir en esta forma:

     -Toda la concavidad del firmamento y cielo cristalino está lleno de unos cuerpos o átomos purísimos y sutiles, a quienes llaman los filósofos «éter», y esta materia ni es grave ni es leve. En todo este espacio fue colocando el Autor soberano todos estos globos que vuestras mercedes ven; como esas estrellas y este globo terráqueo que pisamos; estos globos despiden de sí gran copia de hálitos y vapores, que componen la esfera vaporosa, con que el aire es solamente un agregado de hálitos y vapores levantados de la tierra y unidos con el éter, a que concurre el mar vertiendo de sí una sustancia tenue y espirituosa. Divídese el aire en tres regiones. Subamos a verlas.

     -Imposible será -dijo uno.

     -Los astrólogos somos medio brujos. Agárrense a mí -les dije; y a mi parecer nos subimos a especular sus fenómenos a esas regiones.

     Todo esto persuade la locura de un sueño. Llegamos a la infinita región del aire, y eran los vapores de aquella esfera tan crasos y pesados que cuasi no podíamos romper.

     -Estos vapores, amigos míos -les dije-, son unos cuerpos térreos y ácueos, entretejidos, que por demasiado pesados no han podido subir a la región media y se han quedado en esta ínfima región. De éstos se forman la niebla y el sereno; y al tiempo de deshacerse, por lo cargadas que están estas partículas de agua, humedecen demasiado la tierra. Origínanse y fórmanse muchas veces de las lagunas y lugares pantanosos, siendo el ardor del Sol el que disuelve la unión de partículas, y aquel humor ácueo cae sobre la tierra. Algunas veces, por adquirir mayor levedad, se suben la región más arriba. El motivo de formarse tan presto la niebla es, que como va compuesta de vapores crasos de las lagunas o ríos, éstos forman una nube que sirve de fermento a la niebla, y apenas siente un moderado calor, cuando se extiende por el aire. El sereno es un humor que baja a la tierra después de puesto el sol. Éste se engendra de unos tenuísimos átomos de humor ácueo, que apenas falta el calor del Sol, cuando, condensándose en visibles gotas, se deshace sobre la tierra. En el verano, como el aire está más caldeado del Sol, estorba la formación suya. En esta ínfima región se engendra también el rocío, que es un vapor sutil. Con la frialdad de la noche se cuaja en menudas gotas, y éstas, cayendo a la tierra, humedecen las hierbas, y uniéndose unas gotas a otras se forman sobre las plantas a manera de perlas. Levántase dicho vapor sutil de los ríos y lugares húmedos. De este mismo vapor sutil se forma la escarcha. De suerte que, cayendo estos vapores sobre las plantas, así se hielan, y la frialdad los convierte en escarcha. Llegamos a la media región del aire, y uno de mis amigos dijo:

     -Parece que hemos subido algo más.

     -Sí -le respondí-; ya estamos en la media región del aire. Aquí, pues, se forma la lluvia, la nieve y el granizo, truenos, relámpagos y rayos, otros infinitos meteoros ígneos, causados de la vecindad del fuego, que en mi sentir es lo mismo que la suprema del aire; y así por esto, como por no calentarnos demasiado, trataremos desta región media, de la del fuego, y sea primero de la lluvia.

     »La actividad del fuego subterráneo resuelve en vapores gran copia de agua, de la que vimos en los conductos e hidrofilacios de la tierra. Mixtos estos vapores, con los que se elevan de las aguas, y otros del cuerpo terráqueo, juntan y unen entre sí, ya la frialdad de esta región, ya los vientos, aquellas partículas vaporosas de las nubes; sepáranse las partículas ácueas por agitación del aire, deshácense, y en gotas bajan a la tierra; y ya convertidas en lluvia las partículas ácueas, quedan en el aire aquellas más crasas y salitrosas que no pueden servir para lluvias, y quedan unas nubes que sólo sirven para materia de los vientos. La lluvia desciende a la tierra en menudas gotas como polvo, procede de nubes muy poco crasas y muy cercanas a la tierra, y ésta se llama estilicidio. Otra, cuyas gotas son de mediano tamaño, se llaman imber, y nimbo llaman a la que con fuerte furia se desguaza en la tierra. Esta nube, pues, que se deshace en agua es materia también de la nieve. De suerte que, antes que se desate y resuelva en lluvia, llega el viento frío y la condensa y aprieta en su región; y así apretada, como tiene mayor peso que el aire, no se puede mantener aquí y baja en nieve a la tierra. El motivo de tomar aquella forma de copos, como de algodón, es, que como la nube se compone de aquellas partículas ácueas mezcladas con las más térreas y prolongadas, a manera de hilos, las partículas ácueas, por la frialdad, se convierten en globos sutiles, y éstos, atados con los corpúsculos térreos, todas unidas y heladas, caen como lana, y esta es la nieve. La causa de formarse redondas estas partes de nieve es porque el aire con su virtud la aprieta por todas partes hacia un punto. Y el motivo de derretirse tan presto, luego que baja a la tierra, es porque en su débil textura se hallan muchos y grandes poros. Por éstos se introduce el aire y el agua, y con facilidad la dividen y deshacen. De esta misma materia y nube de la lluvia se forma el granizo, pues éste no es otra cosa que lluvia helada en el aire. Resuélvese esta nube en apretada lluvia, y sus gotas se endurecen y congelan antes de bajar a la tierra. Júntase a esta nube porción oleaginosa y partes nitrosas, mezcladas con sulfur y fuego; y a esta materia condensada la agitan y mueven vanos vientos, y la nube con la agitación se remolina y revuelve en sí, y se va uniendo más; y aquellas partes de sulfur y fuego la resuelven en llama; y al salir de la nube, forman los relámpagos; y separadas ya las partes fogosas, lo remanente de la nube queda más proporcionado para ser agua, y hasta congelarse en piedra y granizo. Heladas por la frialdad de la región, estas partes son combatidas de opuestos vientos que las levantan en remolinos, y encontrándose unas con otras, se abren y se oye aquel estruendo, que es el anuncio de la piedra. De esta agitación se sigue que tropezándose unas partículas con otras heladas, se unen y se hacen mayores, bajando a la tierra con la violencia que vemos. La causa principal de helarse el agua son los espíritus nitrosos del aire, que, penetrándose por el agua, la vuelven en hielo. La razón por que estas nubes, aunque consten de humores salitrosos, no se convierten primero en nieve que en agua, es porque además de las partes que las componen, se le juntan otros corpúsculos ígneos, y éstos impiden la inmediata coagulación de las nubes en nieve, y así primero se separan las partículas ígneas, formando los relámpagos, y después se resuelven en agua, y unidas las partes nitrosas y coagulantes, forman el granizo y la piedra.

     »La formación de los truenos y relámpagos es más dificultosa de comprender y explicar, porque son necesarios otros secretos naturales para su inteligencia, pero con la claridad que pueda me explicaré, de modo que vuestras mercedes me entiendan. Aquellos materiales sulfúreos, ácueos y oleaginosos que vimos poco rato ha en las profundas cavidades de la tierra, por el fuego subterráneo, ayudadas del viento, penetran los poros y simas de la tierra, y se elevan a esta media región del aire, donde se coagulan en opacas nubes, que con su triste color causan notable espanto. Ésta, con la agitación de contrarios vientos, se arremolinan y comprimen, y arrimándosele muchas partes ígneas, éstas, segregándose de las demás, salen con pronto movimiento y forman en el aire una violenta llama, que es el relámpago. Con el fuego de éste, se mueren y extienden las partes nitrosas de la nube, con cuyo pronto movimiento, se divide con violencia el aire; y el ruido que hace el aire, al romperse es el trueno, y juntamente aquellas partículas ácueas se vuelven a unir, y convierten y resuelven en lluvia, y a veces en granizo; y de este modo se resuelve esta nube, que hemos dicho. Explícome más. Su materia son los humos, exhalaciones sulfúreas, sutiles y fáciles de encenderse. Éstas, mezcladas con otras térreas y ácueas, componen la nube; y ésta, agitada por los vientos, se comprime de suerte que gran cantidad de los átomos sutiles sulfúreos e ígneos se juntan a un lugar. Éstas, unidas, se desatan y apartan de las demás que componen la nube, y salen con violencia siguiendo la violencia de los vientos y forman la llama; y su trémulo movimiento mueve las partes etéreas, y se hace visible, llenando de luz los horizontes.

     -Estamos enterados de esta formación; pero dudamos, y a lo menos yo -dijo el del mechón, que era el más agudo-, ¿quién aplica el fuego a esa materia de sulfur de que se compone la nube?

     -Voy a decir -repetí yo-. De modo, que ya vieron vuestras mercedes en las cavernas del fuego una materia de fuego, pero sin luz; pues, de esta materia más refinada y resucita en espíritus, se eleva (como hemos dicho) a esta media región. Estos espíritus, resueltos con la fuerza de los vientos, apenas se mezclan y frican con sus contrarios, se sigue la separación del sulfur, y entonces se concibe el fuego, y forma llama repentina, que es el relámpago.

     »El trueno no es otra cosa que una violenta fracción del aire. Esta fracción se hace por una fuerza o ímpetu que de un lugar impele el aire hacia todas partes, de que se sigue su conmoción hasta dilatada distancia. La nube tonitruosa es un agregado de muchas partes salitrosas e ígneas, mezcladas con otras que las cavernas subterráneas despidieron para la formación de este espantoso meteoro. Encendidas las partes sulfúreas del relámpago, apenas los cuerpos nitrosos participan la llama, se extienden y con notable violencia dividen y rompen el aire, haciéndole temblar hasta nuestros oídos, que participando su impresión, sienten ruidos que es el trueno. La materia que hemos dicho de los relámpagos es la misma que la de los rayos; pero la de éstos es más pingüe y pesada. Distínguense en que el rayo es un fuego de mayor duración y más pesadez, pues muchas veces baja a la tierra; pero el relámpago tiene sólo una llama tenue y de menor duración; pero la materia de uno y otro constan de materia sulfúrea. Para adquirir la pesadez, que hemos dicho a los rayos, se le juntan varios espíritus subterráneos, como con azufre, oro, antimonio, arsénico y nitro; y éstos, apretados en la nube y agitados del viento, se encienden; y esta materia encendida forma una impetuosa llama, que es el rayo; y como es más pesado que el aire, no se puede mantener en él; y ayudado de los soplos del viento, corre ya oblicuo o ya directo, arruinando cuanto encuentra, siendo tan poderosa su llama y tan eficaz la virtud de su fuego, que penetra edificios, derrite metales y calcina piedras. El motivo de rajar el rayo a la tierra y no subir como fuego a buscar su centro, es, que porque la violencia del viento impele al rayo aquella parte donde va la línea de sus soplos; lo otro, porque su materia es más pesada y más depurada que el oro, y a esta materia se llama fulminante; compónese de aceite, sal amoníaco, sal tarrero y otros ingredientes que vimos en el globo subterráneo; y a la nube que se le arruinan semejantes materias, necesariamente ha de arrojar formidables rayos y espantosos truenos. Lo mismo que hemos dicho del rayo, se debe entender en la centella; sólo que los más de los filósofos dicen que en la circunferencia de su llama contiene una piedra llamada tellum. De los colores de estas nubes se conocen y pronostican en relámpagos y truenos; y así, si la nube es negra, se rompe en fuertes truenos, porque lo negro es señal de lo denso y de contener mucha materia sulfúrea. La nube roja se deshace en mayores truenos que la negra, por abundar de partes más nitrosas. La nube verde, con algunos cabos rojos, es más peligrosa, porque su color indica estar llena de materia oleaginosa, pingüe y térrea, y gran cantidad de espíritus de azufre y oro, y las nubes que tienen tal mixtura son taller donde se forjan muchos rayos y centellas, y por ser materias pesadas caen a hacer su ruina en la tierra. La nube blanca no es de naturaleza maligna, por constar de partes poco térreas; si a la nube negra o verde se le añaden nubecillas blancas o cenicientas, es señal de que lleva consigo granizo o piedra. Además de estos meteoros, son infinitos los de fuego que se forman en el aire. Fórmanse de exhalaciones cálidas y secas con porciones del sulfur, en unos meteoros más sutiles, y en otros más crasos; esta materia se inflama y enciende como la de los relámpagos, y así encendida se hace visible en el aire, y dura hasta que se consumen las porciones del sulfur; se dejan ver estas impresiones en el aire, en varias figuras; fíngense dragones, estrellas nuevas; y otras veces hacen pirámides de fuego, erigen edificios y otras infinitas apariencias, que atemorizan y asustan a los habitadores de la tierra. Éstas se aparecen pocas veces, porque las nubes recogen para sí estas materias untuosas, oleaginosas y sulfúreas; y cuando se rompe la nube, las enciende y disipa. Las impresiones más conocidas en esta media región son las de los cometas; y aunque hay variedad con los filósofos dónde sea su formación; pues unos dicen que están sobre la Luna en la región Etérea; otros, que es una unión el cuerpo del cometa de muchas estrellas errantes; otros, y entre ellos Cartesio, sienten que los cometas, aunque aparecen de nuevo, no se forman de nuevo; porque unos son planetas extraordinarios, criados desde el principio del mundo, los cuales con movimientos propios se mueven tan altos, que no se pueden descubrir desde la tierra, sino es algunas veces, que bajando se acercan a ella, y después se vuelven a subir; pero mi sentir es el que diré a vuestras mercedes.

     »El Sol y los demás cuerpos celestes segregan de los dos elementos de tierra y agua cierta naturaleza fumosa, caliente y seca, con parte de humedad; y ésta, por virtud de los astros y el fuego y aire subterráneo, es atraída a la suprema región del aire, o primera del fuego, cuyas partes elevadas y vencidas por el calor y sequedad, fácilmente conmistas y agitadas, y según la cantidad de materia y diversidad de los colores, tiene diversos nombres, se predicen sus efectos y se conoce su duración. Todos los filósofos sienten y pronostican por extremos del mal de los cometas; porque en la elevación, la copia de exhalaciones calientes y secas chupan lo pingüe de la tierra, consumen la humedad que la fertiliza y la dejan estéril; y como dice Liconiense, es una materia separada de las cosas complexionadas por acción de los cuerpos celestes; y con esta separación quedan mal acondicionadas y enfermas. Extrae al mismo tiempo en el hombre el húmido radical; y como en éste se funda y consiste el humor y la templanza natural, causa sequedades, y en éstas envueltas las pasiones y afectos de esta misma cualidad; enciende la ira, de que resultan disensiones, pleitos, guerras; impresiona e inficiona el aire, que ocasiona enfermedades, pestes, hambres, carestías, mudanzas de reinos y otras cosas; y en fin, el cometa nunca puede ocasionar nada bueno, porque, impresionado el aire con sus malignas cualidades, éstas, una vez encendidas en el aire, como el cielo no es capaz de estas peregrinas impresiones, es preciso que desciendan a la tierra; y éstas inficionan a todo el reino animal y vegetable; porque como todas viven de él, e in tantum vivimus in quantum respiramus. Cuando el aire no es puro, es preciso que su impresión, como pestífera, cause semejantes malignidades. No faltan astrónomos que dicen que el cometa, en cuanto ataja mayores daños, es de utilidad. Fúndanse en decir, que luego que la tierra empieza a exhalar aquellos alientos corrompidos y pestilentes, como éstos son nocivos a todo lo vegetable y elementado, y que a no tener esta inflamación a la última región del aire, todo lo inficionara: Nam per inflammationem fumi sublati consumuntur qui alioquin sua putritudine omnia infecerunt. El príncipe de los astrólogos, Ptolomeo, pone veintitrés géneros de cometas; pero sólo nombra nueve: Al primero llama Asub; al segundo Cenaculum o Tenaculum Pertica, Miles, Dominus, Ascone, Matutina Aurora, Argenteus, Rosa y Nigra. Los cuatro primeros, dice, que no se distinguen de las estrellas; los otros cinco tienen diversas figuras, y en opinión de este príncipe, todos significan terrores, inundaciones, terremotos y otros malos acontecimientos. Los cometas, cuando se forman en la exaltación de la Luna, dice Alfrater, que es causado por planetas superiores; y es estrella clara, grande y redonda, que llaman Argenteus, y en exaltación de Mercurio, es más pequeña, de color de cielo, con cola; y a ésta es la que llaman Dominus Ascone; en exaltación de Venus, es hermosa, y se dice Miles; en exaltación del Sol, y su opuesto, es de color de oro, y tiene figura de rostro humano, y se llama Rosa; en exaltación de Marte, o su opuesto, es estrella pequeña, rubia y con cola, levantada hacia arriba, y ésta es la Matutina Aurora; en exaltación de Júpiter, o su opuesto, la estrella como levantada en una pirámide ígnea; llámase Columna o Tenacutum; en exaltación de Saturno, es cerúlea sin cola; llámase Nigra, en la exaltación de los Nodos, es como un dragón ardiente, y la llaman Pertica. Los colores los toman de la materia, pues siendo rara, es blanca; si más densa, rubia; si más oprimida la materia, es negra. Aristóteles da sólo dos géneros de cometas: unos llama Pogonios o Crinitos, y otros Barbados. Los demás filósofos ponen tres: Barbados, Caudatos y Crinitos. Barbados son cuando la materia de las exhalaciones es sutil, y está esparcida en lo más bajo. Los Caudatos, cuando la materia está extendida a lo largo, y en otras partes oprimida y densa. Crinitos se dicen cuando la materia es al medio gruesa, y a los extremos y redondez sutil.

     -Si vuestra merced no se cansa, háganos el favor de decirnos algo de los efectos de los cometas.

     -Bien se conoce que vuestras mercedes son hombres de negocios, que su cuidado todo son los efectos. Yo con grandísimo gusto vengo con vuestras mercedes -les dije- a servirles en cuanto me mandaren, y así les diré lo que por casualidad se ha quedado en la memoria. Cuando el cometa fuere de la naturaleza de Saturno, denota tempestades adversas, nubes densas, naufragios, pérdida en los pecados y destrucción de frutos por la demasiada langosta, granizos y lluvias copiosas. En los hombres influye catarros, lepra, hemorroides, parálisis y crónicas enfermedades. Los árabes dicen que el cometa que fuere de la naturaleza de Júpiter, que es el argenteo o tenáculo, significa fertilidad y vientos saludables con lluvias copiosas; y en los cuerpos de los hombres significa dolores pleuríticos, sinocos, oftalmías, cólicos, flemones, gonorreas, letargos, linteria y otras de esta cualidad. El cometa dominado de Marte, que regularmente es el Portica, causa vientos enfermos, sequedad en los ríos y fuentes, y destrucción de frutos; en los cuerpos humanos, crueles disenterías, fiebres podridas, telarañas, erisipelas, delirios, hemorragias y otras que provienen de mucha sequedad, mueve en los hombres la cólera, en el mar causa fuertes naufragios, y en el aire truenos, piedra y relámpagos. Los cometas de la naturaleza de Venus son los más benignos, no impresionan tanto el aire; pero causan algunas enfermedades, como son, catarros, corizas, parálisis, apoplejías. dolores de la vejiga, útero y riñones, hidropesías y dolores de cabeza. El cometa Mercurial es también menos malo, y no inficiona demasiado el aire. Las enfermedades que imprime en los cuerpos son: frenesíes, letargos, epilepsias, plétoras y otras de esta naturaleza. El cometa de la Luna significa inundaciones, lluvia y copia de animales venenosos, infección en las mieses y mortandad de animales. Las enfermedades son: catarros, hidropesías, sarna, obstrucciones, dolores de cuello, diarreas, lepra y otras que provienen de humores húmedos. El cometa de naturaleza del Sol causa sequedades, truenos, relámpagos y exhalaciones; y las enfermedades crónicas, tercianas, tabardillos y hemicráneas o jaquecas. Hasta aquí de los cometas.

     Ahora vamos a tratar de los demás meteoros de la luz; y sea primero el Iris o arco celeste. Después de copiosas tempestades y lluvias, que del aire bajan a la tierra, viene mostrando risa, paz y tranquilidad el Iris o arco celeste. Éste se forma de las nubes y rayos del Sol. Regularmente, aparecen dos, el primero que descubre nuestra vista es el menor; pero sus colores son más vivos y distinguibles; el segundo abraza dentro de su ámbito al primero; sus colores son más flacos, débiles y decaídos. Éstos, aunque no aparecen más que con color bermejo, verde y azul, contienen en sí otros colores, aunque menos distintos. Fórmase el primer Iris de aquellas gotas de lluvia, en las cuales los rayos del Sol y los de nuestra vista forman un ángulo; y en todas las gotas, en las cuales los rayos solares y visuales forman un ángulo como de ciertos grados, se pinta el color bermejo; y en todas aquellas en que se forma otro ángulo de determinada graduación, se descubre el azul; y en aquellas gotas que terminan los ángulos de los rayos solares y visuales, se forman los demás colores intermedios; y ésta es la general formación del Iris primero y segundo. Significa el Iris lluvia, en el tiempo y lugar donde se forma; siendo la causa de esto las mismas gotas que le componen, las cuales deshace el Sol, siendo después el Sol anuncio de la próxima serenidad. Además del Iris, forma la luz del Sol en el aire otros meteoros dificultosísimos de averiguar. Sea primero el Alón o Corona. Éste es un círculo que aparece alrededor del Sol o de la Luna de colores muy remisos; siempre que delante del Sol o de la Luna se pusiere alguna nube sutil, que no embarace los rayos del uno ni de la otra. Se verá este meteoro. Ésta es forma de las partículas ácueas sutilísimas de que consta aquella nube, siendo preciso que guarden igual distancia del Sol, para que, formando con sus rayos y los visuales determinados ángulos, se deje percibir desde la tierra. Las varas de luz son unos meteoros, cuya formación es lo mismo que la del Iris. De suerte que, cuando no hay materia suficiente en la nube para formar el arco, queda una leve porción de las partículas ácueas, iluminadas del Sol, que parecen a la vista línea recta; y por eso le dan el nombre de vara de luz. Fórmanse también de otra suerte; y es, cuando por las partes sutiles de las nubes hacen derechas roturas los rayos del Sol, y entonces forman unas líneas, que entre lo oscuro de las nubes aparecen resplandecientes a la vista; de que se infiere estas varas no ser otra cosa que el aire iluminado por la luz del Sol, que rompió la sutileza de la nube. Las parhelias son unos soles espúreos que aparecen cerca del Sol verdadero, que siguen su movimiento. Éste se forma de la luz del Sol en una nube tenue, de la naturaleza que hemos dicho, que por tener algo de mayor crasitud, causa algo de mayor refacción en la luz, y escondiendo con su crasicie parte de los rayos del Sol, y descubriéndose circularmente por lo más sutil la luz, forma uno o muchos aparentes soles, según la disposición crasa y sutil de la nube y la refacción de la luz del Sol.

     -He notado -dijo uno de mis amigos- que habiendo tratado del aire, no nos ha dicho vuestra merced nada de los vientos.

     -No estaba olvidado -dije yo-; pero aunque muchos filósofos han escrito dilatadísimamente acerca de esta materia, en mi sentir está reducida a poquísimos palillos. Porque el viento no es otra cosa que el aire agitado y movido de una a otra parte, porque cuando corren los vientos, no sentimos otra cosa que aire que se mueve. La causa de esta moción y violencia son los hálitos salitrosos y exhalaciones que con mayor o menos abundancia suben de las entrañas de la tierra por lo activo del fuego subterráneo, y los vapores de las aguas del mar, elevados por el calor del Sol; y como éstos con facilidad se rarecen, extendiéndose prontamente en el aire que la circuye y encierra, y consiguientemente este aire impele al inmediato, y éste al otro, por algún espacio, hasta que, deshecho su impulso, logra mayor quietud el aire. Unos se mueven con ímpetu, otros con menos furia. Los tempestuosos son tres: Ecnefias, Tyfón y Huracán. Ecnefias es un viento que repentinamente y con furia baja a la tierra. Tyfón es un viento vehemente, causado de muchos vientos opuestos, y se mueve espiralmente. Éste, con su furia, arranca los árboles y arruina los edificios. El Huracán es un viento repentino, que con grave furia desciende de las nubes a la tierra, y viene acompañado de truenos. Fórmase de unos espíritus nitrosos, como los del rayo. Los vientos apacibles son los que corren en todo tiempo y lugar, mientras no bajan los vientos furiosos a detenerlos.

     -¿Tiene vuestra merced, en esto, más que decirnos? -dijo el más viejo de mis amigos; y yo le dije:

     -No, señor; porque cuando el fin nuestro no es más que compendiar y tratar de estas cosas (porque las hallamos al paso de nuestras jornadas), me parece que, para breve noticia y compendio, basta lo dicho: vuestra merced se debe de cansar cuando me da a entender que lo deje.

     -Ni por imaginación deseo tal -replicó el viejo-, sino que tengo por cierto que nos llevará vuestra merced al cielo, ya que estamos tan cerca de él, y ésta es una mansión que, todos debemos desear con ansia, y el fin a que todos hemos de mirar.

     -¡Ay, amigo! -le respondí-. Los cielos que hemos de ver no son los que, vuestra merced piensa; que el Empíreo, que es la ciudad de Dios y mansión de los bienaventurados, no se puede ver con estos ojos mortales.

     -No importa -volvió a decir-. Yo me contento con estar cerca; y todo lo que sea ver cielos, aunque no sea por ahora el que debemos desear, alegra; y así, hagamos cuanto antes esta única jornada que nos falta.

 

 

Jornada cuarta

De los cielos, de los astros, estrellas y sus movimientos, cualidades e influxos de loseclipses de Sol y Luna.

     Con pasos más acelerados que los que llevaban mis amigos cuando caminaban por las entrañas cercanas al infierno, llegaron al vasto campo de la Luna. Allí empezamos a discurrir por sus montes, valles y llanadas; no vimos, ni en los más ocultos rincones, aquellos vivientes que dijo Pitágoras, con que tuvimos por apócrifa la opinión de su escuela. Ni vimos monstruo alguno; sólo pudimos percibir que era un globo muy parecido al de la tierra en lo desigual y escabroso; pero tenía movimiento; porque uno de mis amigos, que fue el primero que sintió mover la Luna, dijo:

     -¡Ah, señor astrólogo! ¿Dónde nos ha traído, que nos hemos de despeñar? Yo me caigo.

     -No se asuste vuestra merced, que no se caerá. Es verdad que se mueve la Luna, y no hay cuerpo en todas estas esferas que no se mueva. Tengan vuestras mercedes confianza, que como les libré de caer en el profundo abismo, también, si Dios nos ayuda, saldremos con felicidad, que aquí estamos en el cielo, y no puede suceder nada malo. Siéntense vuestras mercedes, que hemos de ver despacio sus movimientos.

     Todos se aquietaron, y yo dije:

     -A la Luna la han llamado muchos astrónomos cielo terráqueo, por la similitud en cualidades y figura que tiene con la tierra. Es pues, redonda, y su superficie es áspera y escabrosa, con cuestas, quebraduras y montes como la tierra; y no por eso pierde la figura esférica, como hemos dicho ya, y vuestras mercedes han visto de la tierra. Y para que lo vean mejor, miren vuestras mercedes hacia abajo, sin miedo de desvanecerse, y les parecerá desde aquí la tierra, lo mismo que desde la tierra parece la Luna.

     Miraron hacia abajo, y por señas, inclinando la cabeza, me dieron a entender que tenía razón.

     -Es la Luna cuerpo opaco, sin más luces que las que mendiga y el Sol le presta; y a tener por sí luces, no llegara el caso de padecer eclipses el Sol. Es la Luna de naturaleza húmeda y fría, acuática, nocturna y femenina. Tiene especial influjo sobre el mar y todos los vegetables; pero es un cuerpo tan variable, que por más que se ha fatigado el estudio de la Astrología y Filosofía en apurar su naturaleza, sólo ha podido conjeturar estas especiales influencias; pero en sus crecientes y menguantes, las suele templar y aun variar. Domina también sobre la plata; y dista de la tierra nueve mil ochocientas cuarenta y seis leguas. Tiene cuatro orbes y una esférula. Este primer cielo en que está la Luna, primeramente tiene tres orbes, los dos son excéntricos (esto es, que tienen diverso centro que el centro del mundo). Éstos se llaman orbes deferentes del auge del excéntrico de la Luna. El tercero es excéntrico también, y está colocado en medio de los dos; y éste lleva el epiciclo de la Luna o esférula. Y después de éstos, tiene el cuarto concéntrico (que tiene el mismo centro que el mundo), y éste es el que lleva el caput y el cauda draconis. La esférula que dijimos, está inmersa en la profundidad del tercer orbe, y en ésta va como engastado el cuerpo lunar. Los orbes que llevan el auge del excéntrico y mueven regularmente sobre el centro del mundo, contra el orden de los signos, esto sea, de Tauro a Aries, en un día natural, once grados y doce minutos; y el eje de este movimiento corta al eje del Zodíaco; por lo cual, sus polos se apartan de los polos del Zodíaco; y la cuantidad de esta declinación es de cinco grados, invariables siempre.

     -Señor astrólogo -dijo aquel perillán del mechón-, yo no he entendido palabra de lo que vuestra merced ha dicho.

     -Ni nosotros -dijeron los demás-; porque, verdaderamente, lo que vuestra merced nos explica supone otros principios.

     -No desmayen vuestras mercedes -repetí-, que yo me explicaré más clarito; de suerte que sólo iré diciendo la naturaleza de estos planetas, sin tocar sus cielos, diré sus medios movimientos, que esto sobra para que vuestras mercedes puedan instruirse de lo preciso. Pero en la Luna y el Sol, me han de permitir explicar sus orbes, que esto es preciso para lo que tenemos que notar en los eclipses. El orbe que lleva al epiciclo o esférula de la Luna se mueve regularmente sobre el centro del mundo con el orden de los signos, esto es, desde Aries a Tauro; y en un día natural anda con tal movimiento trece grados y quince minutos. El eje de este movimiento, por el centro de este orbe, se mueve equidistante o con igual distancia al eje de los orbes que llevan al auge. El orbe cuarto concéntrico, que lleva a la cabeza del dragón, se mueve sobre el eje del Zodíaco, sobre el centro del mundo, regularmente contra la sucesión o orden de los signos en un día natural cuasi tres minutos. El epiciclo también se mueve sobre su propio centro irregularmente, y sobre su propio eje; pero esta irregularidad se reduce a uniforme. No es del intento; y así, vamos ahora dejando a la Luna en este estado, al segundo cielo, que es el de Mercurio. Éste también es cuerpo esférico sin más luz que la que recibe del Sol. Su naturaleza es indiferente; es masculino y diurno: domina sobre el azogue, y dista de la tierra ciento veinticinco mil ciento y ochenta leguas. Este planeta tiene cinco orbes y su epiciclo. Los dos orbes extremos son excéntricos, según una parte, y concéntricos, según otra parte. De suerte que la superficie convexa del supremo orbe, y la convexa del ínfimo, son concéntricas al mundo; y la convexa del supremo y la convexa del ínfimo son excéntricas con el mundo; y el centro de estos orbes dista tanto del centro del equante, cuanto el centro del equante del centro del mundo; y este mismo es el centro del círculo parvo, porque describe el centro del deferente. Llámanse estos orbes deferentes del auge del equante, y se mueven con el movimiento de la octava esfera sobre los ejes del Zodíaco. Entre estos dos orbes tiene otros dos de disforme anchura; y entre estos dos está inmerso el quinto orbe; esto es el orbe del epiciclo. La superficie convexa del superior y la cóncava del inferior tienen un mismo centro con el círculo parvo; pero la cóncava del superior y la convexa del inferior, juntamente con las superficies del quinto orbe, tienen otro centro movible, que se dice centros del deferente. El orbe quinto, que lleva al epiciclo colocado entre los dos segundos, se mueve en longitud, según el orden de los signos, llevándose el centro del epiciclo, regularmente sobre el centro del equante. Vamos a los orbes de Venus (que aunque vuestras mercedes, por ahora, no entiendan esta algarabía de epiciclos, deferentes, auges y exes), después, a la explicación de sus pasiones, se harán más capaces. Llegamos a los orbes de Venus. Éste es un planeta esférico, no recibe ni tiene otra luz que la que mendiga del Sol; su naturaleza es fría y húmeda, con moderación ácueo, femenino, nocturno. Este planeta es el que tiene mayor luz después de la Luna; domina sobre el cobre; dista de la tierra trescientas ochenta y cinco mil seiscientas cincuenta leguas. Tiene tres orbes con el epiciclo. Los orbes deferentes del auge se mueven sobre los ejes del Zodíaco, según el movimiento de la octava esfera, de tal suerte que el auge de su céntrico está siempre en aquel lugar del Zodíaco que está el auge del excéntrico del Sol, de tal suerte que, conocido el auge del Sol, se conoce el auge de Venus. El orbe que lleva al epiciclo tiene dos movimientos: uno en longitud hacia el Oriente, regularmente sobre el centro del equante, de tal suerte que en el mismo tiempo que el centro del epiciclo hace una revolución, hace otra el deferente del orbe del Sol. La línea de su medio movimiento, según longitud en aquel lugar del Zodíaco, es lo mismo que la línea del medio movimiento del Sol, de tal suerte que, conocido el medio movimiento del Sol, se conoce el medio movimiento de él. Pero su epiciclo se mueve con dos movimientos, uno en longitud y otro en latitud; en la longitud, como los epiciclos de los otros superiores planetas; pero siempre cuasi en diez y nueve meses solares cumple su revolución. El Sol es un lucidísimo globo de fuego: está en este cuarto ciclo colocado, y puesto en medio de los demás planetas para darles y comunicarles su luz, como rey de todos los esplendores. Es caliente y seco, templadamente, diurno y masculino; domina sobre el oro y el fuego. Desde la tierra hasta estos orbes, hay de distancia un cuento, doscientas trece mil trescientas treinta leguas. Tiene tres orbes: el orbe supremo, según su superficie convexa, es concéntrico al mundo; y según la cóncava, excéntrico. El orbe interior es, según la cóncava, concéntrico; y según la cóncava, excéntrico. El tercer orbe (que está colocado en medio de los dos), según ambas superficies suyas, es excéntrico al mundo. Los dos primeros son los deferentes del auge del Sol; y al movimiento de éstos, se varía el auge del Sol. El tercer orbe es el que lleva al Sol; de suerte que, fijo el cuerpo del Sol en este orbe, es llevado del deferente. Estos tres orbes tienen dos centros, porque la superficie convexa del supremo y la cóncava del ínfimo tienen un mismo centro, que es el mismo centro del mundo; pero la superficie cóncava del supremo y la convexa del ínfimo tienen un mismo centro fuera del centro del mundo. Los orbes deferentes y el auge del Sol se mueven con propios movimientos proporcionales. Los polos de este movimiento son los de la eclíptica de la octava esfera; el auge del excéntrico, que lleva al Sol, continuamente se mueve en la superficie de la misma eclíptica. Pero el orbe, que lleva al cuerpo solar con su movimiento propio, sobre su centro (esto es, del excéntrico) se mueve regularmente, según la sucesión de los signos, cada día cincuenta y nueve minutos y ocho segundos, y los polos de este movimiento distan de los polos de los primeros orbes, y son términos del eje de aquel orbe; esto es, de la línea equidistante del eje de los orbes que llevan al auge, y que pasa por el centro del excéntrico. La línea del medio movimiento del Sol es una línea que sale del centro del mundo al centro del Zodíaco; el medio movimiento del Sol es el arco del Zodíaco, empezando desde Aries hasta la línea del medio movimiento; el auge del Sol es el arco del Zodíaco, desde Aries, según los signos, hasta la línea del auge, y la línea del medio movimiento, según la orden de los signos. La línea del verdadero movimiento es la línea del centro del mundo, tirada recta al centro del cuerpo del Sol, y el verdadero movimiento del Sol es el arco desde el principio de Aries hasta la línea del verdadero movimiento.

     »Subimos a la esfera de Marte, que es el quinto cielo, contando desde la tierra. Este es el planeta caliente y seco, ígneo, masculino, nocturno y enemigo de la naturaleza humana; es también cuerpo esférico, sin luz propia; domina en el hierro; dista de la tierra dos cuentos trescientas setenta y nueve mil leguas. Tiene tres orbes, y en el orbe medio, que es del todo excéntrico, está su epiciclo, en el cual está como clavado el cuerpo de Marte. Los orbes que llevan al auge se mueven sobre el eje de la octava esfera y polos de la eclíptica. El orbe que lleva al epiciclo, cortando el eje del Zodíaco se mueve sobre su eje, según la sucesión de los signos; y sus polos distan de los polos del Zodíaco con distancia desigual. El epiciclo tiene dos movimientos, uno en la longitud y otro en la latitud. El movimiento de longitud es con el que se mueve sobre su centro el cuerpo del planeta inmerso allí en la parte superior, según la sucesión de los signos; en este movimiento irregular. La línea del medio movimiento de Marte o del epiciclo es la que desde el centro del mundo se extiende hasta el Zodíaco, equidistante de la línea que va del centro del equante al centro del epiciclo. La línea del verdadero movimiento es la que sale del centro del mundo y pasa por el centro del epiciclo al Zodíaco. La línea del verdadero lugar es la que pasa por el centro del mundo, y se le tiende por el centro del cuerpo del planeta al Zodíaco. El medio movimiento del planeta es el arco del Zodíaco, desde Aries hasta la línea del medio movimiento. El argumento medio del planeta es el arco del epiciclo comprendido entre el auge media (según su movimiento) hasta el centro del cuerpo del planeta.

     »Al sexto cielo hemos llegado, y este planeta que vuestras mercedes ven aquí es Júpiter, cuerpo esférico, sin luz; es caliente y húmedo, aéreo, sanguíneo, masculino y diurno, y de naturaleza benigna; domina en el estaño; y dista diez y siete cuentos y doscientas veinte mil leguas de la tierra. Tiene tres orbes, como Marte, y lo que he dicho a vuestras mercedes de la teoría de este planeta, se debe también entender de Júpiter; pues consta de los mismos orbes y su epiciclo; y pues no hay cosa especial que notar, pasemos al séptimo cielo planetario, donde está el melancólico Saturno. Éste es cuerpo esférico, sin más luz que la que el Sol le da; es frío, seco, maligno, melancólico, térreo y diurno; y es enemigo de la naturaleza humana. Este planeta, mirado desde la tierra, es el más pequeño, pero es mayor que la Luna, y mayor que la tierra noventa veces; domina en el plomo; y desde la tierra a este cielo hay de distancia veintiocho cuentos y cien mil leguas. Tiene los mismos orbes que Júpiter y Marte; con que explicado los de Marte, es excusado cansar a vuestras mercedes.

     -Y aun estas noticias pudiera vuestra merced excusar -dijo uno-; porque yo, por mí, no he entendido palabra. Vuestra merced nos diga cuánto se mueven estos planetas, y qué pasiones tienen, así por mayor, que es lo que a nosotros nos sirve; que esas hipótesis de sus teorías tienen mucho que entender, y son para los que han de profesar esta ciencia; nosotros no queremos saber más que cuatro curiosidades.

     -Pues, si vuestras mercedes no quieren más, volvamos a la Luna. Ésta se mueve cada día trece grados, diez minutos y treinta y cinco segundos; y cada hora, treinta y dos minutos y cincuenta y seis segundos. Su cabeza de dragón se mueve al día, contra el orden de los signos, tres grados y diez minutos, y cumple su revolución en un mes. Mercurio se mueve al día con su medio movimiento cuatro grados, cinco minutos y treinta y dos segundos; y cada hora, un minuto y diez segundos. Cumple su revolución en ciento y quince días, veintiuna hora y tres minutos. Venus se mueve al día un grado, treinta y seis minutos y ocho segundos, y cada hora, un minuto y cuatro segundos. Cumple la revolución de su ciclo en quinientos ochenta y tres días, veintidós horas y dos minutos. El Sol se mueve al día cincuenta y nueve minutos y ocho segundos; cada hora, dos minutos y veintiocho terceros. Cumple su revolución en trescientos sesenta y cinco días. Marte se mueve al día treinta y un minutos y veintisiete segundos; cada hora, un segundo y diez y nueve terceros. Cumple su revolución en un año, trescientos veintidós días. Júpiter se mueve al día cuatro minutos y cincuenta y nueve segundos; cada hora, doce segundos; cumple su revolución en once años, trescientos y quince días. Saturno se mueve al día dos minutos y un segundo, y cada día, cinco segundos; cumple su revolución en treinta años y veintitrés días. Estos planetas, según hemos dicho, son llevados por sus orbes; y así, cuando caminan hacia el ábside superior, se llaman ascendentes; y descendentes, bajando al inferior. Ábside es lo mismo que apogeo, y el opuesto o inferior se llama perigeo. Estos apogeos se mudan y mueven muy despacio en muchos siglos, y de sus mudanzas conjeturan los astrólogos varios efectos. Llámanse los planetas directos y retrógrados; directos, cuando caminan por el orden de los signos, desde Aries a Tauro; retrógrados, cuando el movimiento es encontrado a éste. Llámanse también veloces, y es porque entonces caminan más que su medio movimiento; dícense tardos, cuando caminan menos que su medio movimiento, y estacionarios, cuando se detienen, ya para hacerse recios y retrógrados. Tienen latitud boreal y austral; y esta latitud se llama ascendente. Cuando vuelven hacia el ártico y se disminuye la latitud meridional y se aumenta la boreal, se dice ascendente; y cuando al volver al antártico se disminuye la boreal y se aumenta la meridional, es descendente. La máxima latitud boreal que puede tener Saturno es de dos grados y cuarenta y ocho minutos; la meridional y dos grados y cuarenta y nueve minutos; la boreal de Júpiter, un grado y treinta y ocho minutos; la meridional, un grado y cuarenta minutos; la boreal de Marte, cuatro grados y treinta y un minutos; la meridional, seis grados y cuarenta y siete minutos, la de Venus boreal, nueve grados y dos minutos; y la otra, nueve grados y dos minutos; la boreal de Mercurio, tres grados y treinta y tres minutos; y la otra lo mismo; la boreal de la Luna, cinco grados y diez y siete minutos; y la otra lo mismo.

     »De dos maneras atribuyen los astrólogos las dignidades a los planetas, una esencial y otra accidental. La esencial es la que tienen por naturaleza; y accidental, la que les sobreviene por el sitio. Las dignidades esenciales son cuatro: casa, exaltación, triplicidad y término. Tienen gozo en las casas celestes y en los signos. El gozo que se toma del signo es esencial, y la que se toma de la casa, accidental. Saturno tiene su gozo en Acuario, y en la casa duodécima. Júpiter en Sagitario, y en la undécima. Marte en Escorpión, y en la sexta. El Sol en Leo, y en la nona. Venus en Tauro, y en la quinta. Mercurio en Virgo, y en la primera. La Luna en Cáncer, y en la tercera. Cada planeta tiene su casa. El Sol la tiene en Leo, y la Luna en Cáncer; los demás, cada uno tiene una diurna y otra nocturna. Acuario es diurna, y Capricornio nocturna de Saturno. Júpiter tiene por casa diurna a Sagitario, y por nocturna a Piscis. Marte tiene diurna a Aries, y nocturna a Tauro. Mercurio tiene por diurna a Géminis, y nocturna a Escorpión. La exaltación del planeta es un lugar del Zodíaco en el cual tiene gran dignidad; y caso se llama donde se le disminuye la fuerza; y esto es en el lugar opuesto a la dignidad; y así en Aries se exalta el Sol, y tiene su caso en Libra. La Luna en Tauro, Saturno en libra, Júpiter en Cáncer, Marte en Capricornio, Venus en Piscis, y Mercurio en Virgo. Triplicidad es una división de los signos en cuatro partes, según la disposición de los cuatro elementos, que concuerdan con una naturaleza; y en éstos tienen también los planetas dignidad esencial. Los términos son ciertos grados determinados en los signos, en que constituidos observaron los astrólogos antiguos que se aumentaban las fuerzas de los planetas. Los aspectos de los astros son las distancias que respecto del Sol o de la Luna, o de unos y otras, llevan en ella movimientos; de suerte que, cuando un planeta está distante de otro cuarenta y cinco grados, se dice que se miran con aspecto sextil; cuando la distancia es de noventa grados, se llama aspecto cuadrado; y cuando distan por ciento y ochenta grados, están en oposición; y cuando están en un mismo signo y grado, están en conjunción. Baste esto como general noticia de las naturalezas y dignidades de estos planetas; advirtiendo a vuestras mercedes que hay otras infinitas cosas que saber en este asunto. Ahora subamos al octavo cielo, que es el estrellado, y donde están las estrellas fijas. Éstas son unos globos formados de infinitos corpúsculos, que se mueven sobre sí mismos, con un movimiento trémulo, aceleradísimo. Así en los planetas como en las estrellas fijas, se dan dos movimientos encontrados: uno es el de la décima esfera, que arrebatando todos los cuerpos celestes, les da una vuelta al mundo en espacio de veinticuatro horas, y este es de Levante a Poniente, sobre los polos al mundo. El segundo movimiento es de Poniente y Levante, sobre los polos de la eclíptica, con el cual se van apartando de la sección vernal de la eclíptica con la equinoccial. En este segundo movimiento han variado mucho los astrólogos; pero la observación más segura y más puntual, es, que el movimiento anuo de las fijas es de cincuenta segundos: con que gastan setenta y dos años en andar un grado del cielo, y cumplen su revolución en veinticinco mil novecientos y veinte años. Mil y veintidós estrellas son las que los astrólogos han podido conocer en el firmamento, siendo sólo Dios el que pueda numerar su multitud; y son más que las que vemos desde la tierra.

     -Eso he reparado -dijo el viejo-; pero también me parece que aun estándolo viendo aquí, y, siendo unos cuerpos tan grandes, será imposible el numerarlos.

     -Las más conocidas son las que componen las cuarenta y ocho imágenes y constelaciones, que son: las Dos Osas, el Dragón, Cefeo, Bootes, Corona boreal, Hércules, Lira, Cisne, Casiopea, Perseo, Auriga, Serpentario, Serpiente, Saeta, Águila, Delfín, Equículus, Pegaso, Andrómeda, Triángulo, Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario, Piscis, Cetus, Orión, Eridano, Liebre, Can Mayor, Can Menor, Argos, Hidra, Urna, Cuervo, Centauro, Lobo, Turíbulo, Corona austral. Si vuestras mercedes quieren saber de cuántas estrellas se compone cada imagen de éstas, lean a Juan Paulo Galucio en su Teatro del mundo. Además de estas constelaciones, dividen los astrólogos al cielo en doce porciones iguales, a quienes llaman «casas». De éstas hablaremos en adelante. Divídenlo también en doce signos, que están inmediatamente en este cielo que son: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis. Cada signo de éstos se divide en treinta grados que multiplicados por los doce, hacen los trescientos sesenta grados en que dividen los astrólogos todo el cielo. Las demás constelaciones de Aries dicen que están en la décima esfera. Las propiedades de estos signos, diremos en los efectos de los eclipses.

     »Quedémonos aquí -les dije-, porque el cielo más arriba no tiene que ver, porque es el cielo cristalino, donde, según el venerable Beda, estuvieron las aguas del Diluvio; y más arriba está la décima esfera, que es el cielo, que arrebatando a todos los demás cielos inferiores, les hace dar una vuelta al mundo en espacio de veinticuatro horas de Levante a Poniente. El onceno cielo es la ciudad de Dios y de sus bienaventurados; con que el sistema de este mundo es, contando desde el Empíreo, u onceno, se sigue la décima esfera; a ésta, el cielo cristalino, el Firmamento, el cielo de Saturno, el de Júpiter, el de Marte, el Sol, Venus, Mercurio y la Luna, esfera del fuego, la del aire; y en medio de éstos, colocado el globo terráqueo.

     Aquí llegaba delirando mi fantasía fatigada, porque no conocía ya tan vivamente de las especies; y a los menos graves vapores del estómago quedan dejar sin tanta copia el celebro(4); ya recitaba a pausas, olvidando la mayor parte de la idea, y trabucándose las razones; pero todavía estaba persuadido en el sueño que volábamos por estas esferas mis amigos y yo; y que poco a poco íbamos bajando, y nos volvimos, a hallar en mi cuarto. Unos se sentaron sobre mi cama, otros sobre los poyos de la ventana, otro se acomoda en el brazo una silla (porque en casa de los astrólogos no puede haber mucho asiento), y yo les dije:

     -Ea, caballeros, aquí hemos de descansar, y hemos de recopilar de lo que hemos visto, lo que nos sirva para nuestro propósito; y explicando primero los influjos generales, vendremos a parar al particular de este eclipse; y ojalá hubiera caracteres en las imprentas de España, que yo me prometía darles a vuestras mercedes unos preceptos para que no sólo conociesen las influencias de los eclipses, sino también para conocer cuándo sucederían, su principio, medio y fin, y en qué regiones. Pero, pues esto por ahora no puede ser, será preciso para que vuestras mercedes se informen de su influencia y hagan un prudente juicio, que vean en nuestros Pronósticos, en qué signo se fragua cualquier eclipse; y diciéndoles yo ahora la naturaleza del signo y casa en que sucede. Y por si acaso en los Pronósticos hallan vuestras mercedes quién sea el planeta señor del eclipse, puse la naturaleza de éstos; y juntando con la impresión del aire la cualidad de la casa e influjo del signo y planeta, podrán con la Filosofía natural de su buen discurso, y estos meteorológicos principios, y la observación de los pobres astrólogos, que se dieren malas noches por notar influencias, hacer un cálculo y juicio prudente. Y para que vuestras mercedes no se queden tan en ayunas de la formación de los eclipses. Supuestas ya las teorías y movimientos del Sol y la Luna, y el caput draconis, oigan la general doctrina de su formación.

     El amigo más viejo, que era el que más atendía (y aunque no hablaba mucho, bien conocía yo que tenía sus reglitas astronómicas), dijo:

     -Sí, señor; explíquenos vuestra merced esta formación y sus influjos; que lo demás se puede averiguar por unas efemérides viejas, o si acaso las encontraremos nuevas, mejor.

     Pues esto supuesto, dije yo:

     -Eclipse no es otra cosa que una ocultación o privación de la lumbre del Sol, y porque entre el Sol y la tierra se interpuso la Luna, o porque entre la Luna y el Sol se interpuso la tierra. Porque, sabido es, en la perspectiva, que cuando el cuerpo luminoso es mayor que el opaco, siempre éste es alumbrado por más de la mitad, y su sombra piramidalmente va en disminución, hasta fenecer en un punto opuesto al centro del luminoso. Pues como el Sol luminar mayor anda a vista de la tierra, que es cuerpo opaco, y el Sol sea mayor que la tierra cuasi doscientas veces, necesariamente la sombra de la tierra se ha de disminuir en pirámide, hasta fenecer en punto opuesto de él. Así como el Sol camina en la superficie de la eclíptica, así el diámetro de la sombra de la tierra se moverá por la misma superficie de la eclíptica o la parte opuesta del Sol. Empezando por los eclipses de la Luna, digo que la causa de eclipsarse es que ésta no tiene más luz que la que recibe del Sol. Todas las veces que en las oposiciones o Lunas llenas se hallare en una de las secciones, que dijimos llamarse Caput o Cauda draconis, de necesidad ha de estar el Sol en el opuesto punto; y entonces queda la tierra interpuesta entre el Sol y la Luna, y la sombra de la tierra coincide en el cuerpo lunar; y como la luz del Sol no puede coger lo cóncavo de la Luna, quédase sin luz y padece el eclipse; y viene a ser general en todas las regiones de aquel hemisferio. El eclipse del Sol no es privación de luz (porque nunca la pierde), es sólo una ocultación de sus rayos, causada del cuerpo de la Luna interpuesto entre el Sol y nuestros ojos; y así, todas las veces que en conjunciones, o Lunas Nuevas, que tiene el Sol con la Luna, se hallaren en una de las dos secciones, o modos del Caput o Cauda draconis, o en sus términos, queda la Luna interpuesta entre el Sol y la tierra, y padece el Sol eclipse y ocultación de sus luces, por la parte opuesta al diámetro de la sombra. Y como causan diferentes aspectos en diferentes regiones, hay variedad en la duración y tiempo; porque el eclipse del Sol no pueda ser general, como el de la Luna, porque la Luna es menor que el Sol, y nunca puede quitarle todas sus luces; pero como la tierra es mayor que la Luna, de aquí es que ésta puede padecer eclipse total y general, el Sol no. Para demostrar la grandeza y duración de los eclipses, se consideran los cuerpos del Sol y de la Luna como planos y superficiales; y en esta consideración dividieron a los diámetros de los luminares en doce partes iguales, a quienes llamaron dígitos; y cada dígito lo dividieron en sesenta segundos; y por esta división nos han dado a conocer los astrólogos antiguos la cuantidad y duración de los eclipses de tal suerte, que en diciendo que el eclipse es de doce dígitos, ya entiende eclipse total; si de seis, se entiende que fue oscurecido la mitad del luminar. Los eclipses de la Luna son más fáciles de calcular; porque, cuando en la oposición, o Luna llena, se hallan en el Caput o Cauda, o cerca, como me diste por más que doce grados, es regla general que habrá eclipse; y tanto será mayor el eclipse cuanto menor fuere la distancia; y así, en doce grados de distancia no habrá eclipse; pero en diez, en ocho, en nueve, etc., lo habrá. Pero en los eclipses del Sol, además de conocido el novilunio, es necesario saber la noticia de los paralajes; y éste es punto más dificultoso de la Astronomía. Baste esto por general noticia, y vamos sabiendo ahora la naturaleza de los doce signos, en que pueden eclipsar los luminares, para que de cada signo hagan vuestras mercedes el juicio y conjetura del influjo, que este es nuestro fin.

     »Aries es figurado por un carnero; es cálido y seco templadamente; su naturaleza es de fuego; es signo movible y masculino; es casa de Marte, exaltación del Sol, caída de Saturno y detrimento de Venus. El día que entra el Sol en este signo, hace el primer equinoccio; domina en las provincias de Francia, Alemania, Inglaterra, Polonia; y en las ciudades de Florencia, Patavia, Nápoles, Cracovia, Zaragoza, Valladolid y Tortosa.

     »Tauro es figurado por un toro; es térreo, frío y seco; es signo nocturno y femenino; influye frialdad moderada, y con ésta va empezando a crecer y aumentarse lo vegetable; es casa de Venus, y su gesto exaltación de la Luna, y tristeza y detrimento de Marte. Domina en las provincias de Irlanda, Egipto, Armenia, Persia, Media y Asia Menor; y en las ciudades de Capua, Salerno, Bolonia, Sena, Verona, Parma, Mantua, Palermo, Gerona, Huesca, Toro, Badajoz, Astorga y Jaén.

     »Géminis es figurado por dos niños abrazados, denotando lo amigable del tiempo; su naturaleza es cálida y húmeda; engendra un temperamento muy templado, para todo lo vegetable y animal. En este signo se fraguó el eclipse del día 22 de Mayo, que es el que a vuestras mercedes, al Norte y a Francia tiene alborotados. Y es cierto, que a no estar tan infecto e impresionado el aire de porciones sulfúreas, que por causa de la gran seca que ha habido en lo más de nuestra España diez años ha, no fueran tan malos los efectos; y con todo eso, lo benigno y afable del signo le destruye muchas cualidades pestilentes. Es este signo casa diurna de Mercurio; y este planeta también es Almutén o significador y dispositor del eclipse. Las condiciones de este planeta indiferentes; conque junto a un signo tan bueno, no puede ser dañosa su influencia. Es detrimento y tristeza de Marte, es masculino y diurno; domina en las provincias de Hircania, Marmárica, Armenia y Margiana; y en las ciudades de Trento, Ceste, Viravo, Norimberga, Brujas, León de Francia, Sigüenza, Córdoba y Talavera.

     »Cáncer es figurado por un pescado. Su naturaleza es acuática, fría y húmeda, femenina y nocturna, influye templadamente. Este signo es casa diurna y nocturna de la Luna, exaltación de Júpiter, detrimento de Saturno y caída de Marte. Domina en las provincias de Numidia, Holanda, Nuremberga, Zelandia, Betania, Etiopía, África y Frigia; y en las ciudades de Constantinopla, Milán, Pisa, Luca, Venecia, Túnez y Génova, Lisboa, Granada y Barcelona.

     »Leo es de naturaleza de fuego, cálido y seco en demasía, masculino y diurno. En este signo, cuando el Sol está en él, seca y aniquila lo vegetable. Es casa diurna y nocturna del Sol, tristeza de Saturno. Domina las provincias de Bohemia, costa del mar Bermejo, la Caldea, Italia, Suecia, Turquía, Proponto, Alpes y la Macedonia; y en las ciudades de Roma, Rávena, Cremona, Urna, Crotón, Damasco, Praga, Murcia y León.

     »Virgo es signo térreo, frío y seco; se figura en una doncella; y éste significa lo estéril de la tierra. Es femenino, nocturno y melancólico; es casa, gozo y exaltación de Mercurio, caída de Venus y detrimento nocturno de Júpiter. Domina las provincias de Grecia, Babilonia, Asiria, Mesopotamia, Sicilia, Rodas y las islas de Candía; y en las ciudades de Pavía, París, Ferrara, Tolosa, Parencio, Lérida, Toledo, Ávila y Algecira.

     »Libra se figura por un peso de balanzas, significando la igualdad de los días y noches. Es signo masculino, diurno, cálido, húmedo y aéreo. Es casa diurna de Venus, caída del Sol, exaltación de Saturno y diurno detrimento de Marte. Domina las provincias de Asturias, Cesperia, Bactriana, Regio y Tuscia; y las ciudades de Palencia, Lodi, Gaeta, Parma, Viana, Burgos, Almería y Salamanca.

     »Escorpio se figura en un animal terrestre, llamado así. Es frío, húmedo y nocturno. Es casa nocturna y gozo de Marte, caída de la Luna, detrimento y tristeza de Venus. Domina en Escocia, Siria, Mauritania, Getulia, Capadocia y Judea; y en las ciudades de Mesina, Padua, Aquileya, Crema, Bujía, Valencia, Játiva, Segovia, Tudela, Braga y Málaga.

     »Sagitario es figurado por un centauro tirando saetas. Es cálido y seco, y de naturaleza ígnea, masculino y diurno. Es casa diurna y gozo de Júpiter y detrimento diurno de Mercurio. Domina en las provincias de España, Arabia Feliz, Esclavonia, Dalmacia y Etruria; y en las ciudades de Malta, Aviñón, Jerusalén, Milán, Jaén y Calahorra.

     »Capricornio es figurado por una cabra. Es térreo, frío y seco, femenino y nocturno. Es casa nocturna de Saturno y exaltación de Marte, caída de Júpiter y detrimento de la Luna. Domina sobre Macedonia, Barbaria, Portugal, Albania, Moscovia, Gredosia, Tracia, la India y Esclavonia; y en las ciudades de Verona, Forlinio, Saboya, Tortosa, Soria y Carmona.

     »Acuario es figurado por un hombre vertiendo un cántaro de agua. Es caliente, húmedo y ácueo; corrompe los vegetables y plantas. Es casa diurna y gozo de Saturno, y detrimento nocturno y diurno del Sol. Domina sobre Aragón, Bohemia, Sajonia, Etiopía, Dalmacia, Arabia, Sodiana y Piamonte, y en las ciudades de Constancia, Jerusalén, Urbino, Pavía, Monferrato, Zamora, Medina, Palencia y Sevilla.

     »Piscis es figurado por dos peces. Es femenino, nocturno, acuático, frío y húmedo; casa nocturna y diurna de Júpiter, exaltación de Venus, caída y detrimento nocturno de Mercurio, y su tristeza. Domina en Persia, Irlanda, Normandía, Lidia y Sicilia; y en las ciudades de Orense y Santiago, y parte de Sevilla.

     -Estos signos ya los registramos en la octava y décima esfera -dijo un compañero-; lo que no hemos visto allá es la equinocial, coluro y otra greguería de cosas, que acá les oímos a vuestras mercedes, y nos ponen en sus Pronósticos.

     -Ya entiendo a vuestra merced lo que dice -respondí yo-, y porque no se me vayan de mi cuarto sin saber todos los principios, así accidentales como sustanciales de una y otra esfera, en breve la he de instruir con la general doctrina y principal división; pues a ella se debe el conocimiento del cielo y el haber hallado franco comercio del de la tierra a los superiores orbes: Plurinum debemus antiquis ob tontum inventionem, cum coelum palpemus manibus ictuque inventionem, cum coelum palpemus manibus ictuque oculi distantias locorum, ac si in Coelis degeremus. Para la inteligencia de los movimientos celestes y situación de sus cuerpos, imaginaron los astrólogos, además de la general división en los doce pedazos o casas, diez líneas en el cielo estrellado, por este orden. Los signos, que hemos visto, están en un círculo de esta esfera que divide al cielo en dos partes iguales; y a este círculo dieron los astrólogos latitud de doce grados; pero en los demás círculos no tiene latitud, éste es un círculo oblicuo, por ser tan ladeado como consta de las declinaciones que el Sol hace cuando se encamina al Septentrión: llámase también signífero, porque lleva consigo todos los signos. En medio de su latitud imaginan una línea, a quien llaman eclíptica, donde el sol no se aparta ni declina jamás; y llámase así, por hacerse en esta línea los eclipses. La equinoccial es también círculo máximo y divide la esfera en dos partes iguales, pasando por los dos signos de Aries y Libra; y en llegando el Sol a estos puntos o signos, hace los equinoccios e igualdad del día y la noche en toda la tierra. El horizonte es otro círculo mayor, terminador y determinador de nuestra vista, por aquella parte por donde, y nuestro parecer, se corta el cielo con la tierra; o por mejor decir, es un círculo que termina y remata la vista, tendida por la redondez de cualquier parte donde el hombre la tiende. Meridiano en el círculo de mediodía, y en éste toca el Sol en cualquier tiempo del año al punto del mediodía; está siempre sobre nuestras cabezas atravesado del uno al otro polo del mundo; la una mitad está siempre sobre nuestro hemisferio, y la otra debajo; y en éste toca el Sol al punto de la medianoche; y según la habitación de cada uno se considera el meridiano; y así son diversos los meridianos, como lo son los horizontes; porque no todos tienen un mismo horizonte y un meridiano. Los dos círculos coluros son unos círculos que dividen también la esfera en dos mitades iguales, y son diferenciadores de los puntos de los equinoccios y solsticios; y sirven de regla y mensura para muchas observaciones de los astrónomos. Además dio estos seis círculos máximos, que dividen al cielo en dos partes iguales, hay otros cuatro círculos. Los dos primeros de los menores, y que no dividen la esfera en porciones iguales, son los círculos de los trópicos, el de Cáncer y el de Capricornio; el círculo que causa el Sol cuando está en el principio de cancro y el que describe o causa cuando está en el principio de Capricornio llámanse solsticios, como si el Sol, para volver atrás, hubiese de volver a parar en ellos. Estos signos terminan las máximas declinaciones del Sol, y diferencian a la zona templada de la tórrida. Los otros dos círculos menores son el Ártico y Antártico: son definidores de las zonas heladas o frígidas. El diámetro de estos círculos es cuarenta y siete grados; y en el medio de cada uno de estos círculos están los polos del mundo, puntos o remates del eje que atraviesa la esfera de arriba abajo. El punto nuestro es llamado polo septentrional, por las siete estrellas que están junto a él; que así llaman los ciegos a lo que nosotros llamamos Bocina y Norte. La estrella Polar no es el Norte ni el polo; antes dista de él más de dos grados. El polo contrario al nuestro se llama antártico, porque es opuesto al polo ártico y meridional, por ser del lado del mediodía, según nuestro respecto. Todo cuanto hemos dicho de la esfera celeste se debe entender de la terráquea, porque de los mismos círculos consta una que otra, pues los cosmógrafos, para la descripción del orbe terráqueo, se valen de ella y es precisa esta misma división; y para entender mejor la ciencia de estos círculos, puede cualquier curioso dividir un globo material y formar en él las diez líneas, del modo que dice el Padre Tosca(5) en su Compendio matemático; y comprendidas en el globo material, tiene sabidas las del cielo, que imaginan los astrónomos, y las que en la tierra, para su descripción consideran los cosmógrafos, que son todas unas mismas.

     Al mismo tiempo que yo a mi parecer estaba explicando estas noticias, me persuadía en la fantasía que entraba en mi cuarto un mozo (y no era mi criado, porque a mi nadie me sirve, como yo me sirvo) con un garrafón de agua y un canasto de azucarillos, y que iba llenando los vasos de una salvilla (que tampoco la había, ni la he tenido jamás) y fue sirviendo a mis amigos la bebida. Yo les dije:

     -Caballeros, ya habrán vuestras mercedes recuperándose de la fatiga y cansancio del dilatado camino, refresquen y descansemos, que ya nos falta poco que dictar acerca de los influjos y efectos de los eclipses, y podrán vuestras mercedes volverse a sus casas.

     En ninguna de las pasadas fantasías me persuadía yo que podía soñar, si no es en ésta del refresco, mozo, azucarillos, salvilla y vasos; porque todo esto es contrabando en mi posada; porque como están los ojos enseñados a ver sólo una cama, como Dios me la ha dado, una silla, que la suenan los trebejos como bolsa de damas, una lía, que forma un ángulo en los dos remates de las esquinas del cuarto, donde están ahorcados, y no por buenos, mis vestidos; extrañaba que ni por sueño pudiera haber llegado tanto bien a mis puertas; en fin, bebimos e hicimos por un rato parar el discurso.

 

 

Descansos del viaje

De la facultad de las causas superiores, y cómo se aviene con las inferiores; de las casas einflujos particular y general, así como del eclipse del día 22 de mayo de 1724, como de los que pueden suceder hasta la fin del mundo, y otras curiosidades.

     Aunque los cuerpos celestes, por la inmensa distancia que hay de ellos a la tierra, parecen exiguos, ya han visto vuestras mercedes su desmesurada magnitud, y aún son mayores que los que nosotros discurrimos. Estos cuerpos celestes hacen su impresión en los inferiores por su movimiento y por su luz, y por su influencia. Por el movimiento, porque éste es la vida de todo lo criado, porque cesando el movimiento, cesan las generaciones y corrupciones, y todo natural movimiento; por la luz, porque la lumbre de los cielos imprime en el aire las primeras cualidades; y del temperamento de las primeras se engendran las segundas, de donde se sigue que los cuerpos celestiales hacen con su luz todas las alteraciones y mutaciones del aire y otros cuerpos inferiores: por la influencia, porque con maravilloso modo labra en las entrañas de la tierra los metales, piedras, etc., y en la superficie de ella fomenta las producciones de mieses y plantas; y según la varia influencia, y según el diverso sitio del lugar hace producir y engendrar sustancias diversas; porque no todo lugar es bueno para producir aromas, ni en todos los terrazos se engendra el vino dulce. Del mismo modo varían estas influencias en las inclinaciones del hombre (dejándole siempre libre su voluntad, que a ésta nadie la manda, si no es el mismo hombre); y así, según la buena o la perversa constelación, a unos hace afortunados, a otros infelices, a unos borrachos, a otros lujuriosos, a unos ladrones, y a otros soberbios; pero aunque al hombre le inclinen las estrellas, le queda libertad para elegir a su voluntad; que en ella, ni el cielo ni el influjo hacen impresión. La parte de la Astrología que trata del concurso de las causas agentes con las pacientes, del temperamento y mudanzas del aire, y de los tiempos, era necesaria, ya que vamos a explicar en general los eclipses; pero bastará que vuestras mercedes, con prudencia, hagan juicio de que no todas las regiones padecerán estos efectos, sino solamente aquellas tierras que concuerdan con la triplicidad en el signo en que se fraguó el eclipse, y más si el eclipse fragua sobre sus horizontes. Es importante también hacer un juicio de la impresión del aire por los años antecedentes; y así, por cuanto este año han sido más copiosas las lluvias, daremos más humor ácueo y sulfúreo en el aire. Esto no lo enseña la Astrología, es menester aquí el buen juicio de vuestras mercedes haga estas prudentes conjeturas. Es necesario, también, que vuestras mercedes tengan noticia de las doce casas del cielo; porque es de esencia de este asunto juntar la naturaleza de aquel pedazo de cielo o casa con el signo en que se fragua la conjunción eclíptica, para ir juntando, así los influjos de la casas como los del signo y del planeta señor del eclipse, y de la impresión que prudencialmente tendría el aire al principio, medio y fin del eclipse; y así, tratando de las casas, digo que dividen los astrólogos y todo el cielo formal en doce casas. A la primera llaman Ángulo del Oriente, Casa de las vidas y constitución del cuerpo; a la segunda, Casa de facultades y bienes; la tercera, casa de los viajes; la cuarta, de los bienes estables y fin de cosas; la quinta, Casa del contento; la sexta, de las enfermedades; la séptima, de los enemigos y mujeres; la octava, es de la muerte y herencias; la novena, de los viajes y de religión; la décima, de los honores y dignidades; la oncena, es Casa de la Fortuna y la duodécima es de los enemigos ocultos y cárceles.

     »Oigan vuestras mercedes la explicación de cada casa, así de sus influjos especiales en el hombre, como de su cualidad y naturaleza, y de los planetas que son consignificadores de ellas.



Casa primera

     La primera casa, llamada Ángulo del Oriente, Horóscopo ascendente, y Casa de la vida; en ella estuvo aquella parte del cielo que en el punto de la Natividad asciende, y que hizo la primera impresión. Es significación del cuerpo y su forma, de la salud, vida, ingenio, complexión y costumbres, de la propia industria; y es de donde se toman los principios de las cosas. En ella tiene gozo Mercurio, por significador de los espíritus animales. Joviano Pontano(6) lo excluye de esta dignidad por versátil. Julio Firmico(7) dice que Saturno, fortunado en esta casa, y no leso de Marte, ni combusto del Sol, y con rayos felices de Júpiter y Venus, indica vida larga y buena salud. Es casa feliz, femenina, su color blanco, su cualidad fría, húmeda, flemática, y es con ella consignificador Saturno, por el primero y supremo de los planetas.



Casa segunda

     La segunda casa, sucede a la primera debajo de tierra. Significa la hacienda, las ganancias, riquezas movibles, los censos y los bienes, que con industria y trabajo se adquieren; los ministros fautores, personas, facultades, y medios necesarios para la adquisición, y el tiempo de su duración y de decaecimiento hasta el fin de la vida. Es casa en quien ningún planeta tiene gaudio; es consignificador Júpiter, porque naturalmente significa sustancia de bienes; y hallándose en ella por cuerpo o buen aspecto, no impedido, da grandes riquezas, siendo señor de ella, las promete por oficios, y dignidades eclesiásticas, por mercedes, dones de buenas personas. Si el significador fuere Marte, bien afectado por la milicia; si Venus por mujeres y favores de amigos. Si Saturno, por labranza y cultura de la tierra; y si Mercurio, por ciencias y mercaderías. Grande impedimento es, cuando en esta casa se hallan corporalmente, o el Sol, o Saturno, o Marte: el Sol, porque destruye los planetas que con él se juntan, y les quita la lumbre; Saturno, porque es la misma vanidad, pobreza y necesidad; y Marte, porque significa impedimento, trabajo, y defecto de sustancia; fuera de esto, es casa feliz, femenina; su color verde, su complexión fría, y húmeda flemática.



Casa tercera

     La tercera casa se llama la de los hermanos y parientes, aunque Ptolomeo no hace mención de ellos en sus Apotelesmas. Joviano Pontano(8) dice que el hombre es animal sociable naturalmente, ninguno tanto; y que esta comunicación es primero con sus hermanos y allegados; y que la tercera casa es la primera, que se junta por aspecto sutil amigable con el ascendiente; por lo cual tiene con propiedad el significado de los hermanos; y parientas de la hospitalidad, la Fe, Religión, Piedad la correspondencia y amar de los hermanos; las controversias y pleitos en juicio, los viajes breves y legaciones: de aquí se toma la denominación de los buenos y felices acontecimientos. Tiene gaudio en esta casa la Luna: el color es azafranado, su naturaleza femenina, su vigor mediano, su complexión fría, y húmeda flemática, y es Marte su consignificador.



Casa cuarta

     La cuarta casa significa a los padres, el patrimonio, heredades y bienes raíces, los campos, cultura de la tierra, labores, minas y fundiciones de metales, cimientos, edificios, tesoros, y cosas escondidas, las presas, despojos, y el fin de las cosas; y tómanse también las herencias, cuando el señor de la cuarta se halla en segunda o primer casa, o el señor de la primera o segunda en la cuarta, y la fama y opinión después de la vida. Ningún planeta tiene gaudio esta casa; antes de opinión de Hermes, es sepultura de los planetas: es medianamente feliz, y masculina: su color rubio, su complexión fría y seca, melancólica, su consignificador el Sol. Dice Hermes(9) Res paterna transit in filium, dum Saturnus fuerit fortunatus, et ex dilectione aspexerit Dominum ascendentis, magis, ac amplius, se fuerit Dominus quarti loci.



Casa quinta

     La quinta casa se llama de los hijos, que como a la tercera se le dio el significado de los hermanos, por el sextil que tiene con el ascendiente; a la quinta por el trino, se le da el de los hijos, su estado, número y otros ascendientes, las donaciones, y aquello que es del gesto, amor, deleites, convites, músicas, conversaciones familiares, nuncios y dones. Tiene Venus gaudio en esta Casa: su color es melancólico, mediana su felicidad, es masculina, de cualidad fría y seca, melancólica, su consignificador Venus.



Casa sexta

     La sexta casa significa las enfermedades: es lugar desierto, y como fuera de la frecuencia de los hombres, y frecuentado de animales venenosos y hierbas nocivas; y regularmente cuantos planetas se hallan en esta casa, tantos géneros de enfermedades predicen, especialmente en la vejez. Y los planetas que se hallan en la duodécima, mayormente estando infortunados, indican enfermedades en la puericia, significa también esta casa los criados, siervos, esclavos, los animales domésticos, y el ganado menor, y toda cosa doméstica y de servicio, el sustento y protección que el señor debe al criado, y la obediencia que el criado al señor. Tiene Marte gaudio en esta casa, y la consignificación Mercurio: su color es negro, su naturaleza infeliz; es masculina, aunque débil, de cualidad fría y seca, melancólica. Planeta si non fuerit in locorum aliquo suae potestatis, et ipse fuerit in sexta, vel duodecima domo, tunc fortunabitur. Ibi: Abent. y Ptolomeo(10), dice: Exercet saepevires stellae, quo in loco nullas habet vires lucrum inexpectatum afferens.



Casa séptima

     La séptima casa se llama de las bodas y casamiento; significa la inclinación a la continencia o al matrimonio, y al número de las mujeres y la cualidad; significa también las ventas y compras, los enemigos declarados y sus operaciones, los ladrones desterrados, fugitivos y las contiendas: ningún planeta tiene gaudio en esta casa, consignificadora la Luna, su color blanco, feliz, femenina, de complexión cálida y seca, colérica.



Casa octava

     La casa octava llaman los astrólogos lugar interficiente y casa de la muerte natural o violenta, por cualquiera causa externa o interna: es lugar flaco y ocioso, que no tiene vista con el ascendiente y es nocivo: significa las herencias de los muertos, los tesoros escondidos, la tristeza y los venenos letales. Dice Ptolomeo, que se mire el estado del grado interficiente, cuál de los planetas se halla en él, o tiene con el aspecto, y según su naturaleza, insinúa la muerte. Si fuere Saturno, la muerte será por largas enfermedades, flemas, reumas y defectos de la naturaleza. Si Júpiter, por apostemas en el tragadero y pulmón; si Marte, por fiebres continuas agudas; si Venus, por mala afección del estómago, del corazón y del hígado, por flujo de sangre, apostema derramada por el cuerpo y fístulas; si Mercurio, por morbo caduco, gota coral, falta de juicio y pérdida de sentido. En esta casa no tiene gaudio planeta alguno, si bien la llaman templo de la Luna; y según Fírmico(11), y Pontano(12): La Luna en nacimientos nocturnos en esta casa bien colocada, aumentada en luz, y con felices rayos de fortuna, libre de infortunio, promete gran felicidad: es consignificador Saturno: su color negro, su naturaleza infeliz y mala, femenina; y su complexión caliente y seca, colérica. En esta casa se fragua el eclipse del 22 de Mayo.



Casa nona

     La casa nona es semejante y más eficaz que la tercera, así por estar en la parte superior del círculo, como por el aspecto trino con el ascendente que es de perfecta amistad: significa la Religión, y cosas tocantes al culto divino, las dignidades eclesiásticas, la Piedad, la Fe, las Facultades, las Artes, la Filosofía, la Ciencia, la aptitud y la inclinación a la Religión, las buenas costumbres y recta institución: tiene también la significación de las sectas y es casa de los viajes largos y los juicios de legaciones, y los piadosos, los sueños y las adivinaciones: tiene el Sol gaudio en esta casa, y es consignificador Júpiter; su color es melado; su naturaleza mediana y femenina, su cualidad caliente y seca, colérica.



Casa décima

     La casa décima se llama medio cielo, el culmen, o lo sumo del ciclo, corazón del cielo, casa regia, Cuspis Real, y de los honores: significa los imperios, dignidades, oficios, magisterios y honores; es término y primacía de los bienes civiles que aspiran los hombres; y también significa el género de vida, las eminencias y superioridades es las Artes, y el favor, y mercedes de los príncipes y magnates, y las privanzas; tiene significación de la madre, su estado y condición después de nacido el infante. En esta casa no tiene gaudio planeta alguno; es consignificador Marte; el color es melado; su naturaleza feliz, masculina, su cualidad es caliente y húmeda, sanguínea.



Casa undécima

     La undécima casa es de fortuna, de las esperanzas, de los favores, benignidades, buenos sucesos, felices, de los amigos fieles y falsos, con quien se tratan familiarmente: significa los consejeros y ministros del rey y de los príncipes. Tiene en esta casa gaudio Júpiter, el cual, hallándose en ella bien afecto con dignidad y libre de infortunio, es felicísimo, y da favor en todas las cosas; y así como la décima es casa del rey, la undécima es de los que hacen su causa, y los auxilios de la hacienda real, y de las esperanzas; y consiguientemente la primera casa del pueblo, y la segunda de su hacienda y sustancia: e impedida cualquiera de ellas, impide todo lo tocante a su participación: es consignificador el sol; su color azafranado, su naturaleza mediana, masculina, su complexión cálida y húmeda, sanguínea.



Casa duodécima

     La duodécima casa significa los enemigos ocultos, las cárceles, tristeza, adversidades, insidias, y turbaciones, trabajos, envidias y dificultad; significa también los animales mayores, y el daño que de ellos puede resultar; la fidelidad de los criados y su hacienda, algunas enfermedades, especialmente, en la puericia.

     Conjetúranse de aquí los sucesos que las mujeres tienen en los partos, los susurros y malas sospechas; y da aptitud para penetrar la distinción de las cosas. Tiene en esta casa gaudio Saturno; su consignificador es Venus; un color verde, su naturaleza infanta y maligna, masculina; su complexión caliente y húmeda, sanguínea. Si el señor del ascendiente se hallare en esta casa, insinúa muchos enemigos, con distinción, que si estuviere fuerte y fortunado, los supeditará; y si estuviera débil, será supeditado de ellos.

     Para los eclipses, sólo harán vuestras mercedes juicio del general influjo, porque los demás sólo sirven para los juicios gentilíacos de los nacimientos. Ya que vuestras mercedes pueden ir juntando circunstancias del signo, de la casa del planeta, y de la disposición anterior del aire, vamos sabiendo en uno y otro luminar las observaciones particulares que tienen hechas los astrólogos en cada mansión del cielo, así de los eclipses del Sol como de la

 

 

Predicciones de los eclipses de sol y luna

     En sus Apotelesmas(13), dice el príncipe de los astrólogos, Ptolomeo, que de los eclipses de los luminares, nunca se puede pronosticar nada bueno; y que si sucede en el ascendente, pronostica muertos, graves enfermedades y peligrosas pestes. El tiempo en que sucederán los eclipses, es desde el ascendente a la casa décima, y desde la décima a la séptima, contando por quince grados de equinoccial una hora, y por cada hora un mes; de suerte, que si el eclipse sucede desde el ascendente a la décima, a treinta grados de equinoccial, serán dos horas, y por las dos horas se entiende que comenzarán los efectos de los eclipses, desde el principio del mismo eclipse en dos meses; y así contando hasta la décima casa, que hay noventa grados, los seis meses. Si sucediere desde la décima a la séptima, que hay noventa grados, se han de ir contando hasta seis horas, desde el fin del eclipse, seis meses; dando siempre a quince grados de equinoccial una hora, y a cada hora un mes. Los eclipses del Sol tendrán tantos años de duración cuantas horas tuviera el eclipse, y los de la Luna, durarán sus efectos tantos meses cuantas horas durare el eclipse. Los eclipses de los luminares en las anuas revoluciones, son sumamente nocivos, si suceden en la distancia desde el grado ascendente al lugar del tal eclipse; y todos los accidentes de los eclipses del Sol no pueden tener más duración que doce años, y los de la Luna doce meses.

     »Se deben considerar los planetas dominantes y el signo; porque los efectos no son del eclipse, sino de los significadores. Los eclipses del Sol son poderosos; y si se fraguan cuando florecen los frutos y mieses, es destruición suya, y significa esterilidad.

     »Los eclipses de la Luna pronostican lluvias, y algunos sequedad, terremotos, esterilidad e incendios. Los eclipses de uno y otro luminar hacen más su impresión en lo general de ciudades y reinos, que en lo particular de las personas. Un eclipse no puede de todo punto pronosticar en toda la tierra penurias, carestías y pestilenciasi ni la peste puede durar más de cuatro años. Si el eclipse sucediere en signo humano, sus efectos e influjos serán en cosas humanas, como este eclipse que sucedió en Géminis, signo humano.

     »En Aries, el eclipse daña los frutos. Los eclipses de libra corrompen y pudren las hierbas y mueven rencores y cismas entre los eclesiásticos. En Capricornio influye copia de langostas y gusanos, amenaza perdición de naves, sumersiones en la mar, y mudanza de costumbres y leyes en las regiones de su dominio. En Géminis y Sagitario denota muerte de las aves, y con especial las que sirven para el sustento del hombre. En Virgo y Piscis destruye todo lo vegetable, animales acuáticos, y corrompe el agua de las fuentes. En Tauro, Leo, Escorpio y Acuario influye ruina de edificios, simulaciones y traiciones. Si el eclipse se fragua la undécima o duodécima casa, amenaza ruina de edificios y muerte de gente joven y adolescentes. Si en la décima o nona, amenaza a los reyes, príncipes y eclesiásticos con muerte o grave enfermedad. Si en la casa octava o séptima, indica mudanza de leyes, institutos y sectas, y con muerte o casos notables a los viejos.

     »Saturno, si fuere señor o dispositor del eclipse, es causa de fríos grandes, heladas, nieves y granizos, y en especial en los signos ácueos y aéreos, tempestades, vientos recios, inundaciones de ríos, peligrosas embarcaciones, terremotos, penurias en los frutos por corrupción y por gusanos, oruga y langosta. Mueve las enfermedades crónicas, fiebres, cuartanas pestilentes, epidemias, causa destierros, muertes, cárceles y llantos.

     »Júpiter, señor del eclipse, da buena disposición a las cosas, salud, paz, acrecentamientos, ganancias, trato con los poseedores; favores a los reyes, copia de animales necesarios al hombre y destruye lo que le es contrario; copia de trigo, templadas lluvias; templa el aire y lo limpia, da fortuna en los viajes de Indias y toda navegación, y finalmente, es planeta autor de bienes y felicidades.

     »Marte, especialmente en signo ígneo, influye sequedad en las fuentes, corrompe las aguas, mueve vientos cálidos, tempestades, truenos, rayos, centellas, repentinos naufragios, pérdida de naves, destruye los animales que sirven al hombre, arruina las mieses y las plantas y árboles por langostas, gusanos, moscas, orugas y todos los animalejos que se engendran del putre de la tierra, y en las mismas trojes podrece las semillas. En signos humanos comúnmente engendra tabardillos, morbos estuosos, corrompe la sangre, arruina edificios, causa incendios, hurtos, crueles estragos, muertes violentas, guerras, tumultos en las plebes por iras y violencias de príncipes; causa destierros y prisiones; causa desestimación en los virtuosos y estimación en los crueles y facinerosos, y mueve el apetito a cosas ilícitas.

     »Venus bien afecta, y señora del eclipse, influye generalmente lo que Júpiter; pero más alegría, porque causa fiestas, música, holguras, el cielo apacible, buenos frutos y opulentas cosechas.

     »Mercurio (éste fue dispositor de este eclipse, cuya influencia vienen vuestras mercedes a averiguar) es impetuosísimo, veloz: es planeta indiferente, pero en todo camina sin reflexión; y así causa vientos turbulentos, rayos, truenos; pero poco estable en todo: hace dificultosas las navegaciones con derrotamientos, naufragios, invasión de piratas; es autor de hurtos y rapiñas, mueve borrascas y huracanes, inclina a mentiras, y es usurpador de las cosas ajenas; mueve pleitos, inclina a mudar religión, costumbres y leyes; causa repentinas enfermedades, toses, corrupciones, vómitos, fiebres agudas; en todo es pronto, veloz e instable este planeta; pero dice Ptolomeo, en sus Apotelesmas(14) que bien afecto de otros planetas, indica lo contrario. Con que de lo dicho se infiere, que si Júpiter o Venus, bien afectos y con amigables aspectos, son denominadores, no pronostican mal de los eclipses; porque la significación es del signo en que sucede y de los planetas que dominan en el eclipse, en que el Sol y la Luna, como causas universales, concurren con los influjos de las estrellas fijas y erráticas para que consigan sus efectos. Generalmente el eclipse en Tauro, Virgo y Capricornio significa penuria de frutos, mayormente en las semillas; en Géminis, Libra y Acuario, hambre, peste y enfermedades; en Cáncer, Escorpio y Piscis, muertes repentinas, sediciones, guerras y perdición de naves.

     »Ahora trataremos de los influjos del eclipse de Sol, por los decanos de los signos.

     »Cada signo tiene treinta grados, y cada signo tiene tres decanos, contados de diez en diez los grados. Pues si el eclipse de Sol sucediere en el primer decano de Aries, significa grandes movimientos de armas, ejércitos, controversias, sediciones; el segundo decano, opresión y muerte de reyes, corrupción de frutos; en el tercero, tristezas, llantos y abortos en las preñadas. Si el eclipse de Sol sucediera en el primer decano de Tauro, destruye los negociantes y comerciantes, y daña a las mieses; en el segundo ofende a las mujeres en los partos y a los caminantes; y en el tercero predice hambre y peste. En el primer decano de Géminis, mueve entre los eclesiásticos pendencias y lides, odios, desprecio de las leyes, e irrita los ánimos, olvidándolos de toda piedad. En este primer decano se fraguó el eclipse del 22 de Mayo de 1724. Algunas disensiones hemos visto en estos días entre personas eclesiásticas (quiera Dios que cesen). En el segundo causa robos en la mar y muertes; en el último indica muerte de rey, detrimento en el estado político, e irrita los negocios civiles. En Cáncer, en su primer decano, perturba el aire con notable variedad; en el segundo, deseca fuentes y ríos; en el último, pronostica en Armania y África, y en todas las regiones sujetas a este signo, enfermedades, pestes y pleitos. En los primeros grados de Leo, pronostica muerte de príncipe; en el segundo causa ansias, agonías y enfermedades ocultas; en el último, pronostica cautelas, atrevimiento y profanación de cosas sagradas. En el primer decano de Virgo, predice desastrado fin de algún rey; en el segundo, hambre y peste; en el tercero, amenaza con infortunios a las personas de ingenio, poetas, pintores, matemáticos, y los conduce a cárceles y a destierros. En el primer decano de Libra, corrompe el aire y mueve la peste, truenos y tormentas; en el segundo, muerte de rey, y odios entre soberanos; en el tercero, pérdida de haciendas en la mar. En el primer decano de Escorpio causa bélicos tumultos, muertes, odios, traiciones; en el segundo, cautiverios, y daños en los príncipes, y falso ánimo de sus capitanes; en el último, amenaza venida de príncipe tirano. En el primer decano de Sagitario, predice sediciones en el segundo, muerte de cuadrúpedos; en el último, causa aflicción en los ejércitos. En el primer decano de Capricornio, denota infortunios a varones grandes, mudanzas de rey, rebelión de la plebe; en el segundo, sucesos desastrados en los soberanos por conmoción de sus ejércitos; en el tercero, tumultos. En el primer decano de Acuario, influye hambres y temores, tristezas; en el segundo, robos, terremotos y hambre; en el tercero, muerte de ganados y brutos. En el primer decano de Piscis, deseca los ríos e infortuna los lugares marítimos; en el segundo, muerte de personas principales, y en las regiones marítimas mortandad de peces y terremotos; y en el último, crueldades e inhumanidad en los soldados.

     »Cuando los eclipses de Luna se forjan en el primer decano de Aries, señalan fiebres, incendios de templos, sequedad en el aire; en el segundo, pestes; en el tercero, abortos en las mujeres. En el primer decano de Tauro, indica enfermedades y muertes, y robos en el ganado; en el segundo, muerte de reina, en el último, muerte de animales ponzoñosos. En el primer decano de Géminis, amenaza acometimientos de enemigos; en el segundo, con ejércitos repentinos; en el último, señala fama por muerte de varón sapiente. En el primer decano de Cáncer, indica guerra; en el segundo, impone pensiones y tributos intolerables; en el último, enfermedades en las mujeres, súbitas miserias y muertes. En el primer decano de Leo, predice acelerada enfermedad en algún rey, en el segundo, indica viaje en el rey y mudanza en su estado; en el último, mueve los pueblos a novedades de guerras. En el primer decano de Virgo, incluye discordias y sediciones; en el segundo, amenaza daño a los consejeros, letrados, hombres de negocios y comerciantes; en el último, letales morbos. En el primer decano de Libra, mueve torbellinos y tempestades dañosas, granizos y heladas; en el segundo, pleitos perniciosos; y en el último, pronostica muerte de varón grande. En el primer decano de Escorpio, conduce horrorosos truenos, terremotos y rayos; en el segundo, destrucción de lo vegetable y enfermedades en los racionales; en el último, lo mismo. En el primer decano de Sagitario, mueve hurtos y rapiñas; en el segundo, daña los animales cuadrúpedos; en el último, influye pestilencia. En el primer decano de Capricornio, causa tumores, golpes y cardenales, y muerte perniciosa de varón insigne; en el segundo, excita fuertes acometimientos e insultos, de soldados, cautiverios y hurtos; en el último, pleitos y muerte de rey. En el primer decano de Acuario, indica enfermedad peligrosa de príncipe; en el segundo, daño general en las semillas; en el último, mudanza insigne en todas, las cosas. En el primer decano de Piscis causa tristeza en prelados eclesiásticos y daño en sus bienes; en el segundo, amenaza muerte de varón insigne; en el último, latrocinios por mar y tierra.

     -Pues ya -dijo el viejo- no tiene vuestra merced que quebrarse la cabeza en explicarnos, porque a mi parecer lo tenemos entendido; porque sabiendo la naturaleza del signo, donde se fraguó, quien fue el dispositor planeta, la casa, y hacer un prudente juicio de la templanza del aire, digo yo, que sabremos así los influjos de éste, como de cuantos eclipses sucedan; pues es forzoso que se fragüen en uno de los doce signos, y casa; y que uno de los siete planetas sea el dispositor, después, averiguada su duración por nuestra vista, a cada hora en los eclipses del Sol, hemos de dar un año de influencia, y en los de la Luna por cada hora un mes.

     -Empezó este eclipse (como vuestras mercedes vieron) -dije yo- a las cinco y media y algo más; su medio fue a las seis y cuarenta minutos, y a este tiempo vimos eclipsados nueve dígitos y cuarenta minutos del cuerpo solar; el Sol se puso a las siete y diez y seis minutos; con que la duración de este eclipse fue en nuestro horizonte una hora y diez y seis minutos; de que se infiere que sus influjos durarán por más de año y medio. En Londres y en París le observarían sus astrólogos. Para saber a qué hora se empezó a hacer visible en toda la Europa este eclipse, es muy fácil, porque en cualquiera libro viejo de la Facultad hallarán vuestras mercedes la longitud y latitud del lugar; y sabiendo a qué hora se celebra el eclipse en nuestro horizonte, se sabe en todas las demás regiones de este modo. Si el lugar para que quisieres computar el eclipse es más occidental que tu región, has de añadir los grados de longitud de tu región de los grados del lugar donde quieres saber, y los grados convertidos en horas y minutos, y esta será la diferencia del meridiano; por cada quince grados se ha de tomar una hora, y por cada quince minutos de grados un minuto de hora; y si el lugar fuere más oriental, has de quitar los grados de él de tu lugar, y quedará hecha la observación. En el primer decano de Géminis, en un grado y cuarenta minutos, se vio el eclipse de la cabeza del dragón en veintisiete grados de Tauro; en el ascendente estaba Escorpión, en la octava casa, casa de la muerte; el Sol y la Luna en el dicho signo de Géminis, Saturno en veintinueve grados de Sagitario retrogrado, Júpiter en veintiséis de Capricornio, Marte en ocho de Virgo, y Venus en veinticinco de Aries. Mercurio, Almutén y general dispositor, indica esta figura.

     -No se fatigue vuestra merced -volvió a decir otro-, que ya sabemos lo que pronostica, pues recurriendo con este particular de Géminis, signo en Casa octava, ascendente Escorpio, Mercurio, Almutén; y conociendo nosotros las malignas cualidades de que el fuego, sulfur y betún subterráneo, con la doctrina general que vuestra merced nos ha dicho, pronosticaremos ya cuanto sea posible en las conjeturas.

     Yo no sé si fue la campana de los Padres basilios, que tocaba ya a la oración, o la piedad de un amigo que pasando por la calle daba gritos a la reja; en fin, yo ignoro a qué piedad debí el volver a ser dueño de mis potencias; y recobrado, no me pesó del sueño, pues las memorias generales perdidas ya en la memoria, me las sacó a plaza la fantasía, y quise copiar con la pluma lo que en la imaginación creí dibujado. Y así, lector, si te gusta el sueño, dame las gracias, y si no, haz lo que quisieres; que yo, en ofreciendo y sujetando cuanto soñé y cuanto he escrito a la santa Iglesia católica romana, a ti se me da muy poco no haberte dado todo el gusto que esperabas.

Dios sobre todo

 

Notas:

1. En la época del autor se denominaba de este modo lo que nosotros llamamos bibliotecas. -N. de los E.

2. Cap. XX.

3. Cap. I.

4. Así el texto que reproducimos. -N de los E.

5. Tomás Vicente Tosca, sabio filósofo y matemático valenciano (1652-1723). -N. De los E.

6. Lib. II, cap. 5.

7. Lib. II, cap. 22.

8. Cap. IV, libro II, Rebus coelestibus.

9. Aph. 56.

10. Aph. 78.

11. Lib. II, cap. XXII.

12. Lib. II, cap. IV.

13. Lib. I, cap. VII.

14. Cap. VIII

 

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